Anna Bolena en Génova

Raffaella Lupinacci como Giovanna Seymour en Génova © Marcello Orselli

Febrero 18 y 19 del 2022. Anna Bolena es el último título visto en este escenario del proyecto llamado “Tres reinas por una escena” que consistió en la escenificación en temporadas anteriores de la trilogía Tudor de Donizetti, y que comenzó con Roberto Devereux y continuó con Maria Stuarda. 

Se trata de una coproducción entre el Teatro Carlo Felice de Génova y el Teatro Regio de Parma, encargada al director de escena y en su momento destacado barítono Alfonso Antoniozzi, cuya idea se centró en los actores en escena, más que en la trama misma, colocando, como él mismo lo describiera, un “lente teatral” que magnificó la conciencia, los sentimientos y estados de ánimo de los personajes. Se trató de un trabajo de mucha actuación y gestualidad escénica. 

Con transmisiones al fondo del escenario, una enorme tarima fija en el centro, estática y rígida, de Monica Manganelli, en un ambiente de iluminación oscura y lúgubre de Luciano Novelli, y una debatible elección de atuendos de diferentes épocas, de Gianluca Falaschi, donde solo Anna Bolena vestía acorde al tiempo que indica el libreto, así fue el marco escénico en el que lució más la parte musical de Donizetti. 

El día del estreno hubo un destacado elenco, encabezado por la soprano estadounidense Angela Meade, consagrada intérprete belcantista, muy apreciada en Italia, quien dio un manejo fulgurante a su voz, con uniformidad, grato color de timbre, elegancia, dicción y agudos, para un desempeño muy completo y sobresaliente. También el Lord Percy de John Osborn sobresalió. Es un intérprete todo terreno, casi infalible, que canta siempre con certeza y dominio cada papel que tiene enfrente. Sonia Ganassi en el papel de Giovanna Seymour dejó constancia de por qué sigue vigente como gran cantante. Bien estuvieron el Enrique VIII del bajo Nicola Ulivieri, y el Smeton de Marina Comparato.

En la matiné del día siguiente le tocó su turno al elenco alternativo, término a mi entender erróneo porque hace pensar que tiene cantantes menos experimentados, cuando en realidad, en obras como ésta, los retos y dificultades por afrontar son los mismos. Los cambios inesperados hicieron que Angela Meade cantara el papel principal menos de veinticuatro horas después del estreno, y lo hizo con compromiso y seguridad, con las cualidades ya señaladas. Una labor encomiable, por no decir asombrosa. 

El papel de Giovanna Seymour, en cambio, fue interpretado por la mezzosoprano Raffaella Lupinacci, un nombre en el panorama italiano lírico belcantista, quien cantó con precisión, colorida musicalidad, un matizado timbre oscuro, bien manejado, y al servicio del personaje, en el que logró meterse en su piel, logrando una personificación completa y convincente del mismo. El Lord Percy de Antonino Siragusa agradó por la calidez que imprimió a su canto, con un timbre claro y voz flexible. Sofía Koberidze fue un grato descubrimiento como Smeton, por sus buenas cualidades vocales, y el bajo Alessio Cacciamani cantó y actuó con aplomo a Enrique VIII. Roberto Maietta como Lord Rochefort y Manuel Pieratelli, como Sir Harvey, cumplieron de manera correcta en ambas funciones. 

Un punto de fortaleza del teatro es su coro, que ofreció certeras y seguras intervenciones, a pesar de que su ubicación sobre el escenario no fue siempre la ideal; y sobre todo la orquesta, que mostró consistencia en cada una de sus secciones, creando un adecuado marco musical, bajo la dirección del maestro Sesto Quatrini, quien con mano segura y una constante búsqueda de los timbres y dinámicas elevó a un primer plano la lucida partitura.

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