Joyce DiDonato en Barcelona

Joyce DiDonato con el coro infantil del Orfeo Català © Antoni Bofill

Junio 6, 2023. En una gira de promoción de Eden, su última grabación (ahora es también productora ejecutiva), la célebre mezzosoprano norteamericana se exhibió junto a uno de sus conjuntos preferidos, Il Pomo d’Oro, dirigido desde el clave por Maxim Emelyanychev. 

El programa de hora y cinco minutos sin interrupción, más que un simple concierto, se convirtió en todo un espectáculo con el actor Manuel Palazzo, con luces (por momento molestas y de un acentuado azul de John Torres) bajo la dirección de escena de Marie Lambert-Le Bihan. La idea, con una Di Donato que entró por la parte trasera de la sala, la recorrió y finalmente subió al escenario, consistió en una serie de canciones o arias sin pausa entre sí más que la de los aplausos del público (bien indicados) y con alguna parte orquestal para dar descanso a la voz, consistió en hablar de la felicidad de un mundo natural, alejado de las grandes ciudades, y todos los lugares comunes (y valiosos) del ecologismo. 

Que algunos de esos números no tengan mucho que ver con esa imagen no es importante, pues lo que reflejan son las claras preferencias de la intérprete que ya los ha presentado en más de una ocasión, como el notable Lied ‘Ich bin der Welt abhanden gekommen’ de Gustav Mahler, el aria ‘As with rosy steps the morn’ de Theodora de Georg Friedrich Händel, así como las canciones ‘The unanswered question’ de Charles Ives y una obra de encargo escrita por Rachel Portman, ‘The first morning of the world’, otro Lied de Mahler, ‘Ich atmet’ einen linden Duft’, el madrigal barroco ‘Con le stelle in ciel che mai’ de Biagio Marini, ‘Nature, the gentlest mother’ de Aaron Copland (la primera canción del ciclo Eight Poems of Emily Dickinson) y ‘Pianate ombrose’ de La Calisto de Francesco Cavalli. Menos, o solo por contraste o para castigo de los perversos, lo parecieron el aria ‘Toglierò le sponde al mare’ del oratorio de Joseph Mysliveček Adamo ed Eva, que canta nada menos que el ángel de justicia, o la gran escena y aria de Fulvia en la ópera Ezio de Christoph Willibald Gluck, ‘Misera, dove son!… Ah! Non son io che parlo’. 

La parte puramente instrumental fueron la Sinfonia terza, opus 7 de Marco Uccellini, la Sonata enharmonica de Giuseppe Valentini y la conocida “Danza de espectros y furias” de Orfeo ed Euridice de Gluck, donde obviamente el conjunto se exhibió en su mejor forma porque en los más modernos, y señaladamente en Mahler, el sonido no fue el más apropiado por la mezcla con instrumentos modernos. El director se exhibió también en un acompañamiento de piccolo en una de las arias.

La mezzo se mostró con un grave más denso que en otras ocasiones (pero también más abierto) y un agudo algo áspero a veces, pero que le permitió en cualquier caso causar efecto sobre un público entregado (muy buena entrada para un concierto de canto en una sala enorme como la del Palau de la Música). Hizo como bis el Largo de Händel, ‘Ombra mai fu’ de Serse, también por lo de la naturaleza. Al final, micrófono en mano, habló bastante sobre la posibilidad de crear un jardín en las casas, de colaborar, y realmente pareció sincera y hasta conmovida. 

Luego hizo entrar a los pequeños del coro infantil del Orfeo Català con los que había preparado (o hecho preparar) una canción británica llamada ‘Seeds of hope’ (preparada por los niños ingleses) y luego una canción hawaiana de bendición a la tierra. Todo presentado en un español mezclado con catalán e italiano más su inglés nativo. Éxito apoteósico.

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