
La 62ª edición del Concurso Viñas en Barcelona

Los ganadores del Concurso Viñas de Barcelona © Antoni Bofill
Enero 26, 2025. Siempre con gran participación de concursantes de varios países se llegó a una final, el 24 de enero, con 17 cantantes, de los cuales hubo sopranos, tenores, barítonos, dos bajos y una mezzo, ningún contratenor, y nacionalidades diversas (Corea del Sur, los Estados Unidos, el Reino Unido, Italia, Rumania, Rusia y Ucrania), cada uno con dos arias o fragmentos y acompañados por cuatro pianistas que se alternaron.
Finalmente fueron premiados seis, también con premios extraordinarios diversos. El premio del público fue para uno de los ganadores, el barítono Mihai Damian, y la soprano Silvia Cortolezzis, que quedó como finalista.
Mientras se esperaban los resultados hubo en la misma sala del Liceu un pequeño concierto por Olga Kulchynska, ganadora del primer premio hace diez años, y el pianista Rodrigo De Vera, que ofrecieron obras de Mozart, Puccini, una canción tradicional de Ucrania, dos números del ciclo El combat del somni del compositor catalán Federico Mompou, y un aria de zarzuela de Federico Moreno Torroba, muy satisfactorio.
El concierto de los ganadores, clausura del Concurso, y al que nos referimos en esta nota, contó con la colaboración de la Orquesta del Liceu dirigida por David Montané. Como ahora se transmite por streaming, se ha hecho una escenografía bastante sobria y mínima, y se contó con una presentadora, con lo que se logró agilizar la entrega de premios y demás, sin pausa, y fue el acto más corto que recuerde (algo positivo, aclaro).
Tras una versión discreta de la obertura de Le nozze di Figaro, marcando ya la poca diferenciación de dinámicas y la predilección por los forte, que perjudicaron los fragmentos más íntimos y los pocos cantantes que intentaron matizar su canto, se presentó el tenor Michael Butler, que mejoró su impresión de la final, si no por otra cosa, por una mayor reserva en una gesticulación que entonces calificar de exuberante habría sido un eufemismo. Hubo algunos problemas de afinación en zona aguda e irregularidades en el timbre. Cantó mejor ‘Una furtiva lagrima’ que ‘Tombe degli avi miei’ (ignoro por qué dos arias de Gaetano Donizetti).
Siguió otro tenor, Lukas Norvell, que también estuvo más afortunado que en la final con una versión estentórea del aria de McDuff de Macbeth y una también extrovertida de ‘È la solita storia del pastore’ de L’arlesiana de Francesco Cilea. Siguiendo con los tenores, apareció el premio Mozart y cuarto galardonado, el ruso Egor Zhuravskii, que para mí ha sido lo mejor de este concurso, elegante, refinado, técnicamente capaz, de pianísimos alados y de óptima dicción en ‘Un’aura amorosa’ de Così fan tutte y ‘Dies Bildnis’ de Die Zauberflöte.
El pianista Marcos Madrigal se encargó de acompañar la proyección de la totalidad de premios con dos piezas de Serguéi Rajmáninov.
El tercer premio y último tenor fue el mejor de los países anglosajones, Robert Lewis. Cantó una excelente versión del aria de Lenski de Eugenio Oneguin de Piotr Ílich Chaikovski y otra de ‘Ah,lève toi soleil!´de Roméo et Juliette de Charles Gounod, muy bien expresada, pero lo que arrebató al público fue el sensacional agudo final, bien emitido, sostenido y agrandado.
El segundo premio fue para el barítono Mihai Damian, que tiene una excelente voz y cantó dos arias de Giuseppe Verdi, “la muerte de Posa” de Don Carlo y ‘Eri tu’ de Un ballo in maschera. Desde mi punto de vista lo tiene todo para triunfar si logra transmitir algo más que belleza vocal y potencia (los gestos convencionales ayudan en un concierto menos que en el escenario y no persuaden).
Finalmente, actuó la soprano sudcoreana Gloria Jieun Choi, primer premio, que también puso de manifiesto la lozanía e importancia de sus medios —de color impersonal— y quedó más cerca de lo satisfactorio en la entrada de Elisabeth de Tannhäuser de Richard Wagner que en la dificilísima ‘Tu che le vanità’ de Don Carlo de Verdi, en la que demostró, además de una “erre” fastidiosa, que no tiene un verdadero registro grave y cuyas medias voces fueron más bien insinuadas.
En general, salvo Zhuravskii y por momentos Lewis, todos parecieron quedarse en la superficie de los autores y trozos seleccionados.
El sexto premio fue para la soprano coloratura italiana Sabrina Sanza, que cantó bien las arias de Gilda y Norina, aunque dentro del nivel alto parejo de los finalistas tal vez había algunos otros tan premiables como ella.
El quinto premio fue para el bajo-barítono inglés Ossian Huskinson, que demostró su buen hacer como mozartiano con Fígaro y Leporello (en la prueba final se había demostrado además adecuado intérprete de Chaicovski).
En cuarto lugar se colocó la que para el abajo firmante es una de las dos voces y personalidades más interesantes de esta edición: el bajo-barítono estadounidense Christian Pursell, que cantó Dandini de La Cenerentola y la cavatina del protagonista de Aleko de Rajmáninov. Excelente timbre, técnica y estilo que había demostrado aún más en la final con la entrada de Maometto Secondo de Rossini y el aria del Tambor Mayor de la olvidada Le Caïd de Ambroise Thomas.
En el tercer lugar se ubicó el otro premio del público, la soprano portuguesa Silvia Sequeira, la más voluminosa de todas las escuchadas, aunque en ópera italiana queda bastante por pulir (lo demostró en la final en ‘Tu che le vanità’ de Don Carlo, y en el concierto en el aria del primer acto de La Wally de Catalani), mientras pareció más cómoda y con mejores resultados en ambas ocasiones con ‘Dich teure Halle’ de Tannhäuser.
El segundo premio y los premios especiales de lied fueron para la soprano rusa Mira Alkhovic, que cantó de modo inmejorable dos lieder de Schubert acompañada al piano por Rodrigo de Vera y también la escena de la carta de Tatiana de Eugenio Oneguin, de la que dio una lectura impresionante pese a la orquesta.
El primer premio fue atribuido ex aequo a la mezzo brasileña Marcela Rahal, que estuvo bien sin más en la Habanera y la entrada de Isabella de L’Italiana in Algeri (aunque mejor que en el aria de El barquillero de Chapí y la entrada de Dalila en el segundo acto de la ópera de Saint-Saëns en la final), y al tenor neozelandés Filipe Manu, un tenor lírico hecho y derecho, de buen estilo y técnica, aunque su color de voz no sea particularmente bello ni brillante, que defendió muy bien ‘Una furtiva lagrima’ y el aria de Roméo del segundo acto de la ópera de Gounod (que ya había cantado en la final junto con un muy estimable ‘Spirto gentil’ de La favorita de Donizetti).