Concierto de Natalie Dessay en París

Natalie Dessay y Philippe Cassard, en el Théâtre des Champs Elysées

Mayo 22, 2023. Según se dice, este fue el concierto de despedida de la gran soprano. Si es así, es una gran pérdida. Tras su ausencia (interrumpida solo por algunas intervenciones teatrales de prosa muy exitosas y unas giras con canciones de Michel Legrand), no sé si actualmente resistiría una ópera entera y en más de una función, pero lo que sí sé es que su voz sonó fresca y más descansada que en sus últimas apariciones en la escena lírica (ópera o conciertos), que su magia está intacta (ese magnetismo especial de los auténticos grandes nunca se pierde), que su naturalidad y ausencia de divismo en la comunicación con el público también subsiste, o está incluso aumentada.

En este programa, titulado Paroles de femmes (Palabras de mujeres) y presentado en el Théâtre des Champs-Elysées, nos advirtió al comenzar que, un poco por seguir la moda (hubo quien no advirtió la ironía), en la primera parte había nombres famosos, pero de las esposas de los compositores, mientras que en la segunda nos dijo “ahora hablamos siempre de mujeres pero a través de hombres”. 

En realidad, lo que hizo fue hablar de todos nosotros, del amor, de otras ilusiones más o menos irreales, a través de una sapientísima concatenación de Lieder alemanes y mélodies y arias francesas, acompañada siempre por el excelente pianista Philippe Cassard, con quien el entendimiento fue total, y quien ejecutó a solas la ‘Élégie’ de Jules Massenet en la segunda parte, y en la primera la mucho menos conocida ‘Romanza’ op.21 de Clara (Wieck) Schumann, mientras la soprano lo escuchaba atentamente sentada a un costado del escenario. 

Empezó con tres Lieder de Fanny Mendelssohn, de los cuales el más conocido (como texto) fue el primero, ‘Suleika’, y los tres estuvieron muy bien por lo que se refiere a voz y piano, pero sin llegar a la temperatura emocional de todo lo que siguió. Me refiero a otras cuatro canciones de la Wieck-Schumann sobre textos de Friedrich Rückert y Heinrich Heine, y donde rayó ya a altísimo nivel, sea en ‘Liebst du um Schönheit’, ‘Sie liebten sich beiden’, ‘Warum willst du and’re fragen’ o en la última y sentidísima ‘Er ist gekommen’. 

Terminó la primera parte con tres composiciones de Alma (Schindler) Mahler (quien, pese a ser de armas tomar, se vio obligada a dejar de componer al casarse con Gustav), tan distintas de las otras y entre sí: ‘Bei dir ist es traut’, ‘Laue Sommernacht’ y la exquisita y ambigua ‘In meines Vaters Garten’. 

En la segunda parte, tras darnos una versión magnífica de ‘La chanson perpétuelle’ de Ernest Chausson, hizo montar la temperatura con su extraordinaria ‘Dame de Montecarlo’ de Francis Poulenc en la que supo conjugar, por el solo mérito de su fraseo y de su capacidad para cantar la última palabra en una interminable messa di voce (no, no miré el reloj como hacen muchos para establecer si un segundo más o menos permiten decidir la superioridad de una versión con respecto a otra). 

Y después apareció la ópera: primero algo tímidamente, con la canción de la torre de Mélisande (que interpretara en forma de concierto aquí mismo en 2005 con el inmenso Simon Keenlyside, que así dejaba de cantar Pelléas). Luego, una sorpresa: “Les voy a cantar un fragmento que merecería ser más conocido y ejecutado, que he siempre admirado (incluso cuando perdía en los concursos y quien lo cantaba se llevaba el premio), que no es para mi voz, pero me da lo mismo”: Y cantó, con algún ligero ajuste, su versión de la gran aria de Chimène en Le Cid de Massenet (‘Pleurez mes yeux’). 

Concluyó el recital con un papel que nunca tampoco llegó a interpretar: el aria de las joyas de Faust de Gounod (con los trinos menos definidos que otras veces, pero por lo demás relevante). Ante los aplausos, concedió también una novedad: la cavatina de la Condesa de Le nozze di Figaro de Mozart. Si fue un adiós, no pudo ser mejor. Pero a mí me parece que todavía podría ofrecer mucho. En todo caso, ‘chapeau, Madame’.

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