Un ballo in maschera en San Francisco

Escena de Un ballo in maschera de Giuseppe Verdi en la Ópera de San Francisco © Cory Weaver

Septiembre 18, 2024. Ciertos títulos operísticos tienen un vínculo especial con algunos teatros. Tal es el caso de Un ballo in maschera de Giuseppe Verdi con la Ópera de San Francisco, que es la obra que eligió la compañía para iniciar una nueva temporada, la numero 102 de su historia.

Esta ópera verdiana tuvo su estreno local en 1931, y volvió a ofrecerse en las temporadas de 1937 y 1941, un periodo en el que, como está documentado, era raro ver escenificada alguna ópera del compositor de Busseto en los teatros operísticos estadounidenses. Cabe mencionar que, desde su estreno en 1931, la Ópera de San Francisco utilizó siempre la versión situada en Boston, y a partir de 1977, incluidas estas funciones, sitúan la trama en su versión en Estocolmo, Suecia.

Una particularidad siempre vista en San Francisco es que esta obra que ha sido escenificada en este escenario ha contado con la presencia de destacados intérpretes y luminarias, destacando, por ejemplo, que Leontyne Price cantó aquí su primera Amelia y Luciano Pavarotti hizo aquí su primer Gustavo en 1971. La extensa lista de intérpretes que aquí cantaron algún personaje de Ballo incluye nombres como: Giacomo Aragall, Martina Arroyo, Ettore Bastianini, Kathleen Battle Carlo Bergonzi, Jussi Björling, Montserrat Caballé, José Carreras, Fiorenza Cossotto, Sergei Leiferkus, Ambrogio Maestri, Cornell McNeil, Robert Merrill, Jan Peerce, Katia Ricciareli, Leonie Rysanek, Carol Vaness, Deborah Voigt y Leonard Warren, entre otros.

Fiel a esta costumbre, esta edición no podía quedarse atrás, por lo que se conjuntó un notable elenco, que dejó muchas satisfacciones, incluyendo el debut local del barítono mongol Amartushvshin Ehkbarat, quien interpretó el papel del conde Anckarström con convicción y seguridad, y sorprendió por el caudal vocal que desplegó, haciendo que su voz fluyera con naturalidad a través de cada rincón de la sala del War Memorial Opera House, con adecuada proyección, admirable color, finos matices, virilidad y profundidad, cualidades que lo colocan en la actualidad como un fenómeno vocal. Recibió una gran ovación al concluir su aria ‘Eri tu’. 

Michael Fabiano (Gustavo III) en el War Memorial Opera House © Cory Weaver

De igual manera el desempeño del tenor estadounidense Michael Fabiano en el rol de Gustavo III, rey de Suecia, fue notable. Se trata de un tenor lírico de voz potente pero bien modulada, con seguridad en todos los registros, un instrumento enérgico, homogéneo y comunicativo, además de un comportamiento distinguido y refinado en sus movimientos escénicos.

La soprano armenia Lianna Haroutounian, en el rol de Amelia, tuvo un inicio vocal incierto, ya que su proyección vocal era poco audible, pero con el transcurso de la función fue adquiriendo brío y elegancia, lo que la colocó al nivel de sus contrapartes. En escena personificó una delicada, pero determinada Amelia. Por su parte, la mezzosoprano rumana Judit Kutasi fue una destacada Madame Arvidson, con una voz potente, profunda y penetrante; y la soprano china Mei Gui Zhang aportó gracia a su actuación y movimientos y buenos medios vocales, aunque su caracterización del personaje de Oscar tendió a ser discreta, más por la mínima relevancia y aporte del papel en la trama que por la falta capacidad atribuible a la intérprete. 

Entre el resto de solistas que completaron el reparto estuvieron el bajo-barítono sudcoreano Jongwon Han como el conde Horn, el bajo estadounidense Adam Lau como el conde Ribbing, el barítono Samuel Kidd como Cristiano, el tenor Chistopher Oglesby como Un juez y el tenor galés Thomas Kinch como el sirviente de Amelia.

La producción escénica fue traída para la ocasión de la Ópera de Roma, donde fue vista por primera vez en 2016, con diseños de Federica Parolini, situada en Estocolmo alrededor de 1850, fue un deleite observar: se trató de un montaje estético y en armonía con la historia descrita, con amplios salones, enormes pilares, galerías de pinturas y obras de arte, elegante tapicería sobre un escenario giratorio en escena, que sirvió para no romper la continuidad de la obra en ciertos cambios de escena. 

Especialmente la escena del encuentro de Gustavo y Amelia en un bosque oscuro a la medianoche mostró destellos de genialidad por el uso del tupido y espeso vapor que emanaba del fondo del escenario aunado al despliegue de luces rojas, azules y púrpuras, diseñadas por Alessandro Verazzi. La elegancia y lucimiento de los vestuarios, y las máscaras en el baile, estuvieron en línea con el buen gusto en la concepción de la parte visual del espectáculo. 

En su primer trabajo en un escenario estadounidense, el director de escena Leo Muscato logró apegarse a la historia, con trabajo actoral cuidado, pulido y libre de exageraciones. Su toque de comicidad se dio con los arlequines vestidos con estrafalarios vestuarios que amenizaron la escena del baile. La directora musical de la orquesta, la maestra sudcoreana Eun Sun Kim inyectó entusiasmo, ritmo y cadencia a los músicos de la orquesta, quienes regalaron una ejecución emocionante y plena de vitalidad. Bueno fue el aporte, como debe ser en las obras de este repertorio, del coro de la ópera de San Francisco, a cargo de su titular, John Keene.

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