Concierto de Camilla Nylund y Christian Thielemann en Milán

Camilla Nylund con la Orquesta de la Scala dirigida por Christian Theilemann © Brescia e Amisano

Noviembre 25, 2021. El concierto inaugural de la temporada sinfónica de la Orquesta Filarmónica del Teatro alla Scala le fue confiado a la batuta de Christian Thielemann, llamado para sustituir al indispuesto Esa Pekka-Salonen, y que volvió a dirigir a la agrupación de la Scala después de casi 30 años de ausencia. 

Al comienzo del programa, Camilla Nylund propuso los Vier Lieder op. 27 de Richard Strauss (que no deben confundirse con los Vier Letzte Lieder, planeados originalmente). Los cuatro Lieder clasificados como Op. 27 fueron compuestos en 1894, en el momento del compromiso de Strauss con su futura esposa Pauline, y que se convirtió en un regalo de bodas. Más tarde fueron orquestados por el compositor después de su borrador original para voz y piano. Aunque algunos musicólogos los consideran un verdadero ciclo de lieder concluido como tal, a menudo se han realizado de forma aislada (basta solo pensar en el más famoso de los cuatro: ‘Morgen’) o, en otras ocasiones, como en esta velada en La Scala, en un lugar diferente respecto a la edición impresa. 

Aquí, Nylund los interpretó con gran profesionalismo y dedicación. Con una línea de canto limpia, pero también muy esculpida, la soprano finlandesa, que entre otras cosas es una excelente conocedora del repertorio straussiano, extrajo con inmediatez y espontaneidad el significado oculto de estas piezas musicales de conmovedora belleza, canciones que gracias a la muy refinada y teatral conducción de Thielemann, nos proyectaron a unas décadas más adelante, es decir a la era de las grandes páginas operísticas del músico alemán. 

Pero el punto fuerte de esta inauguración estuvo representado por la Cuarta Sinfonía de Johannes Brahms, una obra maestra que encaja como un guante en la poética interpretativa de Thielemann. El director berlinés ya desde las famosas líneas con las que inicia el Allegro non troppo, le infundió alma a estas páginas inmortales con la Filarmonica della Scala, y les plasmó timbre y dinámica. Una interpretación siempre “adelantada”, con un Thielemann muy dispuesto en todo momento a evitar la rutina, incluso a costa de inesperados y excitantes destellos agógicos. El resultado: un éxito triunfal.

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