Fidelio en París

Michael Spyres (Florestan), Siobhan Stagg (Fidelio-Leonore) y Albert Dohmen (Rocco) © S. Brion

Octubre 1, 2021. En homenaje a Beethoven, la Opéra Comique apostó por una nueva versión de su única ópera, Fidelio. La sala estuvo repleta, pues se acabaron las restricciones de aforo. Mi entusiasmo fue mucho menor que el demostrado al final por el público. Únicos puntos de interés fueron algunos de los cantantes, pero no la protagonista, una ex soprano lírico, que no sé si ha dejado de serlo, pero entre tanto ha perdido color (en la opacidad sí es homogéneo); para los agudos se arregla, para los graves… Es una buena intérprete Siobhan Stagg, y conoce a la perfección una producción tan complicada como ésta, pero a mi anticuada concepción no parece suficiente. 

Tampoco me pareció más que discreto el Don Fernando (personaje corto, pero importante) de Christian Immler, ni adecuado vocalmente el buen Jaquino de Linard Vrielink. Gabor Bretz (Pizarro) tiene planta y voz, y podría ser un gran cantante cuando decida dejar de engolar en el grave sin ninguna necesidad. El veterano Albert Dohmen fue un satisfactorio Rocco aunque decidió, con buen criterio, cantar todo fuerte. Magnífica, la Marzelline de Mari Eriksmoen, voz y figura ideal para la parte (de hecho era la que dominaba en cuarteto y concertantes). Por sobre todos, el gran Florestán (al menos en esta sala) de Michael Spyres, que da en la tecla recordando que en la época de Beethoven aún no habían aparecido los tenores heroicos wagnerianos, pero en cambio sí los baritenores de Rossini. Por él valió la pena el espectáculo, firmado por Cyril Testé, con mucho de celda moderna fría, mucha tortura, mucha imaginación y poco sentido. 

También fue muy aplaudido el joven director Raphaël Pichon al frente de los buenos coro y orquesta Pygmalion. Pausas excesivas, ritmos acelerados (el aria de Marzelline llevada a un tiempo imposible) no parecieron dar realmente el tono de la obra, aunque al parecer yo estuve en minoría.

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