Don Giovanni en Berlín

Mattia Olivieri (Don Giovanni), Lidia Fridman (Donna Elvira) y Tommaso Barea (Leporello) en la Deutsche Oper de Berlín © Bettina Stoess

Enero 28, 2023. No era nueva la producción de Don Giovanni debida a Roland Schwab, pero el nuevo reparto aportó sangre joven y algunas actuaciones memorables. El montaje, tal vez discutible en algunos aspectos (supresión de recitativos, de algún aria), se impuso por su tensión extrema y la acentuación de la perversidad y el tormento del seductor, y también de su total dominio sobre Elvira. Se elige terminar con el castigo sin la “moraleja”, pero hete aquí que el Burlador se levanta y se muestra desafiante, como dispuesto a volver a empezar. 

Los aplausos que se llevó Mattia Olivieri decían bien a las claras cuánto había impresionado su personificación de il dissoluto punito, probablemente la más completa de las que se le han visto, y vocalmente se le oye cada vez con mayor vigor sin perder su seducción casi felina, además de mostrar una forma física envidiable ya que lo que él y Tommaso Barea (Leporello) se ven obligados a hacer mientras cantan o no es para echarse a temblar. También Barea demostró haber desarrollado más su voz y personaje respecto de actuaciones anteriores. 

Entre las damas, la versión vocal más perfecta fue la de Elisa Verzier (Zerlina) del ensamble de solistas de la Deutsche Oper y la actuación más formidable fue la de Lidia Fridman, una Donna Elvira que, junto a un timbre sumamente oscuro y algunos agudos duros y no siempre controlados, exhibió una personalidad notable. La Donna Anna de Flurina Stucki (también de la troupe del Teatro) fue muy aplaudida y lo hizo bien, aunque la voz es muy metálica y, aunque las agilidades fueron buenas, no posee en absoluto el trino. 

Discreto, el Don Ottavio de Giovanni Sala, privado de su segunda aria, y no muy lucido en la primera, además de exhibir un timbre bastante apagado. Impresionante, el volumen de Patrick Guetti como el Commendatore, aunque tal vez haya atronado demasiado en las escenas finales. Bueno, el Masetto de Artur Garbas. Muy interesantes las variaciones en varias de las arias. 

Bien, el coro en sus limitados momentos (bajo la dirección de Thomas Richter). La orquesta fue dirigida por Andrea Sanguinetti, quien en general adoptó tiempos rápidos, pero cuidó a los cantantes. Mucho público (y muchos jóvenes bien educados) y recepción muy cálida.

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