Il mondo della luna en el Teatro del Bosque

Il mondo della luna de Haydn en el Teatro del Bosque, con Solistas Ensamble y la OJUEM

Octubre 9, 2022. En materia operística, cuando el profesionalismo se fusiona con el desenfado, pueden lograrse resultados no solo de calidad y alejados de la vana pretensión, sino disfrutables y hasta divertidos. Así podrían estimarse las funciones de Il mondo della luna (1777) del compositor austríaco Franz Joseph Haydn (1732-1809) que el grupo Solistas Ensamble de Bellas Artes ofreció en el Teatro del Bosque Julio Castillo los pasados 7 y 9 de octubre, con la participación de la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata bajo la dirección concertadora de Christian Gohmer.

La puesta en escena de esta ópera bufa en tres actos, que cuenta con libreto en italiano de Carlo Goldoni (1707-1793), corrió a cargo de Juliana Vanscoit (responsable también del diseño de escenografía y vestuario) y Fabiano Pietrosanti, cuyo mayor aporte fue trasladar la acción original a una producción cinematográfica moderna, no solo con ciertos aires lunáticos de Georges Méliès, sino con provecho de ese aire de ilusión que se puede conseguir a través de la pantalla grande.

El acierto radicó justo en que el meollo de la trama de Il mondo della luna es un engaño de visita lunar (gaslighting extremo) que sufre el emborrachado personaje, viudo y millonario, Buonafede, a manos de Ecclitico, un falso astrónomo. Todo con la intención de que las hijas de Buonafede (un padre celoso y que aspira a mantener el estatus), tanto como su querida doncella Lisetta, puedan elegir como parejas casaderas a quienes aman, aunque su clase social sea inferior.

Edgar Gil (Buonafede) y Ricardo Estrada (Ecclitico)

En el rol de Buonafede —primero enérgico, luego simpatiquísimo bajo los aires etílicos y al final valemadrista (producto del sendo deus ex machina en el tercer acto de la obra)— el barítono Édgar Gil ofreció una actuación comprometida con la hilaridad histriónica y una correcta emisión vocal con la que ofreció un canto honesto y lleno de matices en la personificación de un empresario de la inductria cinematográfica.

Modificada a su asistente y guionista en ciernes en lugar de doncella, también destacó la voz de la mezzosoprano Itia Domínguez, no sólo por su esmaltado timbre de coloración nogal, sino por la musicalidad de su canto que unió la expresividad lírica y los acentos de comedia.

El trabajo de las sopranos Penélope Luna (Clarice, aspirante a actriz) y Tania Solis (Flaminia, aspirante a directora) como las hijas de Buonafede, brilló justo en sus respectivos registros agudos, con buena resolución de las exigencias de coloraturas, sin descuidar ese aire coqueto y cómico a la vez.

El tenor Ricardo Estrada se encargó del rol de Ecclitico, transformado en director de cine, con una voz ligera y grata, y de la operación misma del enredo que funcionó en la escena y divirtió al público, por lo cual puede asegurarse que cumplió con una participación redonda. La mezzosoprano Linda Saldaña, con simpatía y credibilidad, interpretó el rol travestido de Ernesto, amigo de Ecclitico y estrella de cine.

En el resto del elenco, actores, vestuaristas, utileros y demás personal de la producción fílmica, participaron Plácido Ávila, Mario Hoyos, Luis Rodarte, Mauricio Esquivel, Gustavo Cuautli, Iván Juárez y Miguel Mejía, en términos generales con intervenciones honrosas.

La notable concertación musical de Christián Gohmer al frente de la OJUEM se expresó a través de ritmos ágiles y bien sostenidos, lo que trazó un dibujo sonoro de pinceladas gráciles, acordes al estilo clasicista de la obra, que brindó la atmósfera adecuada y el equilibrio necesario en tiempos y volumen para el despliegue lucidor de las voces.

El público asistente al Teatro del Bosque disfrutó de una propuesta lírica atractiva, con calidad en su ejecución y ciertamente sorpresiva. Porque claro: las decepciones suelen llegar de quien se espera algo. Las sorpresas, gratas, de quienes no. Y eso es lo que lograron los Solistas Ensamble. 

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