?? Die Ägyptische Helena en Milán

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Noviembre 12, 2019. Un enorme aparto radiofónico dominaba la escena. Estamos en el inicio de los años 30 del siglo XX, la época en la que fue compuesta Die Ägyptische Helena, la ópera de Richard Strauss que cerró la temporada 2018-2019 del máximo teatro italiano. Justo dentro de este enorme radio es donde se desarrollan las acciones conyugales de Helena y Menelaus, escenas dramáticas y rocambolescas, mágicas e irónicas, en el más puro estilo ligero y alusivo típico de Hugo von Hofmansthal, el autor del libreto, en su última colaboración con el compositor bávaro, libreto en el que una conocida historia mitológica sirve de prueba de fuego psicológica para tratar de manera lúdica una historia humana que es per se dramática: la crisis de la pareja.

Fue la primera ocasión en que la obra maestra straussiana se presentaba en el Teatro alla Scala (aunque también en los teatros internacionales este título se programa de manera muy esporádica). La dirección escénica le fue confiada a Sven-Erich Bechtolf, que transformó a Elena en una estrella de radio y logró abordar el desarrollo de la “trama-no-trama” de esta ópera con extrema coherencia, sin mencionar también las exageraciones con la inserción de elementos kitsch ciertamente apropiados en esta lectura. 

Andreas Schagen (Menelaus) y Ricarda Merbeth (Helena) en Milán

Franz Welser-Möst dirigió la orquesta del teatro, cuidando particularmente las partes más ardientes y dramáticas de la partitura. Los aspectos de magia y fábula pasaron casi a un segundo término en una ejecución orquestal que, sin embargo, fue siempre compacta y homogénea. También los dos protagonistas, Ricarda Merbeth en el papel de Helena y Andreas Schagen como Menelaus convencieron, sobre todo en el canto más heroico y spinto, aunque carecieron por momentos de un despliegue más íntimo y secreto. En particular Merberth demostró solidez en todo su instrumento vocal, aunque su timbre lució poco seductor. Schager también, con un acento un poco estentóreo, impresionó por la altivez de su canto, por la facilidad para desenmarañar una tesitura en verdad ardua, sobre todo en el registro del passaggio.

Eva Mei dio voz a una maga Aithra de gran clase, el verdadero motor de la historia. Agradó, sobre todo en las partes en la que pudo demostrar agilidad y seguridad en su registro más agudo. Rasposo y un poco áspero estuvo el Altair de Thomas Hampson, quien tuvo dificultad con los agudos y no estuvo siempre a punto, pero el artista posee un gran carisma y así le salió un personaje del todo convincente. Muy bien estuvo también el segundo tenor de la ópera, Attilio Glaser, en el papel de Da-Ud, un cantante de voz bien emitida y agradable fraseo, como también Claudia Huckle, una Muschel cantada con timbre oscuro y aterciopelado. De manera óptima se presentaron también todos los cantantes de los papeles menores provenientes de la Accademia del teatro, una verdadera cantera de talento.

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