Óscar de la Torre: “En equilibrio con mi vida y mi carrera”
El tenor Óscar de la Torre es, a su manera, un ejemplo inspirador para las nuevas generaciones de cantantes mexicanos. Su esfuerzo apasionado, su talento y un infatigable cultivo por la música vocal le han permitido desarrollar una trayectoria profesional que incluye presentaciones en múltiples escenarios no solo de México, sino también de diversos países europeos.
De hecho, el cantante, que regresará al Teatro del Palacio de Bellas Artes el próximo 11 de noviembre para participar como solista en una Carmina Burana bajo la dirección del maestro Enrique Arturo Diemecke en el marco del 50 aniversario de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), se avecindó en Alemania desde hace 18 años.
La voz de Óscar de la Torre se caracterizó desde sus inicios por un timbre lírico ligero, ideal para roles mozartianos y belcantistas, aunque con el paso de los años arriba de los escenarios, su instrumento ha adquirido mayor profundidad y riqueza, lo que le permite abordar un repertorio más amplio y desafiante.
Con su visita a México, el tenor deja claro que las raíces son fundamentales para construir una satisfactoria carrera a nivel internacional y en esa vertiente conversó para los lectores de Pro Ópera, en un diálogo en el que comparte y reflexiona los aspectos principales de su desarrollo no solo en el mundo lírico, sino también en su interior.
Desde joven, De la Torre combinó su pasión por la ópera con un incansable espíritu de superación. Mientras estudiaba la carrera de cantante de ópera y concierto, trabajaba arduamente para costear sus estudios y apoyar a su familia. La ópera, aunque hermosa, requería una gran inversión económica, asegura. “Trabajaba mucho y ahorraba lo que podía; con muchos esfuerzos viajaba al extranjero para tomar clases magistrales con maestros de renombre como Montserrat Caballé y Peter Schreier”, recuerda el entrevistado.
Sus esfuerzos y avances lo llevaron a ser seleccionado para el Programa de Jóvenes Talentos de la Sociedad Internacional de Valores de Arte Mexicano (SIVAM), lo que le permitió perfeccionar su voz. A continuación, participó en el Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli, donde obtuvo destacados reconocimientos, incluyendo el Premio Ópera de Bellas Artes. Este galardón le abrió las puertas para debutar en el Palacio de Bellas Artes.
Tras varios años de éxitos iniciales en México, De la Torre sintió la necesidad de ampliar sus horizontes y decidió dar el salto a Europa. Una invitación del compositor y director Juan Trigos para cantar en el Festival de Cagliari, Italia, fue el detonante. Aprovechando esta oportunidad, decidió quedarse en Europa y su boleto de avión de regreso no lo pidió al maestro Trigos para México, sino para Múnich, donde comenzó a buscar activamente oportunidades en el competitivo mundo de la ópera del viejo continente.
Los primeros meses en Alemania fueron todo un desafío. Sin conocer a nadie y con un nivel básico de alemán, se sintió como un pez fuera del agua. “Fue un choque cultural muy fuerte”, confiesa Óscar de la Torre. Sin embargo, su determinación por la música lo impulsó a seguir adelante. En menos de una semana, había conseguido una agencia, fue contratado para cantar en una Cenerentola de Gioachino Rossini en alemán y también fue aceptado para el Ensamble de la Akademie für Theater und Gesang (ETG), en Zúrich, patrocinado por la estrella de la ópera Cecilia Bartoli. En esos primeros días también logró cantar, de la mano del maestro Rogelio Riojas, en una gala operística en Stuttgart.
“Recuerdo mi primera audición en Múnich como si fuera ayer. Estaba muy nervioso, pero al mismo tiempo sentía una gran emoción. Cuando me dijeron que había sido seleccionado, no lo podía creer. La barrera del idioma fue una de las más difíciles de superar. Pero también tuve que adaptarme a un nuevo sistema operístico, con exigencias muy diferentes de las que estaba acostumbrado en México”, relata el tenor, quien también tuvo que sobreponerse a enfermedades, crisis emocionales y a la pérdida de seis familiares cercanos, entre ellos su madre, para levantarse durante cada día de los últimos 18 años para continuar con su vida y su carrera.
¿Cómo describirías la evolución de tu voz desde tus primeros años como cantante hasta la actualidad? ¿Qué técnicas o enfoques has incorporado a tu desempeño vocal para adaptarte a los requerimientos de los roles que interpretas?
La evolución de mi voz ha sido un proceso gradual. Al inicio, me enfoqué en mejorar la proyección y el espacio, lo que me permitió obtener un sonido más brillante. Con el tiempo, mi voz ha adquirido un color y un volumen más ricos, permitiéndome abordar obras más complejas que antes.
Al principio, como estudiante, me preocupaba mucho cómo se escucharía mi voz en un teatro. Grabarme y escucharme me ayudó a comprender mejor mi instrumento vocal y a ganar confianza. Cada escenario tiene una acústica diferente, por lo que es fundamental conocer nuestro cuerpo y confiar en que nuestro sonido se proyectará de manera adecuada.
Aunque mi repertorio ha evolucionado, mantengo un equilibrio entre las obras que requieren una voz más robusta, como los oratorios de Beethoven, Bruckner, Dvořák, o algunos Verdi como La traviata o Rigoletto. He cantado también el Requiem de Verdi y la Messa di Gloria de Puccini, pero luego regreso al repertorio de siempre, como Mozart y otros que demandan un timbre más ligero, para refrescar la voz. Esta variedad me permite mantener mi instrumento fresco y versátil.
¿Cómo ha evolucionado tu repertorio a lo largo de los años? ¿Qué criterios utilizas para seleccionar las obras que interpretas y cómo te adaptas a las características específicas de cada papel y a las propuestas laborales que recibes para tener un centro gravitacional en el que puedas desempeñarte con solvencia y comodidad?
Mi repertorio ha evolucionado de manera natural a lo largo de mi carrera. Al principio, me enfocaba en roles más ligeros, pero con el tiempo he podido abordar obras más densas, siempre manteniendo un equilibrio con mi repertorio inicial.
Al seleccionar una obra, considero varios factores. Primero, analizo la partitura en detalle, prestando especial atención a la orquestación y al rango vocal requerido. Luego, pruebo la obra para evaluar cómo se adapta a mi voz y cómo puedo integrarme a la orquesta sin competir con ella.
Para interpretar un papel, estudio a fondo el personaje, sus motivaciones y relaciones con los demás. Busco encontrar un equilibrio entre la interpretación personal y las exigencias del rol. Sin embargo, siempre me niego a aceptar propuestas que vayan en contra de mis principios o que me hagan sentir incómodo, como algunas que denigran a la mujer o que son particularmente violentas.
A lo largo de mi carrera, he tenido la oportunidad de explorar diversos roles, tanto en producciones tradicionales como en propuestas más modernas. Gracias a la formación que recibí de maestros como Peter Webster, José Gurrola y Eréndira Bringas, he desarrollado una sólida base técnica y actoral que me permite abordar cualquier desafío con confianza.
Carmina Burana ocupa un lugar especial en tu repertorio, al punto de ser reconocido por la Fundación Carl Orff. ¿Qué te atrae de esta obra y cuáles son los mayores desafíos que representa interpretarla? ¿Cómo has ido profundizando en el rol del Cisne a lo largo del tiempo?
La música de Carl Orff me fascina por su riqueza instrumental, sus ritmos complejos y su capacidad para evocar emociones intensas. He podido cantar su trilogía de cantatas varias veces, incluyendo Catulli Carmina (Cánticos de Catulo), Trionfo di Afrodite (El triunfo de Afrodita) y especialmente Carmina Burana (Cánticos de Beuern). Interpretar el rol del Cisne ha sido un gran desafío, pero también una experiencia profundamente gratificante.
Desde la primera vez que escuché esta obra, supe que quería interpretarla. El Cisne, con su registro agudo y su carga emocional, me atrajo profundamente. Recuerdo haberle comentado a mi maestro Enrique Jaso mi deseo de interpretar este rol, a lo que él, con su característico humor, respondió: “Ay, m’hijito, pues no te hagas pato”. Afortunadamente, mi sueño se hizo realidad y pude debutar en el Palacio de Bellas Artes gracias a la guía de mi maestro Francisco Araiza. Ahí estuvo el maestro Jaso arrojándome sus inolvidables claveles rojos.
El rol del Cisne de Carmina Burana demanda una gran técnica vocal, ya que el registro es muy exigente y la interpretación debe ser muy precisa. Además, la carga emocional del texto es intensa y requiere una gran concentración para transmitir la tristeza, la melancolía y el dolor del personaje.
Al interpretar el Cisne, me veo reflejado en su historia. El Cisne, en su agonía, representa nuestra propia fragilidad y la pérdida de nuestra inocencia. Esta reflexión me ha llevado a valorar más la vida y a buscar la belleza en las pequeñas cosas.
Aunque en la partitura Carl Orff pide que sea interpretado “irónicamente”, cuando lees el texto entras en un estado melancólico y nostálgico al recordar el Cisne cuán hermoso era, cuán bello era su plumaje, cuán blanco y puro era; después de la tristeza y la melancolía, pasas al dolor al ver su cuerpo y todo él girando y cada vuelta es más dolorosa y sus gritos son más penetrantes; es el color justo y desgarrador que pensó Carl Orff: la tesitura perfecta de tenor agudo, la estridencia, la frecuencia ostinante del dolor y un tenor luchando por poner la voz alta es la combinación perfecta.
Lo difícil también es que la parte dramática del texto ha estado a punto de hacerme un nudo en la garganta, al punto de no poder seguir, a pesar de que dura solo 3 minutos. Necesitas mucha concentración, un equilibrio de lo vocal y un balance del dramatismo; el tercer texto es tremendo porque el Cisne se ve a sí mismo ya muerto, rostizado, en una bandeja de plata, viendo y oyendo a los comensales que con sus dientes lo esperan para devorarlo.
Esto suena quizá muy cursi para algunos: ¿cómo ponerse triste por un animalito? Yo pienso que ese animalito somos nosotros mismos y cómo al pasar el tiempo hemos manchado nosotros mismos nuestros hermosos plumajes. Alguna vez, así me vi a mí mismo: como ese Cisne rostizado, esperando a que me devorasen. En mi opinión, esa es la parte seria, triste y digna de reflexionar, para darnos la oportunidad y el valor de enderezar nuestras propias vidas y poder recobrar esa hermosura que hay en nuestro espíritu, en nuestra mente, en nuestras almas. Yo lo he encontrado a través de Dios. El Cisne, a partir de mi debut en Bellas Artes, me ha abierto muchísimas puertas en México y en Europa.
Además de ese reconocimiento, también has recibido otros premios y distinciones a lo largo de tu carrera, incluso desde que estabas en México. ¿Cómo te han motivado estos logros a seguir adelante?
Los reconocimientos que he recibido a lo largo de mi carrera, tanto en México como en el extranjero, han sido un gran estímulo. Cada premio es un reflejo del esfuerzo y la dedicación que he invertido en mi trabajo, y eso me motiva a seguir superándome.
Es cierto que toda carrera artística tiene sus altibajos, y yo no soy una excepción. He enfrentado desafíos y momentos difíciles, pero los reconocimientos me han recordado la importancia de perseverar y seguir mis sueños.
Ahora, para mi visita a México me siento muy honrado de haber sido seleccionado para recibir un nombramiento Doctor Honoris Causa; y también hace unos días el Consulado de México en Fráncfort del Meno me hizo saber que me honrarán con el premio «Mexicano Distinguido 2024», otorgado por el Instituto de Mexicanos en el Exterior (IME) a través de la Secretaría de Gobernación. Estos reconocimientos son un homenaje no solo a mi carrera, sino también a todas las personas que me han apoyado a lo largo de este camino.
¿Cómo describirías al público europeo en comparación con el mexicano? ¿Has notado alguna diferencia en la forma en que reciben tus interpretaciones o en que tú las ofreces en el escenario?
El público europeo tiene una ventaja muy grande sobre el público mexicano: en la sociedad europea, especialmente la alemana, los niños desde pequeños toman clases de algún instrumento, escuchan música clásica en casa, los papás llevan a sus hijos de manera frecuente a operas y conciertos de música clásica para niños.
Y esto no significa que tengan en mente que los niños se dediquen profesionalmente a la música; en algunos casos sí, pero en otros no. La música generalmente para ellos es parte primordial para la educación en Alemania. La educación tiene un nivel muy alto y la música juega un papel muy relevante en la vida de los europeos; muchos niños, jóvenes, o adultos incluso, pertenecen a coros amateurs, lo que les brinda un complemento a sus vidas. La mayoría de los adultos son grandes profesionistas y, por ende, los niños y los jóvenes son también futuros profesionistas con una educación muy elevada y con oídos muy educados. Por eso los teatros están llenos de gente que aman la música y que desde muy pequeños han escuchado grandes orquestas, grandes solistas instrumentales y grandes cantantes, lo que les permite tener un buen criterio de los conciertos que escuchan.
En Europa, especialmente en Alemania, la gente recibe muy bien una linda voz con expresividad e identifica de inmediato a un cantante con potencial y comienzan a seguirlo, aunque sea lejos el lugar donde se presenten. De igual forma, por eso los críticos tienen mucha sensibilidad. Por cierto, en la mayoría de los casos me ha ido muy bien con la prensa europea, gracias a Dios.
La escena operística europea es muy competitiva. ¿Cómo has logrado sobrevivir y destacar en este entorno y cuáles son los principales desafíos que enfrentas como cantante extranjero? ¿Crees que ser mexicano ha influido de alguna manera en tu carrera en Europa? ¿Has encontrado alguna ventaja o desventaja en ser percibido como un cantante latino?
La competencia en el mundo de la ópera europea es intensa. He participado en numerosas audiciones para conseguir cada oportunidad, y los estándares son muy altos. Sin embargo, en lugar de centrarme en competir con otros cantantes, prefiero enfocarme en mi propio desarrollo artístico.
He descubierto que los gustos de los directores y las casas de ópera son muy variados. Algunos buscan voces muy específicas, mientras que otros valoran más la versatilidad y la capacidad interpretativa. Mi experiencia me ha demostrado que, además de la voz, aspectos como la apariencia física y la habilidad actoral pueden influir en las decisiones de casting.
También pienso que he podido sobrevivir, como mencionas, por mi amplio repertorio de distintos estilos. Sin presunción, he cantado tanto en México como en el extranjero ópera tradicional, ópera moderna, zarzuela, musical, lieder, oratorios del barroco, del periodo clásico y contemporáneos; he cantado también música antigua y hasta gregoriano. De verdad que he sido muy afortunado. Entonces pienso que también esa diversa gama de repertorio me ha permitido establecerme en Alemania.
El ser mexicano al inicio no me permitió tener ventajas. Al contrario, ya que otros cantantes europeos pueden trabajar y vivir sin ningún problema en Alemania o en Europa porque pertenecen a la Unión Europea, siendo mexicano tienes que demostrar tu valía para poder quedarte. He tenido la inmensa alegría de que, cuando canto y la gente se acerca para felicitarme, recibo bonitos comentarios. Y también el hecho de ser latino ha tenido un buen impacto en mi carrera, incluso he recibido excelentes críticas de la prensa europea, resaltando el color, la expresividad y el temperamento latino.
Recuerdo con especial cariño una ocasión en la que el maestro Peter Schreier me elogió por mi “temperamento mexicano” al interpretar el ciclo Dichterliebe. Este reconocimiento me motivó mucho y me hizo sentir orgulloso de mis raíces.
¿Cuáles son las presentaciones que más recuerdas y por qué han sido significativas para tu carrera? Sabemos, por ejemplo, que has sido dirigido por batutas como la de Marco Armiliato y que has compartido el escenario con figuras como Edita Gruberova, Kurt Rydl, Giacomo Aragall, Plácido Domingo, Eva Lind o el mismo compatriota Francisco Araiza. ¿Qué aprendizajes te han dejado estas colaboraciones y cómo han influido en tu estilo interpretativo estas experiencias?
Existen varias presentaciones que han marcado un antes y un después en mi carrera. Mi debut profesional en Europa con la Zagreb Philharmonic Orchestra y el maestro Juan Trigos fue una experiencia inolvidable. Al saber de este proyecto, llamé a mi maestro Nicolás Rico y le dije que debutaría en Europa. Él, autor del Himno de Morelia y una persona que marcó el inicio de mi carrera, se alegró muchísimo. Lamentablemente, al poco tiempo de regresar a México, él murió.
Recuerdo también la ocasión que tuve de cantar el Stabat Mater de Dvořák dentro del marco del Bratislava Music Festival, pues fue muy significativa para mí; la orquesta era checa, el coro checo, el director también era checo, los otros solistas eran checos también, y yo era el único extranjero. El escenario era imponente, espectacular. Antes de nuestro ensayo general, recibí la llamada de mi hermana Ely, para decirme que mi madre estaba muy grave en el hospital; todo el día estuve con un nudo en la garganta, así hice el ensayo general de la mañana y el concierto por la tarde; irónicamente y como dice el texto, mi madre “Stabat dolorosa”, y al poco tiempo ella murió.
Al regresar a Múnich, días después de este concierto, puse uno de mis discos preferidos de música clásica; ese disco formaba parte de una colección (Clásicos de siempre) que yo compraba cada semana en el puesto de revistas de la calle de Regina, y cuál fue mi sorpresa al ver que fue grabado en la misma Concert Hall Reduta de Bratislava donde recientemente había cantado y con la misma orquesta. Nunca imaginé que algún día fuera a cantar en ese mismo lugar, con la misma orquesta de mi disco favorito.
Un concierto que también ha sido especial para mí fue la celebración de la vez que canté mi Carmina Burana número 100, en la Residencia de los Reyes de Baviera y muy honrado de contar con la presencia de los representantes de la Carl Orff Stiftung.
¿Cuáles son tus próximos proyectos en Alemania y otros países europeos para fin de año y cómo te preparas para ellos? ¿Qué expectativas tienes para tu inminente visita a México?
Próximamente tengo invitaciones para cantar con la Bayerische Philharmonie Orchester y un concierto con la Frankfurt Symphonieorchester. Después voy a México para cantar en el Palacio de Bellas Artes, regreso a Múnich para un concierto navideño y realizaré dos conciertos tradicionales de Año Nuevo con la Johann Strauss Orchestra, en Frankfurt.
Estoy muy feliz en compartirte que en enero 2025 realizaré mi debut en el Gewandhaus de Leipzig, una de las salas más icónicas de Europa; después tengo otro debut en el Kulturpalast de la Dresdner Philharmonie Orchestra. Realizaré luego una gira de Carmina Burana por Múnich, Nürnberg, Stuttgart y Bremen; seguirá un concierto en Suiza; funciones de La traviata, cantando el rol de Alfredo, en Bayern, Alemania; y una tournée de conciertos open air en diferentes festivales en verano 2025, entre otros compromisos.
Para mi preparación cuido mi alimentación, tomo mucha agua, duermo bien, vocalizo, hago un poco de bicicleta o camino mucho y, por supuesto, repaso los programas con los pianistas. Iré a México y esto siempre alegra mi corazón. Pienso que será un gran concierto y estoy muy emocionado de cantar en Bellas Artes en su 90 aniversario.
¿Cómo visualizas tu evolución no solo como cantante, sino en general como artista a lo largo de estos años, desde que realizamos una entrevista anterior para Pro Ópera cuando eras parte del cuarteto de solistas Arveiros? ¿Qué aspectos de ti han madurado y cuáles son tus principales objetivos para el futuro?
Mira, yo estoy muy tranquilo por la evolución que ha tenido mi carrera, porque a pesar de las diversas situaciones —enfermedades, crisis emocionales o la propia COVID—, hasta este momento gracias a Dios he podido estar activo, cantando de todo: ópera, oratorios y principalmente muchos conciertos con diversos festivales y orquestas en Europa, lo cual no es fácil. Por eso me siento muy contento, porque también he podido tener un equilibrio en mi vida con mi carrera y con mi familia.
Recuerdo que cuando nos hiciste esa linda entrevista con el cuarteto Arveiros con mis muy queridos amigos AR (Armando Gama), VE (Verónica Alexanderson) e IR (Irasema Terrazas) fue precisamente el momento en que me surgieron las oportunidades para emigrar a Europa. Fue muy difícil para mí esa etapa, pero lo tenía que hacer.
En ese tiempo estaba con mucha actividad en México, con hermosas oportunidades, pero lo dejé todo: dejé a mi esposa, mi familia, mi madre enferma, mi trabajo y me fui sin becas y sin ayuda alguna; fue en el invierno de 2007, en la central de trenes de Múnich, cuando estaba solo, mirando por primera vez cómo caía la nieve, con la incertidumbre, pero a la vez con confianza y esperanza, aferrado a mis dos maletas, repletas de sueños, unos cumplidos, otros frustrados o esfumados y unos más que ni siquiera había soñado o imaginado, pero que se han ido realizando.
La verdad es que todo lo que me ha sucedido ha sido para bien, y las experiencias que he tenido me han servido para tener un mejor enfoque de mi carrera, de las personas, de las situaciones, pero sobre todo he aprendido a celebrar la vida, a Dios, la vida de mi familia, de mis amigos, la vida de mi hijos, disfruto verlos crecer, y he aprendido a atesorar y a amar más a mi esposa, Claudia Quiroz, que ha estado conmigo y me ha apoyado en las muy malas, en las malas, en las buenas y en las muy buenas también. Creo que he sido muy afortunado.