Dido and Aeneas en Madrid

Escena de Dido and Aeneas en Madrid © Pablo Lorente

Enero 20, 2023. Dido and Aeneas de Henry Purcell es la gran ópera barroca del repertorio internacional, a pesar de que no tenemos seguridad de cómo fue en realidad en su estreno (1688). Eso permite abordarla desde diversas perspectivas. Y el Teatro Real, coproductor de esta nueva propuesta escénica, da muestras de ello al programar esta obra del siglo XVII hasta en tres propuestas diferentes en poco más de un lustro (en octubre de 2017 con régie de Rafael Villalobos y en abril de 2019 con régie de Sasha Waltz). Ahora tocó el turno a la propuesta escénica de la coreógrafa Blanca Li, directora a su vez de los Teatros del Canal y quien presentó este Dido and Aeneas con su compañía de danza, arropada musicalmente por la maestría de William Christie y su ensamble orquestal Les Arts Florissants. La producción después viajará a Barcelona, Compiègne y Versalles.

La parte musical fue una maravilla. Christie conoce la obra a fondo y eso le permite sacar lo máximo posible de ella y de su ensamble. El sonido de la orquesta evidenció su especialización en estos menesteres: suave, terso y con el volumen adecuado a las voces que acompañaron. La mezzosoprano Lea Desandre, de voz clara y homogénea, fue una sosegada pero contundente Dido y la soprano Ana Viera Leite, una expansiva Belinda, con voz luminosa y de buena proyección. El barítono Renato Dolcini interpretó dos roles: el héroe Aeneas y la Hechicera con su potente vocalidad, en ocasiones un tanto ruda en la emisión, pero redonda y comunicativa. El coro también estuvo a gran altura artística, de la que salieron las voces de los personajes comprimarios, como el Marinero (Jacob Lawrence).

La parte escénica no acabó de convencerme. La coreografía de Blanca Li parece atrapada en el hip hop dance que ella vio nacer a finales de los años 80 en las calles de Nueva York. Es llamativa y, en principio, no molesta al festín musical que es Dido and Aeneas. Eso sí, se convierte en algo repetitivo y más aún cuando a la breve ópera se le añade otra obra, la oda Celestial Music Did the Gods Inspire, a modo de preludio, y en ella ocurre, visualmente hablando, lo que después continuaremos viendo: requiebros, saltos, giros y “aquaplaning” en el escenario que, con una escenografía escueta de Evi Keller, basada en telones y un diseño de iluminación mejorable de Caty Olive consiguieron estampas visualmente atractivas. Pero no hubo más emoción. 

A los tres cantantes principales se les restringió a estar encaramados en un pilar, como herma griega, que son movidos de posición (hacia adelante y atrás de la embocadura) y están envueltos en un ropaje también bello a los ojos pero poco práctico para el desarrollo de sus personajes. La orquesta, solistas, coro y bailarines, todos sobre el escenario, no consiguieron la intimidad requerida por una obra tan delicada como Dido and Aeneas y que fue, en este caso, fagocitada por la coréutica. 

Muchos aplausos y vítores, el público de la danza es más efusivo que el de la ópera, pero una versión de concierto habría sido tanto o más efectiva que lo visto. Por mucho que Dido nos cante ‘Remember me… remember me’, esta puesta en escena no le ayudará a convencernos.

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