Götterdämmerung en Madrid

La inmolación de Brunilda © Javier del Real

Febrero 15, 2022. La última jornada de la tetralogía ha sido toda una proeza en las condiciones actuales de los teatros y una apuesta que al Teatro Real le ha salido bien (sobre todo en comparación con el caos que el virus creó en representaciones anteriores de La bohème). El teatro estaba lleno y el éxito fue enorme. El director Pablo Heras-Casado retomó la batuta tras dos funciones enfermo. No me acaba de convencer su dirección aunque la orquesta, salvo algún desajuste mínimo y comprensible, estuvo muy bien. Dirigir sin batuta no es de todos, y no creo que a este maestro le ayude. Pareció falto de grandeza, aunque sonara muy fuerte (y más con la colocación de percusiones y metales en palcos distintos, lo que para mí falseó la relación con el resto de la orquesta y no digamos con el escenario). Asimismo, su vena mejor pareció estar en los pasajes más o menos épicos (la marcha fúnebre de Sigfrido, el final del segundo acto) mientras en los líricos le faltó inspiración y pathos. Muy bien el coro masculino preparado por Andrés Máspero.

La parte masculina resultó superior a la femenina. Probablemente no haya ninguna actuación memorable, pero sí muy buenas. Andreas Schager es, hoy por hoy, el Sigfrido (con el permiso de Stephen Gould, cuyo timbre me resulta más adecuado). No se cansa, tiene un agudo que es un clarín; no es gran actor ni tiene buen fraseo, pero… Stephen Milling, que al principio pareció con menos volumen que el habitual, trazó un excelente Hagen (tal vez excesivamente bonachón). La única sustitución fue la del Gunther de Lauri Vasar, esta vez cantado e interpretado, bien, por Markus Eiche, al que hay que reconocerle tablas para el nada fácil espectáculo puesto en escena por Robert Carsen. Martín Winkler estuvo correcto como Alberich, una parte de la que es especialista, aunque a mí no me pareció nada especial. 

Entre las señoras destacó la Waltraute de Michaela Schuster, una actriz y cantante intensa que aquí encuentra un rol ideal que no exhiba sus limitaciones en zona aguda. Amanda Majeski dobló como tercera Norna y Gutruna, como es usual. Aunque exhibe una cantidad de roles diversísimos y a cual más difícil, su voz me resultó frágil, excesivamente clara. Es bella y se mueve bien. De las tres ondinas solo se puede hablar bien de Claudia Huckle, la más personal, Elizabeth Bailey y María Miró. Huckle fue también la primera Norna y lo hizo bien, aunque no es en realidad una contralto. La segunda fue la más que correcta Kai Rüütel. 

Nunca ha habido muchas Brunildas, y menos grandes. Ricarda Merbeth exhibió oficio, seriedad, trabajo, un agudo hiriente en general pero suficiente, y en cualquier caso más que sus otros registros (el grave es particularmente feo y le crea más problemas). No es muy personal, pero sí correcta intérprete. El problema es si esto es suficiente para el papel; yo creo que no, pero es cierto que lo canta en muchos sitios y con éxito, y sin duda antes que no dar la obra es una buena solución.

La puesta en escena de Carsen es de sus mejores y se ha dado en varias ciudades. La visión ecologista de un Rin contaminado, el palacio nazi (o cosa parecida) de los Gibichungos me pareció un poco exagerado, pero todo funcionó y el final, con solo el fuego y una llovizna purificadores, donde tras el sacrificio de la protagonista todo vuelve a empezar, fue impresionante. Lo que no dice es si se empieza de nuevo para llegar otra vez al mismo resultado.

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