Die Frau ohne Schatten en Budapest

Escena de Die frau ohne Schatten en Budapest

Abril 7, 2022. La Ópera del Estado Húngaro presentó Frosch (Frau ohne Schatten) o sapo, así llamada cariñosamente por el compositor Richard Strauss y el libretista Hugo von Hofmannstahl. La obra requiere cantantes de excepción: un tenor straussiano con registro muy alto, una soprano lírico pero que puede llegar al spinto, una soprano dramático, un barítono de registro robusto y bello y una mezzo dramático con registro agudo poderoso y seguro. Y eso va para los roles principales, sin nombrar a una parte que requiere un tenor lírico al estilo de Fritz Wunderlich.

Súmese una trama complicadísima, que originalmente tenía referencias a Die Zauberflöte de Mozart-Schikaneder (al igual que Der Rosenkavalier tenía conexión con Le nozze di Figaro). Además, el rol de la Mujer del tintorero no tiene nombre, como tampoco lo tiene la Emperatriz o el Emperador. Solo hay un personaje con nombre: Barak, el tintorero. Una vez bien hecha es un milagro que funcione, siempre que no se trate de ser más inteligente que Hofmannstahl y Strauss. Si se respetan las indicaciones del libretista, se pisará sobre seguro.

Frosch es una obra de fines de una época: la del imperio austro-húngaro, que dejó una gran impresión en toda Europa, y que se convirtió en el comienzo de la guerra más sangrienta. En 1917 murió mucha gente de letras, compositores, así como millones de soldados en trincheras y condiciones brutales, enviados al matadero por generales que hoy serían condenados como criminales de guerra. Hofmannstahl tomó parte en esa guerra, aunque en forma administrativa, pero había sido testigo de sus horrores. 

Por eso, la trama se complica aun más, porque en el texto hay referencias al renacer, a que las parejas se unan y procreen: en aquel momento Europa había perdido una generacion entera y necesitaba regenerarse. La premiere tuvo lugar en Viena en 1919, en condiciones menos que ideales. Había escasez de alimentos, no había calefacción y se temia por la salud de los cantantes, entre ellos Lotte Lehmann (la Mujer del tintorero), Maria Jeritza (la Emperatriz) y el bajo-barítono Richard Mayr (Barak). Mayr tenía una granja fuera de Vienna y, dada la escasez, traía provisiones para el elenco. Esto se ve reflejado en la acción en el segundo acto, cuando Barak trae alimentos para no solo su familia, sino que invita a mendigos y a niños para que compartan. Es una escena de por sí conmovedora, pero cuando se sabe la otra parte de la historia resulta aun más importante.

Lo que sí queda es el paralelo mozartiano. Así como Tamino y Pamina deben pasar tres pruebas, también las deben pasar las dos parejas: el Emperador/la Emperatriz y Barak/Su Mujer. Ambos deben merecer sus sombras, su fertilidad. Deben aprender que desean ser padres con responsabilidades, y no se trata solo de un ejercicio físico (como en el caso de la pareja real, que tiene sexo abundante pero que no procrea). En el caso de Barak es mucho más real, pues él es quien debe aprender a tratar a su esposa no como un objeto sino como una mujer.

Hoy sabemos que todos estos deseos no sirvieron para nada, y que Europa se lanzó años después a otra guerra devastadora. La Ópera del Estado de Hungría decidió presentar la obra dentro de un espacio circular con un techo redondo abierto, dos columnas de las cuales salían algunos de los personajes: por ejemplo cuando entra Barak y se esconde detrás de la columna, sale inmediatamente del otro lado el Emperador…. un efecto muy logrado. 

La producción de János Szikora no cayó en tonterías tan de moda hoy en dia, pues mostró cómo dos parejas no se entienden y cómo la Mujer del tintorero desprecia a su esposo, que en realidad es el único personaje que trata de entender lo que sucede a su alrededor y quien permanece fiel a su esposa.

Sümegi Eszter fue la Emperatriz, el rol más difícil, con un registro agudo endiablado y que debe conservar su lirismo para su gran escena ‘Vater, bist du’s’ en el tercer acto. Fue la joven inocente que se rebela contra el establishment, que renuncia a la Nodriza en una escena bellisima y que aprende lo que es la humildad al servir a Barak. Su marido, el Emperador, es un rol bidimensional: su presencia sirve para resaltar que la clase noble es inútil, pues se pasa la vida cazando y cohabitando. Itsván Kovácsházi pudo con la cruel tesitura. Su voz es dura, aunque de buen color, y transmitió bien la incomprensión de su clase a la realidad que lo rodeaba. 

Oliver Zwarg fue Barak, sobre quien cayó la responsabildad de aprender y hacer aprender a quienes lo rodean. La voz es atractiva, y su presencia en escena fue simpática. Por su parte, Szilvia Rálik fue la Mujer del tintorero. Poseedora de una voz grande, cierta estridencia la hacía aún más creíble y simpática, como si estuviera pidiendo ayuda. Pero la voz que causó mas impresión y en escena domino con su sola presencia fue Ildikó Komlósi, una cantante que disfrutó de cada línea vocal, de cada maldad que debía hacer, una Nodriza tremenda e impresionante, una villana de primera aunque fiel a su joven emperatriz. 

Attila Dobák fue el cruel Mensajero; Anikó Bakonyi fue la Voz del halcón, que trató de advertir a su amo, el Emperador. Si se suma una orquesta inmensa, una partitura donde abundan los tutti enormes, pero donde la mayor parte del tiempo suena como una ópera de cámara, solo cabe admirar al director Stefan Soltész, quien brindó una lectura ágil, transparente, con todas las secciones audibles, bien fraseadas, integradas perfectamente a las partes vocales. Soltész brindo una de las mejores interpretaciones que se recuerdan de una obra no solo difícil, sino que cuando sale bien reconforta mucho.

Compartir: