Velada con Puccini en el Lunario
Noviembre 23, 2024. El pasado 21 de noviembre, Pro Ópera AC, en colaboración con el Lunario del Auditorio Nacional, conmemoró el centenario luctuoso de Giacomo Puccini (1858-1924) con una gala celebratoria en la que se hizo presente el inconfundible espíritu lírico del compositor nacido en Lucca, Italia.
Al bajar las luces, luego de la tercera llamada, la distintiva música de ‘Quando m’en vo’, melodiosa y algo melancólica en versión pianística, brotó por los altavoces, mientras la pantalla al fondo del escenario proyectaba a un Puccini en el Chalet da Emilio, frente a su mansión de Torre del Lago, en el proceso creativo de La fanciulla del West. También en otra de las facetas que más atraían y acaso definieron a quien fuera una de las personalidades de mayor fama al iniciar el siglo XX, dentro y fuera de Italia: la cacería.
El divulgador musical y exdirector de la Compañía Nacional de Ópera, Gerardo Kleinburg, fungió como anfitrión del evento. Su labor resultó amena, útil y con la sensibilidad requerida para sintonizar con la obra de un compositor que al menor descuido rompe los corazones del espectador.
Además de invocar aquellas sesiones nocturnas en las que Puccini componía cerca del Lago Massaciucolli para gente del pueblo (pescadores, carniceros, cerrajeros), y con alguna copa de por medio probaba así la vena lírica que más tarde plasmaría en los escenarios operísticos, Kleinburg brindó al público asistente al Lunario las claves biográficas, musicales y emocionales mínimas para entrar en ese mundo bohemio, teatral y a la vez exótico que caracteriza la obra del autor de títulos tan entrañables del repertorio como La bohème, Tosca o Madama Butterfly, tríada compuesta en apenas en el lapso de ocho años.
El programa incluyó pasajes imprescindibles del catálogo operístico pucciniano, pero dio inicio con rostros menos aluzados de su corpus musical, lo que por sí mismo resultó un atractivo agregado. Para su interpretación, la velada contó con la presencia solista de las sopranos Marcela Chacón y Graciela Morales, el tenor Andrés Carrillo y el barítono Ulises Fuentes. De igual manera participaron el pianista Erick Fernández, el Ensamble Panamericano (Carla Benítez, violín1; Diana Ayón, violín 2; Lilian Sifontes, viola; Ana Rodríguez, chelo), todos bajo la dirección artística de Christian Gohmer.
Para abrir la parte musical con formato de cámara, el Ensamble Panamericano ofreció una lánguida y sutil aproximación al cuarteto de cuerdas Crisantemi SC 65; y después se sumaron los solistas y el pianista para abordar el Requiem SC 76, piezas que, más allá de lo anecdótico de ser incluidas, mostraron ese toque intimista y distímico del compositor.
Sus canciones también revelaron el cultivo melodista y la escritura vocal diestra de Puccini, como quedó claro con ‘Terra e mare’ en voz de Graciela Morales, ‘Sole e amore’ en la de Marcela Chacón y ‘Morire’ en la de Andrés Carrillo. En algún respiro melódico, en cierta inflexión vocal, el público también pudo advertir hilos sonoros que el compositor hilvanaría más adelante en óperas como La bohème.
De este título, estrenado en 1896 y ya en la sección operística de la velada, Graciela Morales ofreció el vals de Musetta y los cuatro cantantes interpretaron ‘Dunque è proprio finita!’ Más adelante en la noche, justo para cerrarla, habría algo más de La bohème. Pero mientras tanto, para llegar al intermedio, tocaron turno a tres fragmentos imperdibles de Tosca: el ‘Te Deum’, ‘Vissi d’arte’ y ‘E lucevan le stelle’, en las voces de Fuentes, Chacón y Carrillo, respectivamente.
Al reanudar el programa, tal como lo subrayó el anfitrión, los asistentes pudieron comprobar la naturalidad con la que Puccini fue capaz de crear arias que no pueden faltar en el repertorio de un cantante, a pesar de que hay decenas o cientos de miles de obras y compositores en la historia de la ópera. Giacomo Puccini, sin duda, tiene un sitio muy especial en ella.
Primero, la soprano Graciela Morales abordó ‘Signore ascolta’ de Turandot, luego Ulises Fuentes hizo lo correspondiente con ‘Nulla! Silenzio’ de Il tabarro; Marcela Chacón siguió con ‘Sola, perduta, abbandonata’ de Manon Lescaut y el tenor Andrés Carrillo con ‘Torna ai felici di’ de Le Villi.
Fuentes colocó la última parte solista (‘Questo amor, vergogna mia’ de Edgar) y después, con todos los participantes sobre el escenario, se interpretó el momento más conmovedor de un encuentro en el que efectivamente Puccini no solo resultó el autor de las obras, sino un motivo para encontrar qué de ese compositor, de su sensibilidad y su fascinación por la ópera, por la música, por la vida, hay en cada integrante del público: ‘Sono andati…’, la muerte de Mimì ante la desgarradora impotencia de los otros tres bohemios.
En ese punto, la velada estaba completa y firmada por una buena dirección de Christian Gohmer, en la que cada intérprete del ensamble instrumental, el pianista y los solistas, encontraron ocasión de lucimiento, a la vez que funcionaron de manera conjunta como una pequeña compañía.
Pero un encore no venía mal y menos aún si contenía la delicadeza lírica del brindis de La rondine: ‘Bevo al tuo fresco sorriso’. Al final, todos los asistentes al Lunario del Auditorio Nacional estaban presentes para celebrar la vida de Puccini y, de alguna manera, la propia también, a través de la música.