Agrippina en Miami

Escena de Agrippina en Miami © Daniel Azoulay

Mayo 14, 2022. Han sido varios los condicionantes e ideas que el director de escena Jeffrey Marc Buchman ha tenido en cuenta para esta Agrippina de Händel, una nueva producción de la Gran Ópera de Florida. En primer lugar, la historia y arquitectura del propio edificio donde las representaciones iban a tener lugar. Se trata del Scottish Rite Temple de Miami, un soberbio edificio construido hace un siglo en estilo Art déco a instancias de la hermandad masónica de la ciudad. Durante sus 100 años de historia, el templo ha atravesado diversas vicisitudes, siendo una de las más dramáticas los graves daños causados en 1992 por el huracán Andrew. Con las obras de restauración posteriores se descubrió un pequeño foso para la orquesta y se puso en valor un conjunto de más de 50 telas pintadas, que en el pasado servían para decorar el escenario durante las celebraciones de la hermandad masónica. Algunas de ellas fueron usadas en esta representación utilizando para su soporte la propia tramoya original del teatro.

Inspirado por la popular serie de Netflix Bridgerton, Buchman sitúa la acción en el Período de Regencia británico a comienzos del siglo XIX, y el rico vestuario diseñado por Howard Tsvi Kaplan reproduce con fidelidad la moda de esa época. El tercer ingrediente de esta producción son los años dorados hollywoodenses. Tomando como referente a Cecil B. DeMille, que estrenó su película Cleopatra en 1934, Buchman imagina un set de rodaje como los que conoció Hollywood en los años 30 del pasado siglo, de forma que los personajes de la ópera son actores de una producción cinematográfica y se desenvuelven, a veces con toques humorísticos, entre cámaras, luces, focos y asistentes de rodaje que les hacen indicaciones mientras cantan y les retocan el maquillaje entre arias. 

En ocasiones, las escenas transcurren como ensayos previos a la grabación del filme, con los personajes leyendo de sus libretos. Los cambios de escena tienen lugar a la vista del público. La iluminación de Stevie Agnew acertó en su esfuerzo por otorgar variedad a una escena que, en ausencia de decorados, apostó por la luz, el vestuario y la diversidad de elementos de atrezo.

Pasando al elenco vocal, la soprano norteamericana Christine Lyons brilló en el papel que da título a la ópera como la madre que es capaz de cualquier cosa con tal de conseguir el trono para su hijo. El generoso vibrato de sus primeras intervenciones dio paso a una voz más asentada y rica en matices, como en el aria del primer acto ‘Ho un non sò che nel cor’, con pasajes de perfecto acompañamiento de la cuerda al unísono con la voz. En el segundo acto destacó ‘Pensieri, voi mi tormentate’, con una estructura más próxima al rondó que al aria da capo, y que fue ejecutada con magnífico filado vocal y excelente acompañamiento del oboe.

La también soprano norteamericana Flora Hawk interpretó el papel de Poppea con seguridad escénica y excelentes cualidades vocales. ‘Vaghe perle, eletti fiori’ y ‘Se giunge un dispetto’ fueron dos de sus arias más destacadas.

Nerone, hijo de Agrippina y candidato al trono, fue interpretado por el tenor Kenneth Tarver. Cantó con voz potente y realizó con solvencia las agilidades vocales que le exige su papel, destacando el aria ‘Quando invita la donna l’amante’. El bajo-barítono Neil Nelson fue un destacado Claudio, de voz expresiva y generoso vibrato. Sus compañeros de cuerda Christopher Humbert Jr. y Erik Danielson estuvieron acertados en sus respectivos papeles de Pallante y Lesbo, especialmente este último, cuyas excelentes cualidades vocales están demandando papeles de mayor entidad. 

Más flojos desde un punto de vista vocal estuvieron la mezzo Stephanie Doche en el papel de Narciso y, sobre todo, el contratenor Brennan Hall, caracterizado como Ottone, cuya voz resultó justa, incluso para las reducidas dimensiones del teatro. A pesar de ello, defendió bien su aria del segundo acto ‘Voi che udite il mio lamento’, cuya desnudez escénica en términos de decorado y atrezo contribuyó a muovere gli affetti.

Al frente del pequeño grupo orquestal, la directora Jeri Lynne Johnson realizó un buen trabajo de concertación, sobre todo teniendo en cuenta la localización de los músicos: 10 de ellos en el foso, el continuo (clave, cello y tiorba) a la derecha, a la altura de las primeras butacas de patio, y dos trompetas en el balcón derecho. La plantilla fue adecuada al espacio disponible y a las dimensiones de la sala, con un buen resultado acústico. Los números de conjunto, como ‘Di timpani e trombe’, en el segundo acto, o ‘Lieto il tebro increspi l’onda’, en el tercero, sonaron con brillantez. Esta versión prescindió de un buen número de los da capo de las arias, por lo que la duración total se redujo a dos horas y media, incluido un descanso. Con este título se clausuró con éxito la 80ª temporada de la Gran Ópera de Florida.

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