La dama de picas en Barcelona

Escena de La dama de picas en Barcelona © Antoni Bofill

Febrero 1 y 2, 2022. Éste es probablemente uno de los pocos títulos del repertorio eslavo que el público del Liceu conoce y ama (tal vez más incluso que Eugenio Oneguin). La prueba está en que se ha vuelto a reponer, ya no recuerdo si por segunda o tercera vez, la vieja producción de Gilbert Deflo con decorados y vestuario de William Orlandi que es absolutamente fiel al libreto, se ve con agrado y en algún momento (la escena del baile) resulta espectacular, aunque hoy en día no ofrezca mucho más que eso (que ya es bastante y por lo menos no ofende la vista ni los nervios del espectador). Pero está claro que no se mueve en este sentido el futuro de la puesta en escena lírica, guste o no.

La dirección musical de Dmitri Jurowski fue muy buena, con excelente respuesta de la orquesta, mucho nervio, fraseo apasionado y buena capacidad de concertación. El coro (preparado por Pablo Assante), después de una primera escena francamente pobre, mejoró mucho a partir del segundo acto (mientras que tampoco el coro de niños en su única pero importante intervención —la agrupación Veus de Granollers con su director Josep Vila i Jover, que suelen intervenir en los espectáculos liceístas— sonó como debía).

Hubo dos repartos con alteraciones por enfermedades, cancelaciones, etcétera. Lo típico del momento, pero no se perdió ninguna función (hasta el momento en que escribo) y todas las fechas se respetaron.

El protagonista de Yussif Eyvazov fue para mí lo mejor que le he visto hasta el momento: voz firme y segura, correcta actuación (no le vamos a pedir voz bella porque eso es imposible). Georghe Ohniani tal vez posea un color más bello, pero ofrece alguna tirantez en el registro agudo y su actuación no puede llamarse tal.

Lisa se repartió entre Lianna Haroutounian e Irina Churilova: voz más fresca y firme la segunda; actriz más consumada la primera.

Lo mejor fue claramente la vieja Condesa de Elena Zaremba y Larissa Diadkova. Muy distintas entre sí, demostraron poseer aún voz y fueron excelentes intérpretes, la primera más altiva; la segunda más rencorosa.

Tomski resultó mejor en la actuación y en la voz de Lucasz Golinski que en la más ruda y un tanto vociferante aunque correcta de Gevorg Habokyan. Fue más difícil elegir entre los príncipes de Rodion Pogossov y el joven Andry Zhilikhovsky (que mereció un bravo de Anna Netrebko, sentada en la fila posterior a la mía), pero aunque el segundo es más apuesto y más lírico (lo que es bueno para su aria), creo que en conjunto fue más completo el primero.

Muchos son los roles masculinos menores, pero no fáciles, y todos estuvieron bien cubiertos. En el divertimento pastoral (que por suerte fue eso) destacaron las dos Prilepa (Serena Sáenz y Mercedes Gancedo) en tanto que el pastor resultó mejor en la voz y actuación de Lena Belkina que de Cristina Faus (de voz más oscura, aunque monocorde) que también dieron una buena y digna versión, respectivamente, de Polina. Una mención para Mireia Pintó como la Institutriz. Bastante público y mucho éxito al final. 

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