?? Il combattimento di Tancredi e Clorinda y Carmen en Milán

[cmsmasters_row data_width=»fullwidth» data_padding_left=»5″ data_padding_right=»5″ data_top_style=»default» data_bot_style=»default» data_color=»default»][cmsmasters_column data_width=»1/1″][cmsmasters_text]

Elena Caccamo como Carmen en Milán

Como cada año, la compañía italiana VoceAllOpera presentó una propuesta innovadora en la periferia milanesa. El pasado noviembre produjeron el “Diptico Monteverdi-Bizet” con Il combattimento di Tancredi e Clorinda del compositor cremonés y la celebérrima Carmen.

Una combinación bastante sui generis que nos quedó a deber respecto a su Rigoletto del año pasado. Tan opuestos son sus estilos como el resultado en el escenario. El “Combate” fue un gran acierto, pues este madrigal barroco de apenas 20 minutos de duración fue extraordinariamente concebido por Daniele Piscopo (dirección escénica y vestuario), quien encargó la trama a dos actores, mientras la soprano ítalo-colombiana Isabel Lombana Mariño interpretó las partes de Il testo, Clorinda y Tancredi, quien, con una voz agradable, bien timbrada y muy entonada fue acompañada al piano por Andrés Gallucci, juntos y correctos en estilo, quienes narraron la vida y muerte del caballero cristiano y la guerrera musulmana en forma óptima, gracias a una inteligente Regie, con una escultura ecuestre de Saverio Bonelli en el centro del escenario, tipo arena. Sin duda, la mejor parte del espectáculo.

Por su parte, la ya tan magullada Carmen fue un desacierto en varios sentidos, sobre todo al ofrecer una versión recortada de 70 minutos. Se utilizaron los cortes de la versión cinematográfica francesa de 1983, La tragédie de Carmen de Peter Brook, dejando únicamente los highlights ligados con algunos textos recitados en francés por los mismos cantantes. La mezzosoprano Elena Caccamo encarnó a Carmen sin pena ni gloria, lo mismo que Omar Camata como Escamillo; ambos con agradable timbre y musicalmente solo cumpliendo. La soprano Lombana, quien interpretó a Micaëla —aunque nada comparable con su parte en Monteverdi— se salvó el aria. 

El verdadero fail de la noche fue el Don José del tenor chileno León de la Guardia quien, a pesar de ser buen actor, cantó con agudos engolados y desentonados, perjudicando los ensambles con los demás cantantes, sin mencionar el “Aria de la flor”. Por su parte, la dirección escénica de Gianmaria Aliverta —además, director artístico de la compañía— no lució tanto, pues los cantantes estaban preocupados por detalles técnicos con la utilería, mientras que los pocos pero ingeniosos elementos escenográficos de Aliverta y Danilo Coppola fueron bastante útiles; otro gran problema para los cantantes fue no poder ver al director, pues la orquesta se encontraba a sus espaldas; por cierto, con un orgánico desnivelado, ya que contaba con un elemento de cada instrumento, al tener un violín primero y un corno o una viola y un clarinete, el sonido fue bastante desequilibrado, aunque el concertador Davide Levi hizo un gran trabajo casi a ciegas, al no tener contacto visual con sus artistas. 

Lo importante de que este tipo de producciones independientes se sigan presentando en Milán, ciudad de tradición lírica por excelencia, es brindar nuevas propuestas y oportunidades a jóvenes artistas italianos y extranjeros, ya que en los estatutos de la compañía señalan que todo el cast es “Under 35” y en su mayoría debutantes en el rol.

[/cmsmasters_text][/cmsmasters_column][/cmsmasters_row]

Compartir: