Vanessa en Washington

Ganson Salmon, Nicole Heaston, Gianandrea Noseda, J’Nai Bridges, Susan Graham y Thomas Hampson interpretaron Vanessa de Samuel Barber y Giancarlo Menotti con la National Symphony Orchestra de Washington

 

Febrero 1, 2025. La producción operística del prolífico compositor estadounidense Samuel Barber (1910-1981) se limitó a tres títulos, de los cuales el más conocido es Vanessa, ópera en tres actos (originalmente cuatro), con libreto en inglés del compositor, libretista y director italoamericano Gian Carlo Menotti (1911-2007), creador él mismo de 25 óperas. 

Vanessa fue compuesta entre 1956 y 1958, y tuvo su estreno absoluto el 15 de enero de 1958 en el Metropolitan Opera de Nueva York, bajo la conducción musical de Dimitri Mitropolous, con la dirección escénica de Menotti, y un elenco que incluyó a la soprano Eleanor Steber en el papel principal, la mezzosoprano Rosalind Elias como Erika, la contralto Regina Resnik como la Baronesa, además del tenor Nicolai Gedda como Anatol y el bajo-barítono Giorgio Tozzi como el viejo doctor. 

A pesar de su apasionante trama, su brillante música —que la convirtió en una verdadera Grand American Opera— y de que Barber recibió un premio Pulitzer gracias a ella, la pieza ha sido inexplicablemente olvidada y relegada a lo largo de su historia, especialmente en los Estados Unidos (donde se suele valorar el trabajo de sus compositores), y ya que nunca se logró afianzar dentro del repertorio operístico, las posibilidades de verla en escena son muy pocas. 

Su historia de representaciones escénicas desde su estreno es también limitada, si bien hubo algunas reposiciones en el escenario de su estreno; tuvo su debut europeo, llevado a cabo también en 1958, en el Festival de Salzburgo; además de algunos notables montajes realizados por el Opera Theatre of St Louis en 1988, la coproducción realizada entre la Washington National y la Dallas Opera en 1995, o sus funciones más recordadas, en las que Kiri Te Kanawa cantó el papel estelar, en la Opéra de Monte-Carlo en el 2001, y en los escenarios de la Washington National Opera y la Opera de Los Ángeles en el 2004, que marcaron el retiro de los escenarios de la soprano. Recientemente, Vanessa fue vista en los escenarios del Festival de Glydebourne en Inglaterra, en 2018, y en el Festival de Spoleto en Carolina del Sur (fundado por Gian carlo Menotti), en 2023, donde antes se había representado en 1978 bajo la conducción del propio Menotti. 

Por ello, el anuncio de la programación de la ópera en este 2025, en versión de concierto, por la National Symphony Orchestra de Washington D.C., llamó la atención y el interés de muchos melómanos, incluido quien escribe estas líneas, quienes no habíamos tenido la oportunidad de presenciar este título que combina el dramático libreto de Menotti —ambientando la historia en un castillo en un país del norte de Europa en 1905— con la clásica escritura musical de Barber, reminiscente de una banda sonora que nos hace pensar en las películas de Alfred Hitchcock, por sus acertadas melodías al estilo de los años 50 del siglo pasado. 

La trama de Vanessa cuenta la historia de tres generaciones de mujeres cuyas vidas fueron alteradas por la llegada de un misterioso extraño (Vanessa permanece recluida en su mansión, con su madre y su sobrina Erika, después de que 20 años atrás su amante Anatol la abandonara). La historia trata sobre la búsqueda del amor inmortal, en la que, a medida que las pasiones se van encendiendo y los secretos van saliendo a la luz, la partitura de Barber se carga de intensidad y transmite sentimientos de deseo, de arrepentimiento y así como de esperanza por la salvación. Cabe mencionar que menos de 24 horas antes del primero de dos los conciertos que realizó la orquesta (esta reseña corresponde a la segunda función), ocurrió un trágico accidente aéreo sobre el río Potomac, a pocos kilómetros de distancia del Kennedy Center, donde se encuentra la sala de conciertos de esta orquesta, por lo cual, a manera de homenaje por el desafortunado infortunio, la orquesta ejecutó una sentida versión del Adagio para cuerdas, la obra más célebre de Samuel Barber, que es sin duda una pieza emblemática clásica del siglo XX.

Como se tenía prevista la grabación de los conciertos, para su posterior lanzamiento en el mercado discográfico y plataformas digitales, inicialmente se eligió un elenco “All American” de reconocidos cantantes estadounidenses, solo que desafortunadamente pocos días antes Sondra Rodvanovsky se retiró del proyecto para ser sustituida por la soprano Nicole Heaston (quien conocía bien el papel de Vanessa, por haberlo cantado en las funciones del Festival de Spoleto en el 2023), como también la inesperada baja de Matthew Polenzani (que había cantado la primera función y debió retirarse en la segunda) para ser sustituido de última hora por el tenor Ganson Salmon, quien tuvo un decoroso y digno desempeño para sacar adelante el personaje de Anatol —el joven que seduce a Vanessa y a Erika a la vez— y por salvar esta función. 

 

J’Nai Bridges (Erika) y Nicole Heaston (Vanessa) bajo la dirección de Gianandrea Noseda

 

Heaston exhibió una voz saludable y de peso mediano, y lució más efectiva en el rango agudo de la partitura que, en el grave, teniendo poca claridad en la dicción, además de que vocalmente fue afectada por la densa orquestación, con una interpretación que en términos generales pareció carecer del delirio y la obsesión que definen al personaje, aunque se pudieron escuchar algunas arias conocidas, generalmente interpretadas en recitales como: ‘Do not utter a word’ y las más dramática ‘Why most the great sorrows come’. El formato de ópera en concierto requiere comprometer ciertos aspectos de la obra, y un escenario vacío con cantantes en atuendos de concierto no lograron crear el ambiente gótico que sugiere Vanessa, cuya historia indudablemente se presta para ser apreciada de mejor manera en una versión escénica completa. 

El papel de Erika, cantado por J’Nai Bridges, personaje que parece eclipsar al de la protagonista, y aunque la mezzosoprano batalló al inicio con la proyección y audición de su voz, fue creciendo en intensidad a lo largo del concierto, y su interpretación vocal ganó en peso, gravedad e intensidad en el color, mientras su personaje se acercaba a su lamentable destino. 

 

Thomas Hampson como El viejo doctor

 

Dos distinguidos y experimentados cantantes también estuvieron presentes: el barítono Thomas Hampson, quien interpretó al viejo doctor, con claridad, buena proyección, y una voz robusta variada en los colores de su sonido baritonal; y estuvo muy cómico y gracioso en la parte de su personaje alcoholizado, así como emocionante en ‘Under the willow tree’, evocando sus coqueteos del pasado; y la mezzosoprano Susan Graham prestó su voz a la vieja condesa, madre de Vanessa, con un notable desempeñó y dominio de sus partes cantadas y su expresión en inglés, con intención en cada palabra y en su comportamiento escénico. 

Redondearon el elenco con sus positivas aportaciones vocales el barítono Jonathan Bryan como el Mayordomo, y el barítono Samuel Weiser como el lacayo. Muy buena fue la aportación del University of Maryland Concert Choir en las partes destinadas para la agrupación por Barber, bajo la dirección de Jason Max Ferdinand. 

El iniciador y promotor de la idea de ejecutar Vanessa fue Gianandrea Noseda, quien la considera una importante pieza de drama musical. Al frente de los músicos de la National Symphony Orchestra, ofreció una lectura por momentos frenética, en la que aceleraba los tiempos y la densidad musical desatendiendo a las voces, y aunque su manera de conducir luce histriónica y gestualmente exagerada, en términos generales fue eficiente para extraer la brillantez de la partitura, como en el valioso preludio del Acto II, en una partitura que ofrece una amplia variedad en su escritura para transmitir emociones, pasión, nostalgia, sosiego y cierto terror, concluyendo con el clímax de la velada que es su quinteto final. Es una ópera que agrada y que merece salir de la oscuridad en la que se ha mantenido por tanto tiempo.

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