Zoraida di Granata en Bérgamo

 

Escena de Zoraida di Granata de Gaetano Donizetti en Bérgamo © Gianfranco Rota

 

Diciembre 1, 2024. Una joya temprana de Gaetano Donizetti renació como parte del proyecto #donizetti200 del Donizetti Opera Festival en su décimo aniversario. Este festival ha reafirmado su compromiso con la recuperación de obras poco exploradas del catálogo del compositor de Bérgamo, presentando este año la segunda versión de Zoraida di Granata. 

Esta ópera, estrenada originalmente en 1822 y revisada por el mismo autor en 1824, marcó el primer gran éxito del joven Donizetti, quien tenía apenas 25 años. Con esta obra, el compositor comenzó a enfrentarse a los imprevistos del mundo del espectáculo, ya que tuvo que reescribir en tiempo récord uno de los roles masculinos protagónicos para una contralto (Adelaide Mazzanti). El rol de Abenamet, inicialmente compuesto para el tenor Amerigo Sbigoli, tuvo que adaptarse “en-travesti” debido al aneurisma que el cantante sufrió en el escenario mientras interpretaba una ópera de Giovanni Pacini.

El libreto, basado en una obra de Jean-Pierre Claris de Florian, se desarrolla en una idealizada Granada, evocando la España exótica que fascinaba a los italianos de la época. En este contexto de tensiones políticas y conflictos amorosos, Zoraida, hija del anterior rey, ama profundamente al general de los moros Abenamet, pero su amor se ve amenazado por el rey de Granada Almuzir, un gobernante celoso y violento decidido a separarlos. La ópera, tras el clásico enredo amoroso obstaculizado por cuestiones de honor, concluye con un desenlace feliz que premia la fidelidad y el sacrificio.

La música de Zoraida di Granata es particularmente interesante por su mezcla de estilos. Las cabalettas evidencian una clara influencia rossiniana, mientras que los remates de las arias evocan a compositores como Pacini, Cimarosa e incluso Mozart en italiano. Aunque la firma madura de Donizetti aún no es completamente evidente, numerosos concertantes y cadencias dejan entrever el estilo que definiría su obra posterior.

En esta producción, presentada en el íntimo Teatro Sociale de Bérgamo Alta, estuvo a cargo de la dirección escénica Bruno Ravella, quien optó por un inteligente enfoque moderno y completamente justificado. Situó la acción en época contemporánea, alejándose de la Granada de 1480 que dicta el libreto. El regista de origen marroquí evitó caer en clichés orientalistas, dejando que los personajes y la música tomaran protagonismo.

La escenografía y el vestuario, diseñados por Gary McCann, ofrecieron un contraste inteligente entre lo formal y lo bélico. La trama se desarrolló en lo que parecían ser las ruinas bombardeadas de la Biblioteca de Sarajevo, con arcos de estilo morisco coronados por los restos de un vitral destrozado por las bombas. Los solistas lucieron vestidos de gala para las mujeres y trajes sastre para los hombres, mientras el coro apareció ataviado como soldados, con uniformes de camuflaje verde y cascos.

 

Zuzana Marková (Zoraida) y Cecilia Molinari (Abenamet) © Gianfranco Rota

 

El nivel vocal de los protagonistas fue, sin duda, el punto culminante de esta producción. La soprano Zuzana Marková brilló en el papel titular de Zoraida, ofreciendo una interpretación llena de lirismo y dramatismo. Su voz ágil y poderosa destacó especialmente en los agudos, como quedó evidenciado en el aria ‘Rose che un dì spiegaste’, donde su emotividad sincera logró conectar profundamente con el público. 

Por su parte, el papel de Abenamet encontró en Cecilia Molinari una gran intérprete con una convincente esencia masculina complementada por un cálido color vocal. El timbre cálido y expresivo de la cantante italiana aportó una profundidad especial al personaje, sobre todo en los dúos con Zoraida. En la emotiva aria final ‘Da un eccesso di tormento’, Molinari destacó al alternar entre la valentía de su personaje y una vulnerabilidad que humanizó la relación entre los amantes.

La dupla masculina, sin embargo, fue la que dejó boquiabiertos a los asistentes: Konu Kim como Almuzir, ofreció una actuación teatral contundente, respaldada por una voz potente y de gran proyección. Sorprendió en el segundo acto con la intensa aria ‘Amarla tanto e perderla!’, donde exhibió un registro central sólido y una interpretación actoral sobresaliente. En la cabaletta ‘Sì, vendetta di rabia’, el tenor sudcoreano presumió sobreagudos sonoros y bien colocados que arrancaron ovaciones del público. Por su parte, Valerio Morelli como Alj Zegri, fue una gratísima sorpresa. El bajo italiano, con su instrumento rico y lleno de matices, cautivó en el aria Sì, vi tradì la sorte’. Su registro central y grave, afinado y resonante, junto con una impecable línea de canto, subrayaron su maestría interpretativa.

 

Konu Kim (Almuzir) y Valerio Morelli (Alj Zegri) © Gianfranco Rota

 

El elenco se completó con las sólidas interpretaciones del bajo español Tuty Hernández como Almanzor y Lilla Takacs como Ines. Ambos, junto con Morelli, son miembros de la Bottega Donizetti, el opera-studio del festival. El Coro de la Academia del Teatro alla Scala, dirigido por Salvo Sgrò, destacó durante todas sus participaciones, aunque particularmente en la escena final, aumentando la intensidad dramática del desenlace.

Desde el foso, Alberto Zanardi dirigió a la Orchestra Gli Originali en una lectura vibrante y detallada de la partitura. Con instrumentos de época, lo cual ayudó a la veracidad estilística donizettiana, Zanardi respetó la frescura de esta obra temprana, subrayando las innovaciones que anticipan los logros futuros de Donizetti. Los tiempos, matices y el cuidado hacia los cantantes fueron impecables, y su dirección destacó especialmente en los momentos concertantes, logrando un brillante equilibrio entre orquesta y solistas, entre los estilos rossiniano y clásico. Zanardi señala en el programa de sala que esta versión de 1824, a diferencia de su antecesora de 1822, tiene muchas mejoras evidentes en cuestión libretistica pero sobre todo musical. Además de contar con casi una hora más de música, Donizetti cambió todo el final de la ópera por una escena más triunfal y emotiva. Además de comenzar a experimentar con la orquestación, en especial regalándole al fagot grandes pasajes, ya que es por demás sabido que era el instrumento favorito del compositor lombardo.

La versión integral de Zoraida di Granata, que supera las tres horas y media de duración, resulta fascinante pese a su densidad y la mezcla de estilos. La obra revela el genio melódico y la habilidad teatral que convertirían a Donizetti en uno de los grandes del bel canto. La ovación final que recibió en Bérgamo no solo evidenció el éxito de esta propuesta, sino que reafirmó la misión del festival: rescatar las obras olvidadas de Donizetti y demostrar que merecen ser escuchadas con mayor frecuencia en los teatros del mundo.

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