Elisabetta, regina d’Inghilterra en Pésaro

Karine Deshayes (Elisabetta) y Sergey Romanovsky (Leicester) © Studio Amati Bacciardi

Agosto 11, 2021. Una ópera no muy conocida aunque importante en la carrera de Gioachino Rossini que anuncia próximas maravillas (la obertura y la sección central de la entrada de Rosina en Il barbiere di Siviglia, que se estrenaría un año después), un rol principal para la Isabella Colbran y para dos de los grandes tenores que por entonces cantaban en Italia —Andrea Nozzari y Manuel del Pópulo García—, que sería fundamental para la celebridad del compositor.

Aunque la monarca inglesa por excelencia no pareció atraerlo tanto como a Gaetano Donizetti, Rossini se esmeró en la composición. Sin embargo, el libreto no es de los mejores y la obra no ha conseguido recuperar la popularidad que gozó en sus primeros años de vida. La nueva producción de Davide Livermore no fue del todo bien acogida, lo que pareció disgustar al director de escena. En realidad, repetía muchos de sus clichés favoritos, con videos, proyecciones, muchos figurantes desde la obertura, pero no pareció caer en la cuenta de que no estábamos en el ambiente de una ópera cómica, ni que bastaba con vestir a la protagonista como la soberana actual o al pérfido Norfolc (escrito así en el libreto) como Churchill, o que los recitativos fuesen telefónicos para dar una lectura conveniente de la obra. 

Del mismo modo, Evelino Pidò intentó recordar todo el tiempo que, pese al final feliz, estábamos en una ópera seria, y procuró que la obertura no se pareciese demasiado a la del Barbero (pero son una y la misma). Su batuta fue bastante inflexible y con dinámicas que penalizaron a alguno de los cantantes. De éstos, los que más se acercaron a lo ideal fueron Sergey Romanovsky (convincente Leicester, de buena presencia, dicción y técnica) y Salomé Jicia (timbre poco grato, pero buena escuela de canto y actriz sobresaliente, en su amada esposa secreta Matilde). Barry Banks hace mucho que canta y es musical y buen actor, pero Norfolc hoy lo excede. Karine Deshayes no parece una cantante rossiniana ideal. El centro se ha consolidado, pero el grave es escaso y el agudo alcanza pero cambia de color y volumen, y como virtuosa es voluntariosa pero no más. También se aplica como intérprete, pero no sé si eso es suficiente para que el título pueda aspirar a más. 

Los secundarios, discretos, bien el coro del Teatro Ventidio Basso, preparado por Giovanni Farina, sobre todo tras pasar los primeros momentos. Muy buena a nivel técnico la labor de la orquesta. El público aplaudió, pero no mucho ni con demasiada convicción.

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