Giulio Cesare en Ámsterdam

Escena de Giulio Cesare en Ámsterdam © Monika Rittershaus

 Enero 19, 2023. Uno de los teatros más vanguardistas y audaces de todo el circuito de teatros internacionales debe ser sin lugar a dudas la Ópera de los Países Bajos, ahora conocida simplemente como Die Nationale Opera. Su interesante y atrevida elección de títulos, algunos raros o desconocidos, y sus producciones siempre terminan ofreciendo gratas y satisfactorias sorpresas, otras no tanto, que no dejan a ningún asistente indiferente. 

Una de las características del teatro es que no posee propiamente una orquesta estable, lo que le permite invitar, según el titulo o repertorio, a las mejores orquestas locales, que en los Países Bajos tienen varias de alto nivel, como: la Real Orquesta del Concertgebouw o la Rotterdams Philharmonisch Orkest, entre otras; y para obras del barroco, tal y como sucediera en esta nueva producción de Giulio Cesare in Egitto, el drama per musica en tres actos estrenado el 20 de febrero de 1724 en el King’s Theatre de London de Georg Friedrich Händel (1685-1759), con libreto de Nicola Francesco Haym, se dio el lujo de invitar al ensamble francés Le Concert d’Astrée y a su directora, la clavecinista Emmanuelle Haïm, quienes durante varios años en su sede en la Ópera de Lille, en el norte de Francia, están llevando a cabo un ciclo de las óperas más representativas de la producción de Händel, y son en la actualidad los intérpretes más reconocidos de sus interpretaciones históricamente informadas. 

El primer acierto de esta velada estaba garantizado desde el foso. Con el entusiasmo y motivación que caracteriza a Haïm, quien ofreció desde su clavecín una concertación puntual, provocando un sonido barroco sumamente nítido, ligero y dinámico, que se valió de la óptima acústica de la sala. Lo que emanó del foso se puede resumir a grandes rasgos como una orquestación rítmica, compacta y propulsora en los movimientos y tempi, con seductores adagios cuando fue requerido. 

El buen elenco de cantantes invitados en esta ocasión contó con la presencia del contratenor francés Christophe Dumaux, quien personificó un enérgico Giulio Cesare, con voz clara, dúctil, bien gestionada, a pesar de alguna estridencia en ciertos pasajes, pero decisiva en su desempeño general. 

El personaje de Cleopatra se benefició de la presencia de la soprano Julie Fuchs, una convincente intérprete que sabe dar sustancia y credibilidad a sus personajes, con atractiva presencia escénica y cautivador canto, ágil y colorido en su timbre. De sus diversas intervenciones se destacaría el delicado color que imprimió, con el acompañamiento del traverso (una flauta barroca), a su aria ‘Piangerò la sorte mia’.

Destacable también fue la presencia de la mezzosoprano Teresa Iervolino en el personaje de Cornelia, con una voz suntuosa, seductora y amplia. La mezzosoprano Cecilia Molinari cantó con seguridad y suavidad el papel de Sesto, aunque fue penalizada por la dirección escénica, que le impidió mostrar realmente a su personaje. 

Se pueden mencionar las cualidades vocales mostradas por el contratenor persa-canadiense Cameron Shahbazi, y del resto de los cantantes se puede hablar solo de un desempeño aceptable o cumplidor, sin mucho que destacar del contratenor estadounidense Jake Ingbar en el papel de Nireno, el barítono Georgiy Derbas-Richter, que dio vida al personaje de Curio, y el bajo-barítono Frederik Bergman como Achilla. 

Desde el punto de vista escénico, la producción le fue encargada al célebre director español Calixto Beito. Su idea en principio lució atractiva: la de unir a las mejores orquestas y cantantes con los mejores directores de escena, como sucediera recientemente y de manera exitosa con Barrie Kosky y Le Concert d’Astrée con Semele en Lille. 

Giulio Cesare es una obra que trata sobre enredos que mezclan política con poder y sensualidad, pero por lo visto en escena, Bieito fue algo que no supo resolver para convencer al espectador. Su concepto se basó en lo que describió como el exceso y acumulación de dinero y poder que, en inhóspitos países, calurosos y desérticos, como Arabia Saudita, se han convertido en influyentes centros financieros. Su idea escénica situó la acción al día de hoy con un escenario vacío, y una enorme jaula en el centro que se levantaba y se convertía en una pantalla en la que se transmitían jeroglíficos que él describió como un vanguardista montaje high-tech, que se compra con dinero.

Su trabajo actoral se enfocó en la excesiva violencia, agresiones de todo tipo —sexuales, algunas vulgares— que parecían no tener una dirección o fin que la integrara con la trama, con el canto y con la música. Este montaje de Bieito, a diferencia de sus trabajos más conocidos como Carmen o Don Giovanni, parecía navegar por aguas turbulentas y terminara siendo archivada en el cajón de uno más de los múltiples montajes de Regietheater. 

Su equipo de trabajo lo conformaron Rebecca Ringst, encargada de los diseños, Ingo Krügler de los vestuarios, Michel Bauer de la iluminación y Sarah Derendinger en la concepción y transmisión de videos. 

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