Don Giovanni en Ferrara

Escena del «Convidado de piedra»de Don Giovanni en Ferrara © Marco Caselli Nirmal

Julio 1 y 3, 2022. Don Giovanni de Mozart se estrenó en el Teatro Municipal «Claudio Abbado» el 1 de julio de 2022 con repetición el 3 de julio. Ambas funciones llenaron el teatro agotando las entradas. El proyecto partía de lejos: confiar al maestro Leone Magiera la tarea de seleccionar y preparar a los jóvenes cantantes para la puesta en escena de la obra maestra de Mozart. 

Se sumaron más de 350 candidaturas y se seleccionaron quince, para los diferentes roles de primera función, repetición y coberturas, porque este Don Giovanni no terminó en Ferrara, sino que está destinado a rodar: en octubre esta producción irá a Corea del Sur, y estará incluida en la prestigiosa temporada de la Ópera de Daegu, en una nueva colaboración internacional entre los teatros de Ferrara y el coreano. Así, por primera vez, el Teatro Municipal «Claudio Abbado» llegará a oriente con una producción propia. 

Magiera logró crear ese espíritu de equipo que contribuyó al éxito de toda la operación. Fue un Don Giovanni al ‘estilo Mahler’, en el sentido de que se omitió deliberadamente el concertato final, como hizo el director-compositor vienés, haciendo que la ópera acabara tras la desaparición del disoluto castigado y arrastrado al abismo del infierno por el Commendatore, su víctima. 

La idea de dirección de Adrian Schvarzstein puesta en escena por Moni Ovadia es original: el protagonista, Don Giovanni, es un domador de tigres (con intenciones dramatúrgicas) de un circo ambulante, que ha llegado a Ferrara. Pero en el escenario las fieras más agresivas son las mujeres a las que seduce, no los tigres que ni siquiera se ven pintados. Leporello es el payaso, mientras que el Commendatore es el empresario del circo, no siempre bien visto por sus empleados. En la compañía trabajan Donna Anna, hija del Commendatore, jinete acróbata de la compañía, y Donna Elvira, la trapecista. Don Ottavio es el cajero y contador del grupo, Zerlina y Masetto los trabajadores. El director y la orquesta también forman parte del grupo de artistas que llegan a la ciudad. La vida nómada les une, en los carruajes de un circo de principios del siglo XX, entre desplazamientos de ciudad en ciudad, de país en país, en busca de posteriores aventuras en territorios, no siempre acogedores, en los que aterrizar. 

En el foso estuvo la Orquesta Ciudad de Ferrara dirigida por el maestro australiano Daniel Smith, uno de los músicos premiados más interesantes del panorama musical internacional. Los cantantes seleccionados e involucrados son menores de 35 años, tal como estaba contemplado en el proyecto original. El Coro del Teatro Municipal de Ferrara fue dirigido por el Francesco Pinamonti. El vestuario y la escenografía fueron realizados por la diseñadora y escenógrafa alemana Lilli Hartmann, las luces por Marco Cazzola, la coreografía por Jurate Sirvyte Rukstele. 

El elenco de la primera velada estuvo formado por Guido Dazzini en el papel principal, Alessandro Agostinacchio (Commendatore), Yulia Merkudinova (Donna Anna), Marta Lazzaro (Donna Elvira), Younggi Moses Do (Don Ottavio), Giulio Riccò (Leporello), Valerio Morelli (Masetto) y Gesua Gallifoco (Zerlina). 

También en el escenario hubo una auténtica acróbata, Angela Francavilla, muy buena, que se dedicaba a hacer ejercicios y contorsiones al cuerpo libre y a la cuerda. En la segunda funcion, Giovanni Luca Failla ocupó el lugar de Dazzini (Don Giovanni), Lorenzo Martelli en lugar de Moses Do (Don Ottavio) y Silvia Caliò en lugar de Gallifoco (Zerlina). El resto del elenco repitió. 

La puesta en escena concebida por Schvarzstein y creada por Ovadia, aunque descontextualizada respecto de la ambientación escrita por el libretista Lorenzo Da Ponte, no fue invasiva como lo son tantas direcciones «modernas». En definitiva, también puede ser que el drama lúdico del Burlador de Sevilla transcurre en el hortus conclusus de una carpa y dentro de algún carromato, pues el circo no tiene una edad temporal definida: sus disfraces y sus prodigios se mantienen casi inalterables a lo largo de los siglos, por lo que fueron tiempos históricos de burlador o las de hoy, puntuadas por nuestros chats en el celular, la inmutabilidad ha jugado el papel de calmar la transgresión.

Dicho esto, hay que añadir que la interpretación fue valiosa: un excelente trabajo de Ovadia sobre la expresividad y el mimetismo de los distintos personajes, con un acento quizás algo exuberante en la caracterización de Leporello, el payaso, y de Donna Elvira, la trapecista: volteretas interminables para Leporello y furia incontenible para Donna Elvira, más virago que apasionada, más agresiva que compasiva, y un poco desagradable también por ese feo y torpe disfraz que le asignaron (hermosos todas las demás vestuarios). 

En cuanto al dinamismo en escena, hubo excelentes elecciones de tiempos y movimientos, tanto de los personajes principales como en la implicación del coro con fines táctiles y visuales, además de musicales. La actuación tuvo lugar tanto en el escenario como entre el público, involucrado con simpatía en algunos fragmentos del espectáculo. 

Escena de Don Giovanni (que podría ser de Pagliacci) en el Teatro Comunale «Claudio Abbado» de Ferrara © Marco Caselli Nirmal

La puesta en escena 3 de julio mostró a un excelente Giovanni Luca Failla en Don Giovanni, de voz redonda y acariciante, excelente fraseo, matices acordes con las emociones instantáneas del personaje (maravilla, desprecio, furia, gallardía, falsedad, todo actuado con justo timbre y expresión adecuada). El color oscuro y profundo de la voz de Alessandro Agostinacchio (Commendatore), más allá de su tamaño físico, le garantizó una larga asistencia al papel, pero parece preparado como para el Sarastro de La flauta mágica; y cuando la voz se oscurece aún más, le prevemos muchos Sparafucile de Rigoletto y otros tantos Raimondos en Lucia di Lammermoor. 

De Yulia Merkudinova (Donna Anna) solo se puede alabar, habiéndola ya escuchado positivamente y previamente en Ferrara en otros espectáculos; ella también promete una carrera brillante. Marta Lazzaro (Donna Elvira) por temperamento, vocalidad y vis-dramática fue la sorpresa de la velada: nunca fuera de tiempo, nunca discordante, nunca una indecisión a pesar de que casi siempre cantaba (para las necesidades del escenario y del director) con los ojos lejos del director. La seguridad escénica de esta cantante y su vocalidad decididamente dramática son los méritos a cultivar en su carrera. 

Gustó mucho el tenor Lorenzo Martelli (Don Ottavio), claro, agudo y suave, maestro de las seductoras medias sombras, Mozart por elección y luego, más adelante en su carrera, quién sabe si llegará (si no lo ha hecho ya) también a un duque de Mantua de Rigoletto o a un Edgardo de Lucía. Bravo también a Valerio Morelli (Masetto) y descarada y picante (sobre todo en los movimientos en escena y en la vivacidad de la mímica) Silvia Caliò. 

La obra tomo vida desde la sinfonía, con la entrada en escena de Giulio Riccò (Leporello), una bestia escénica que, vestido de payaso, fue irónico, atlético y acrobático, con la rica y redonda vocalidad de un bajo que se encuentra a sí mismo. En definitiva, él, Riccò, fue el protagonista de la velada, sin restarle méritos a los demás. Riccò entró en escena inmediatamente, con el primer acorde de la orquesta, junto a Angela Francavilla: y mientras saltaba como un payaso sobreexcitado, Francavilla comenzó sus ejercicios haciendo contorsiones, pasos de baile, splits; después se subió a la cuerda y para darle una mano en las contorsiones, llegó Don Giovanni, quien se convertiría en su tutor para una actuación artística de destreza típicamente circense. 

Finalmente, la orquesta, el coro, y el director. Este último hizo una lectura intensa de Don Giovanni, libre de preconceptos filológicos, proclive a la tragedia, y aspirando al incipiente romanticismo musical que Mozart había anticipado en muchas de sus obras: una dirección musical digna de Mahler o —si se quiere— del más romántico Don Giovanni del siglo XX, el que dirigió Wilhelm Furtwängler en Salzburgo en 1956. En el acorde inicial de la sinfonía, con ese acento de tragedia potenciado por la dinámica deseada por el director Smith, presagiaba el oscuro epílogo del drama que termina sin llevar a cabo la «moraleja» de ese concertato que traduce en «juguetón» el drama. 

Todas las disonancias estuvieron exaltadas por igual, con fines dramáticos, porque es la desarmonía del pecado —o del pecador— la que en la lectura de Smith emergió entre la armonía de las notas. Finalmente, hay que resaltar la minuciosidad con la que el director equilibró la voz de la orquesta con la de los cantantes, sin taparlas, y sin que la música perdiera la flexibilidad y la audibilidad que necesita para emocionar al oyente. 

La actuación de la Orquesta Città di Ferrara y también del Coro del Teatro Municipal «Claudio Abbado», dirigido por Francesco Pinamonti fue valiosa. Un triunfo de aplausos para todo el elenco y en lo personal, después de las arias, los dúos, los conciertos y especialmente al final de la función cuando todos en el escenario tomados de la mano (excepto el actor Moni Ovadia, que vagaba entre bastidores y no quería a entrar, a pesar de ser invitado varias veces por las dos prime donne), el público llamó repetidamente a la compañía incluso cuando el telón ya había caído.

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