Ariodante en Valencia

Ekaterina Vorontsova como Ariodante en el Palau de les Arts de Valencia © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce

Marzo 4, 2022. La historia lírica del Palau de Les Arts valenciano arrancó con bombo y platillo en 2006. Al impactante edificio de nueva planta, con cuatro salas diseñadas para acoger espectáculos diversos, se unía un potente músculo económico y la ambición de situar en el mapa lírico a esta gran ciudad de la ribera mediterránea. Apenas un par de temporadas posteriores al inicio, con un Fidelio que aún alegra la memoria de quienes estuvimos en alguna de aquellas funciones, Les Arts incursionó en el repertorio barroco, con la ópera Orlando de Händel en una producción de la Royal Opera House londinense firmada por Francisco Negrín y con la dirección musical de Eduardo López Banzo. 

Desde ese 2008 no ha dejado de programar óperas barrocas, aunque sea a cuentagotas. En 2012 se aplaudió Dido and Aeneas de Purcell, en una puesta en escena de Philipp Himmelmann y bajo la dirección musical de Juan Luis Martínez; en 2013 le tocó el turno a una de Vivaldi (L’incoronazione di Dario) con dirección de escena de Davide Livermore y musical de Federico Maria Sardelli; en 2015 llegó Silla de Händel (con escena de Alessandra Premoli y musical de Fabio Biondi); y el año pasado fue William Christie con Les Arts Florissants y Le Jardin des Voix quienes pusieron en pie, en una versión semi escenificada firmada por Sophie Daneman, la ópera Partenope de Händel.

Es cierto que este Ariodante llega a Les Arts en una producción que ha recorrido el mundo desde que se estrenó en el verano de 2014 en el Festival de Aix-en-Provence y después viajara a las ciudades sede de las instituciones coproductoras: Ámsterdam (De Nationale Opera & Ballet) y Toronto (Canadian Opera Company) en 2016; y Chicago (Lyric Opera) en 2019. En todas ellas la propuesta escénica de Richard Jones ha cosechado elogios de la crítica y aplausos del público. Valencia no es la excepción, pues Jones narra el embrollo de los personajes con claridad. El malo es muy malo (Polinesso), el bueno es muy bueno (Ariodante) y la virtuosa es muy virtuosa (Ginevra)… pero en los últimos dos minutos, tras más de tres horas de música escénica, le da la vuelta a la historia mostrando a una joven empoderada que, harta de la sociedad machista-paternalista en la que vive, da un portazo y dice, metafóricamente, ¡ahí se quedan!

Jones traslada la acción de la época medieval-legendaria del original hasta unos años más recientes, entre finales de los 60 e inicio de los 70 a juzgar por el vestuario un tanto flower power, manteniéndola en la Escocia del original. Para recordarnos eso está el kilt del personaje del Rey de Escocia y las melenas pelirrojas de Ginevra y algunos figurantes. Sitúa toda la acción en un escenario único (diseñado al igual que el vestuario por Ultz), que no es más que el interior de una casa modulada: cocina-salón-dormitorio. Todo es funcional pero se torna visualmente aburrido tras tres horas de representación. La iluminación, correcta (Mimi Jordan Sherin), y la clarificadora coreografía de las marionetas (Lucy Burge) son un suma y sigue para el espectáculo. El movimiento de actores también es otro aliciente de esta producción, dosificados y realizados para una acción concreta.

El reparto vocal, sobresaliente en general, estuvo encabezado por la soprano canadiense Jane Archibald y la mezzosoprano rusa Ekaterina Vorontsova. Archibald fue una Ginevra exultante, potente vocal y escénicamente, siempre afinada y ágil. Vorontsova encarnó a Ariodante con voz de timbre aterciopelado, de caudal modesto pero bien proyectado y con una gran capacidad expresiva. Como Dalinda, la estadounidense Jacquelyn Stucker dio muy buena cuenta del personaje que enrolla y desenrolla el libreto, la única capaz de actuar según le convenga a ella misma. Stucker cantó con buen gusto y bella voz sus arias. 

El contratenor francés Christophe Dumaux (Polinesso) mostró músculo con su poderosa voz, facilidad para las agilidades y entrega en la faceta actoral. El tenor estadounidense David Portillo hizo de Lurcanio (hermano de Ariodante), el más creíble de los personajes. Voz de calidad, trabajada y bien utilizada, consiguió sobresalir entre los solistas. El bajo Luca Tittoto encarnó al Rey de Escocia (padre de Ginevra) con comodidad vocal y soltura escénica, sin ir a la saga el tenor Jorge Franco en el comprimario Odoardo. 

Andrea Marcon dirigió a la Orquestra de la Comunitat Valenciana con oficio de veterano. No hubo fuegos pirotécnicos ni falta hicieron. La partitura de Händel es oro y se hace notar cuando, como hizo Marcon, se lleva con juicio y mesura. Al final, el público aplaudió con entusiasmo a todos los que comparecieron a esta segunda función de las tres programadas.

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