Der fliegende Holländer en Berlín

Escena de Der fliegende Holländer en la Staatsoper de Berlín

Mayo 18, 2023. Una función deprimente en un teatro de categoría como el Staatsoper Unter den Linden es doblemente deprimente, pero así sucedió con esta reposición de la primera obra aceptada por Richard Wagner para ser incluida en el Festival de Bayreuth. 

Es una ópera con muchas influencias, en particular de Felix Mendelssohn, pero el estilo del héroe destinado a fracasar ya se ve claramente. De más está decir que esta casa ha visto producciones de obras de Wagner de primerísima clase, con inolvidables funciones dirigidas por su ex director musical Daniel Barenboim. Incluso hubo una excelente producción de Harry Kupfer de esta misma obra con Barenboim. 

Pero ahora las cosas han cambiado y, en lugar de tal dúo brillante en todo sentido, se tuvo un director muy promocionado pero inexperto en ópera y una producción con alguna que otra buena idea pero que falló en la dramaturgia y en la marcación individual (Personenregie). La dirección orquestal comenzó a notar fallas desde el comienzo, las batutas fuertes exageradas, con desencuentros entre secciones, que luego se repetirían con los solistas y el coro, una lectura pesada y con pésimo fraseo que parecía una función amateur en un teatro de provincia con una orquesta que jamás había tocado Wagner. 

No se sabe la causa de tales desencuentros, ni tampoco la mala noche de una orquesta que por cierto está a la cabeza de las mejores orquestas alemanas. Mejor no especular demasiado, pero los justificados abucheos al final resultaron dolorosos. El director fue Matthias Pintscher, quien es también compositor. La dirección escénica fue confiada a Philipp Stölzl, de trayectoria desigual. La producción contó con un diseño tradicional con un enorme marco al fondo donde se desarrollaba la acción en el mar y con una sala grande donde la joven Senta leía la historia del Holandés. Se debe agregar que algo similar y mucho mejor hecho se vio en Bayreuth hace unos cuantos años. 

El coro de las Hilanderas se convirtió en un coro donde unas 15 mujeres con escobas barrieron esa misma sala, algo exagerado ya que la sala no es tan grande. Y hay que saber diferenciar entre verbos: barrer e hilar son acciones diferentes. Más tarde, Daland y el Holandés entraron a la misma sala vestidos estilo Biedermeir: Daland con sombrero de copa. Pero, ¿no acababan de entrar al puerto? Más tarde, cuando se anuncia que Senta y el Holandés están dispuestos a casarse, una figura (un doble del Holandés) se sienta sobre un sillón con Senta a su lado para dar la idea que está dispuesto a adaptarse a la vida burguesa. La idea no es mala, pero se presentó en forma tan torpe y con tantas cosas alrededor que la idea perdió foco y quedó como algo sin explicación. 

Gerald Finley como Holländer

Tampoco hubo buen tratamiento del coro con los hombres tambaleándose en su borrachera, una escena tan artificial que parecía salida de una pantomima de Navidad. Con una situación así, poco pudo hacer un elenco con baches. El bajo-barítono canadiense Gerald Finley canto un Holandés hosco, introvertido, la voz bien resonante y, a pesar de los tiempos superlentos impuestos por el director de orquesta, supo mantener una buena línea de canto. La soprano lituana Vida Miknevičiūtė no pudo con la compleja tesitura de Senta: el rol no le sienta a su voz, fallando en el registro bajo y medio y con un agudo poderoso pero metálico. 

Se anunció que el bajo checo Jan Martiník tenía y su voz sonó velada, pero su Daland tuvo presencia. Más que correcto resultó el Erik del tenor francés Stanislas de Barbeyrac, con voz plena, de bello color aunque de agudo apretado. Por su parte,la mezzosoprano rusa Marina Prudenskaya no tuvo ningún problema con el rol de Mary, que despachó con buena voz y actuación. El excelente coro de la casa coro tuvo serios desacuerdos con el director de orquesta y la orquesta, y pareció estar desmotivada. Una noche de ópera para olvidar muy rápido.

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