Un ballo in maschera en Buenos Aires
Noviembre 28, 2024. Razonable final de la temporada 2024 del Teatro Colón, marcada por la ausencia de grandes figuras internacionales, con una nueva producción escénica de Un ballo in maschera de Giuseppe Verdi confiada a la argentina radicada en España Rita Cosentino y a la batuta de la italiana Beatrice Venezi.
Si bien han sido muchas las puestas en escena confiadas a mujeres y muy escasas las veces que empuñaron la batuta en ópera a directoras de orquesta, en esta ocasión creemos, sin temor a equivocarnos, que fue la primera vez en el largo historial del Teatro Colón que dos mujeres condujeron escénica y musicalmente el mismo espectáculo.
La concepción escénica de Cosentino trasladó la historia aproximadamente al año 1901, en el que tuvo lugar el asesinato del presidente William McKinley en los Estados Unidos y con esto modernizó la puesta a la vez que respetó el lugar de la acción, aunque quizás no sea Boston (como en una de las versiones del libretista Antonio Somma para Verdi), pero indudablemente estamos en Norteamérica.
Cosentino movió bien a las masas y a los solistas, respetó la acción y contó la historia sin cambios o trampas. Fue funcional la escenografía de Enrique Bordolini, con claro anclaje temporal en las típicas construcciones estadounidenses de fin del siglo XIX y principios del XX, así como el vestuario de Stella Marius Muller, y fue adecuada la iluminación de José Luis Fioruccio.
La maestra Venezi, que desde la próxima temporada será directora invitada principal, concertó con refinamiento y sonoridad sin desbordarse, y apoyando en todo momento la labor de los solistas. Quizás faltó en momentos algo de nervio verdiano, que seguramente la joven directora adquirirá con los años y la experiencia.
El triunfador indiscutible de la noche fue el tenor mexicano Ramón Vargas, la única estrella del firmamento lírico presente este año en la temporada lírica del Colón. Su Riccardo tuvo grandeza vocal, fraseo de gran intensidad emotiva y perfecto involucramiento dramático frente a su rival. El barítono Germán Alcántara como Renato mostró buen temperamento y adecuada proyección en este principio de cambio de repertorio mozartiano y belcantista hacia los roles verdianos.
Con una voz importante con algún descontrol y timbre poco grato, la italiana Alessandra Di Giorgio encaró una Amelia con buenos momentos y otros irregulares. Destacó en el tercer acto con ‘Morrò, ma prima in grazia’, cantado con intensidad y con pianissimi muy interesantes. Oriana Favaro fue un Oscar de asombrosa masculinidad (algunos espectadores creyeron que era un contratenor y no una soprano travestida) y logró en lo musical traspasar los escollos de la parte. Muy aplaudida, la Ulrica de Guadalupe Barrientos, que compuso una médium sonora y potente.
A más de diez años de la última vez, los conspiradores fueron encarnados por Fernando Radó (Sam) y Lucas Debevec Mayer (Tom) y, nuevamente, ambos se amalgamaron a la perfección. Muy adecuado estuvo Cristian De Marco (Silvano), correcto el resto del elenco y con calidad el Coro Estable que dirige Miguel Martínez.