La fille du régiment en Bérgamo

Escena de La fille du régiment en Bérgamo © Gianfranco Rota

Noviembre 21, 2021. Lo que para un wagneriano puede significar Bayreuth o para un rossiniano representa Pésaro, para un donizzetiano lo es Bérgamo. La ciudad al norte de Italia, además de ser la tierra natal de Gaetano Donizetti, es la sede de la Fondazione Teatro Donizetti, una asociación que busca difundir la prolífica obra del compositor nacido en el sótano de una paupérrima casa en la parte alta de la ciudad.

En cada edición del Festival Donizetti se representa al menos un título desconocido, aunado a uno o dos de los ya clásicos. Para la edición 2021, acompañando el estreno moderno de Medea in Corinto, se presentó La fille du régiment en la versión francesa de 1840, con la edición crítica de Claudio Toscani para Casa Ricordi. Se trata de una nueva puesta en escena del festival en coproducción con el Teatro Lírico Nacional de Cuba. 

La presencia antillana fue muy notoria, incluso desde afuera del teatro, donde antes de empezar la función una agrupación hacía bailar a los bergamascos que pasaban cerca del teatro al ritmo de la música popular cubana. En el interior, un bello y colorido ciclorama recibía a quienes trataban de encontrar su lugar, creación al igual que toda la escenografía de Angelo Sala. La dirección escénica estuvo a cargo del regista cubano Luis Ernesto Doñas, quien tropicalizó de una manera un tanto forzada la trama, situándola no en las montañas tirolesas que pide el libreto, sino en una plantación de caña de azúcar en Cuba. Los vestuarios coloridos, en especial los del regimiento, quienes lejos del tradicional y característico ‘verde militar’ vestían un conjunto amarillo chillante diseñado por Maykel Martínez. En escena tampoco hubo el típico tambor militar bastante recurrente en algunas producciones, sino unas congas que el percusionista Ernesto López Maturell tocaba llamando al regimiento a formación.

A la batuta, el director Michele Spotti, de tan solo 28 años, concertó la partitura de una manera loable. Sus tempi fueron tradicionales y certeros, manteniendo siempre el estilo belcantista. Apegado a la partitura y cuidando siempre el volumen de la Orchestra Donizetti Opera para no cubrir a sus cantantes. La orquesta demostró seguir fielmente las indicaciones del joven concertador lombardo matizando siempre —sobre todo en la obertura— y manteniendo todo el tiempo una correcta afinación.

Por su parte, el Coro dell’Accademia del Teatro alla Scala, dirigido por Salvo Sgrò, musicalmente cumplió de manera muy digna, mientras que escénicamente fue bastante incómodo: demasiados miembros para las dimensiones del escenario, aunado a las casi ridículas e innecesarias coreografías que evidentemente el coro fatigaba para seguir, provocaron que los coristas se mostraran más incómodos, nerviosos y preocupados por seguir el trazo escénico que por la cuestión musical.

Mención aparte requiere el bis del aria: ‘Ah, mes amis!’ del tenor estadounidense John Osborn, quien ofreció una versión particular de la tan temida “aria de los nueve Do de pecho” con un par de variaciones en los sobre agudos finales. Dicha acción, aunado a su simpática y convincente interpretación como Tonio, provocaron una marea de aplausos. Tras un par de minutos de ovaciones, desde el foso Spotti aceptó la calurosa petición del público bergamasco para que Osborn interpretara nuevamente el tour de force, retomando la parte final: ‘Pour mon âme’.

La hija del regimiento a la que alude el título fue la soprano española Sara Blanch, poseedora de un registro vocal sumamente amplio, con una ligereza y brillantez en los agudos que favorecen sus coloraturas y agilidades. Fue una Marie muy simpática en escena que, gracias a su virtuosismo, ofreció un divertido ‘Salut à la France!’, mientras que con su fiato y linea melódica tan pura conmovió a muchos en ‘Il faut partir!’.

Por su parte, el connotado barítono Paolo Bordogna encarnó a un carismático Sulpice. Su experiencia en los escenarios es evidente, consolidándose como uno de los mejores intérpretes bufos de la actualidad. Por demás está señalar su calidad interpretativa y vis cómica en conjuntos como el dueto ‘La voilà, la voilà. Mordieu qu’elle gentille!’ o el trío ‘Tout les trois reunis’ y sus potentes y cuidados agudos en ‘Rantanplan! Rantanplan!’.

La Marquise de Berkenfield fue interpretada por Adriana Bignagni Lesca, mezzosoprano nacida en Gabón, pequeño país situado entre Camerún y el Congo, pero estudiada en Francia. Histriónicamente fue muy sobreactuada —seguramente por instrucción de Doñas—, mientras que musicalmente fue con lo que compensó su interpretación. Su voz cuenta con una potencia sonora casi violenta, pero al mismo tiempo una delicadeza cuando en la partitura está marcado un piano. Al ser un rol pequeño, la producción propuso por una óptima solución para compensarlo. Al abrir el segundo acto, durante la cómica escena ‘Le jour naissant dans le bocage’ se permitió para encorajar a Marie interpretar ‘El arreglito’, una simpática habanera de Sebastián Yradier, con la que fue ovacionada. 

Los roles graves de Hortensius y del caporal del regimiento, interpretados por el barítono australiano Haris Andrianos y el bajo italiano Adolfo Corrado, respectivamente, a pesar de ser pequeños, gracias a la musicalidad y buena interpretación de ambos fueron lucidores para los cantantes. 

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