Dido and Aeneas en Houston

Mark Diamond y Abigail Fischer en Dido and Aeneas en Houston © Lynn Lane

Mayo 22, 2022. Fue en el 2018 cuando Ars Lyrica Houston, la orquesta de instrumentos antiguos y de obras de compositores del periodo barroco de esta ciudad, realizó su primer montaje escénico de una ópera, con Agrippina de Händel. 

Aunque en el pasado habían hecho obras en formato semi-escenico, el éxito de ese título llevó a la agrupación a ofrecer una ópera escenificada cada dos temporadas, plan que debió suspenderse por la inesperada cancelación de las dos temporadas anteriores con motivo de la pandemia. 

El ensamble llena un vacío en esta ciudad con un repertorio olvidado por otras asociaciones musicales locales. Se recuerda, por ejemplo, la producción del oratorio Saúl de Händel con la Ópera de Houston, hace algunos años, o Messiah del mismo compositor con la Houston Symphony, pero más allá de eso es difícil hacer un recuento de otra ejecución reciente de otro título antiguo. 

Ahora, Ars Lyrica Houston ofreció una elegante, atractiva e imaginativa versión de Dido and Eneas de Henry Purcell, el dramaturgo musical más importante del barroco inglés. En tan solo una hora de duración, Purcell optimizó sus recursos infundiendo a los textos de Nahum Tate un admirable refinamiento y pathos, bailables animados, coros, y una noble protagonista cuya trágica muerte fue trascendente. La historia está basada en el Libro IV de la Eneida de Virgilio, y es a partir de ahí —con apego al tiempo y a la trama del libreto— que la directora de escena y coreógrafa Catherine Turocy construyó y desarrolló un creativo trabajo escénico. Con algunas proyecciones de escenas alusivas al libreto, nunca invasivas, al fondo del escenario, la escena se centró en los personajes y el canto, y sus detallados y lentos movimientos, con adecuada iluminación de Christina R Giannelli. 

Un elemento importante que contribuyó al éxito visual y teatral fue la presencia de bailarines pertenecientes a la New York Baroque Dance Company, de la cual Turocy es directora artística. Los elegantes vestuarios, que dieron un toque de autenticidad al marco escénico por su aspecto romano antiguo, provenían también de la compañía de danza, diseñados por Marie Anne Chiment. Las pausadas coreografías se basaron en danzas atribuidas a coreógrafos ingleses que, a su vez, los retomaron de un sistema de danza abstracta desarrollado en la corte de Luis XIV, pero que fue adaptado a la música de Purcell. 

Los bailables de los personajes principales fueron también ideados por Turocy, de acuerdo a las convenciones escénicas de la época. Lo que se vio en escena, con pocos recursos, pero bien utilizados, además de dar un guiño a la antigüedad, creó en la audiencia una profunda simpatía cenestésica con la expresión de los intérpretes. 

El elenco fue muy satisfactorio, con la presencia de cantantes angloparlantes, especializados en el repertorio antiguo, que desarrollaron un preponderante trabajo escénico y vocal, comenzando con el virtuosismo y destreza en el canto de la soprano Abigail Fischer como Dido, con una voz oscura y la profundidad de una mezzo, que se mostró identificada con el personaje y conmovió con su plegaria final. El barítono Mark Diamond dio vida a un enérgico Aeneas, que imprimió a su canto vigor y suavidad cuando fue necesario. Alexandra Smither cantó con energía, brillo y agudeza, dando magnetismo al canto y al personaje de Belinda. Por su parte, el contratenor Nicholas Garza, fue un notable hechicero y espíritu, por canto y la caracterización con la originalidad de su vestuario. Muy bien el resto de los personajes, así como el invaluable aporte del coro Moores School Concert Chorale. 

En el foso Matthew Dirst, titular de la orquesta, dirigió a un compacto grupo de músicos desde el clavecín, y lo hizo con mano segura y estilo, resaltando el brío y la energía de la música. En sus colores y ritmo pausado el director/clavecinista mostró consideración por las voces.

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