Falstaff en Venecia

Nicola Alaimo (Falstaff), Francesco Milanese (Pistola) y Cristiano Olivieri (Bardolfo) en Venecia © Michele Crosera

Noviembre 26, 2022. La temporada de ópera 2022-2023 de la Fondazione Teatro La Fenice de Venecia arrancó con una célebre ópera. Se trata de Falstaff, de Giuseppe Verdi, el esfuerzo supremo del maestro de Busseto, que se apoyó en la perspicacia y los preciosos versos de Arrigo Boito, su último colaborador de confianza. El anciano compositor tuvo el coraje y la fuerza para desafiarse a sí mismo, dando vida a una partitura que juega con las formas musicales más dispares, en un arremolinado crescendo de emociones. 

La coordinación del perfecto trabajo de equipo presenciado en Venecia corrió a cargo de Myung-Whun Chung, que tiene una asociación privilegiada y probada con el Teatro La Fenice. Su lectura de la partitura pareció más inclinada a interpretar la obra como la apoteosis de una larga, intensa y decimonónica carrera, y no por ello proyectada hacia el inminente e inquietante futuro del siglo XX. La progresión de la narración fue siempre vital y fluida, con una búsqueda incesante de sonoridades plenas y compactas, pero a veces pareció adolecer de cierta ligera pesadez que, sin embargo, Chung enmascaró con gracia en su concertación. 

Lo que más llamó la atención fue la excelente coordinación entre foso y escenario, con un acertado realce de los cantantes solistas. De todos ellos, destacó la interpretación del protagonista, encomendada al camaleónico Nicola Alaimo, que se divirtió sobre el escenario y dominó plenamente su instrumento, puesto al servicio del polifacético personaje que es Falstaff. Igualmente convincente, e igualmente acertado desde el punto de vista interpretativo, estuvo Vladimir Soyanov que, en el papel de Ford, exhibió un fraseo controlado, homogéneo y siempre atento. 

René Barbera (Fenton) y Caterina Sala (Nanetta) © Michele Crosera

El papel de Fenton se benefició plenamente de las dotes tímbricas y técnicas del tenor René Barbera, que dominó una línea de canto refinada y siempre cuidada. A su lado, Caterina Sala, una Nannetta atenta a la emisión y capaz de infundir a su lectura una frescura jovial, no desfiguró en absoluto. 

Las demás interpretaciones femeninas parecen igualmente eficaces. Selene Zanetti aseguró a Alice Ford una soltura escénica envidiable, combinada con una expresividad creíble que le permitió sacar a relucir las múltiples facetas del personaje. La veterana Sara Mingardo no necesita presentación: como es de imaginar, la suya fue una Sra. Quickly toda ella jugada con ingenio y expresiva ligereza, afortunadamente libre de una serie de rasgos caricaturescos asociados demasiado tiempo al personaje. Veronica Simeoni, una agradable Meg Page, también se desenvolvió con suficiente credibilidad. 

Completaron el reparto de cantantes Christian Collia como el divertido Dr. Cajus, Cristiano Olivieri y Francesco Milanese, en los eficaces y bien ensayados Bardolfo y Pistola. También fue válida la actuación del Coro del Teatro La Fenice de Venecia, instruido por Alfonso Caiani.

La puesta en escena, tradicional pero al mismo tiempo presagio de ideas interesantes, llevó la firma de Adrian Noble, un veterano del teatro dramático británico. La escenografía, preparada en colaboración con el escenógrafo Dick Bird, trasladó la acción al interior del Globe Theatre, remitiendo, con gracia y conciencia, a la tradición metateatral. A pesar de los conocidos y en cierto modo abusados artificios, el espectáculo funcionó en virtud de su dinamismo, el hábil manejo del ritmo y la lograda armonía entre los citados Noble y Bird, ayudados por Jean Kalman y Fabio Barettin en el excelente diseño de iluminación. La eficaz gestión del espacio y la hábil explotación de los intérpretes y sus peculiaridades expresivas aseguraron a la producción un gran éxito de público, con calurosas acogidas para todos los intérpretes y especial aprecio para el protagonista y el director.

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