?? Amour à Paris y Rigoletto, via streaming

Como bien se sabe a estas alturas, la pandemia —ocasionada por el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad Covid-19— ha transformado en forma sustancial las actividades operísticas en todo el mundo, cuando no simplemente ha propiciado la cancelación de múltiples programaciones.

Encontrar cierta viabilidad artística, financiera y sanitaria en medio de la crisis ha sido un reto para instituciones, compañías y otras instancias productoras, algunas de las cuales han mantenido su presencia a través de la virtualidad, que permite la tecnología y el uso propicio de ella para fines estéticos.

En México, una de las asociaciones que se ha mantenido activas con varios programas operísticos presentados al público vía streaming es Escenia Ensamble, bajo la dirección artística de Ragnar Conde.

Apoyado por la beca «México en escena» del Fonca, este colectivo ofreció durante meses pandémicos el segundo inciso de su ambicioso proyecto de adaptaciones operísticas infantiles (más de 20 títulos para los años venideros): La flauta mágica. Esta producción, bajo la simpática guía del ajolote TrasCandilejas y el águila Aguilardo del Ala Ancha, llegó incluso a presentarse como parte de la programación del pasado Festival Internacional Cervantino, celebrado en forma virtual.

En lo que va de 2021, Escenia Ensamble también ha concretado “funciones” de Amour à Paris y Rigoletto de Giuseppe Verdi en una adaptación para cinco personajes.

En el primer caso, con funciones los fines de semana del mes de febrero, se trató de un espectáculo multidisciplinario que fusionó el teatro y la música vocal romántica francesa del siglo XIX, que parte de una suerte de pintura viviente que surge de Terraza de café por la noche del célebre Vincent Van Gogh. Los dos personajes de la historia, Paula y Antonio, aparecen vestidos y maquillados de tal forma que parecieran ser parte del cuadro que los enmarca y que hacia el público se proyecta pleno de impresionismo, color e ímpetu amoroso.

En un restaurante parisino, una mesera mexicana con aspiraciones de artista espera a un posible sujeto de su amor en encandilado estatus de enamoramiento. Ella recuerda su pasado emocional, repasa un presente en soledad, y se dice abierta a ese sentimiento capaz de transformarla desde su interior.

La espera no es demasiada, ya que un comensal que la ha observado —también mexicano— pronto se apunta como candidato. Aunque debe resolverse antes su situación sentimental, que tiene un inciso en nuestro país y que lastima en presente a la mesera y a él mismo. El final feliz, sin embargo, aguarda a los protagonistas quienes, no sin evocaciones de nostalgia y buen humor, logran conquistar la atención y acaso el corazón de los espectadores.

La historia no solo se construye, pues, de diálogos, sino que se entreteje a través de pasajes musicales de diversos compositores que conforman el catálogo francés, permitiendo que esos otros autores reflejen sus emociones y le den un significado vital, sonoro, a sus artes.

Todos esos sabores, esas gradaciones de los sentimientos, se dan en apenas un rincón de esta terraza de café, conceptualizado tanto en escenografía (Alejandro Rocha) como en vestuario y caracterizaciones (Manuel Ancira).

Dicho espectáculo, idea, dirección y dramaturgia de Conde, que originalmente surgió como una propuesta para la Escuela Bancaria y Comercial y que posteriormente se convirtió en un proyecto apoyado por el Fonca y por tanto presentado en diversos foros del país, esta vez contó con la participación de la soprano Ana Rosalía Ramos, del tenor Alonso Sicairos-León y de la Camerata Escenia, bajo la dirección musical de Józef Olechowski, quien también colaboró al piano y con los arreglos musicales.

Por lo que respecta a Rigoletto —proyecto que en estos momentos todavía puede verse en el canal de Escenia Ensamble en YouTube—, se trata de una aproximación en trece fragmentos a esta referencial ópera verdiana, pero con una sórdida pinta urbana de home video. Los primeros planos a rostros y acciones lúgubres configuran una ambientación tóxica, opresiva e incluso horrorosa.

En términos generales, este Rigoletto ofrecido como una miniserie que transita entre el noir y el gore, con adaptación a cinco personajes de Francisco Méndez Padilla, dista de ser la mejor carta de presentación de Escenia Ensamble, aunque sí quizá sea la más osada, pues no solo la dirección de cámara enfrenta numerosos problemas de movimiento y continuidad, sino que, principalmente, el elenco participante interviene con actuaciones de irregular calidad, lo mismo en lo vocal que en lo histriónico.

El barítono Ricardo López (Rigoletto), la soprano Ana Rosalía Ramos (Gilda), el tenor Alonso Sicairos-León (Duque), el bajo José Luis Reynoso (Sparafucile) y la mezzosoprano Frida Portillo (Maddalena) entregan un esfuerzo evidente para alcanzar la credibilidad artística; sin embargo, se topan con retos insalvables (el concepto, las limitaciones de recursos tecnológicos y locaciones) que conducen el proyecto, bajo la coordinación artística también de Ricardo López, al territorio kitsch, en el que, además, la falta de sincronía entre las actuaciones y el audio, así como los continuos cortes para fragmentar los pasajes musicales, hacen perder el interés dramático y musical, apartado este último a cargo de Sergio Vázquez al piano. Prueba de ello es que los primeros capítulos tienen muchas más vistas que los números finales, a los que quizá no todo el público llegó.

De cualquier manera, la programación constante ofrecida por Escenia Ensamble constituye a esta asociación como un colectivo con gran inquietud artística y que no se pasmó con la pandemia, como ha ocurrido con tantos casos. Es evidente que algunas de sus producciones tienen mejor inicio y acabado que otras, como ocurre con cualquier otra compañía y empresa musical y operística.

Compartir: