La traviata en San Francisco

Pretty Yende (Violetta) y Jonathan Tetelman (Alfredo) en La traviata en San Francisco © Cory Weaver

Diciembre 3, 2022. Continúa la temporada del centenario de la Ópera de San Francisco, que contiene títulos con algún vínculo especial con la historia de la compañía, como Dialogues des Carmélites de Francis Poulenc, vista el pasado mes de octubre, y cuyo estreno americano se realizó en este escenario en 1957; y Die Frau ohne Schatten de Richard Strauss, programada para junio del 2023, que se también se escuchó por primera vez en este país aquí, en septiembre de 1959. 

Otro de esos títulos es La traviata de Giuseppe Verdi, que ingresó al repertorio de la compañía en octubre de 1924, un año después de su fundación, con Claudia Muzio, Tito Schipa y Giuseppe de Luca en los roles estelares. La obra siempre ha estado presente, y a lo largo del tiempo sus elencos han sido conformados por los cantantes más distintivos en cada uno de los personajes. Una de las novedades en esta ocasión fue el estreno de una nueva producción, la primera hecha por la compañía en 35 años, a la medida y con las dimensiones exactas del escenario del War Memorial Opera House, con la intención de que perdure muchos años cuando se reponga el título, como solía suceder antaño, y con la esperanza que se pueda volver un montaje clásico en el futuro. 

Se trata de una visión clásica, situada en París en el siglo XIX, que nos traslada puntualmente al interior de cada escena, destacando su opulencia, elegancia, brillantez, colorido y con suficiente espacio para el movimiento de los solitas, demás personajes y coristas. Los vestuarios de buena confección y apariencia redondearon un agradable marco visual, que fue concebido por la directora escénica Shawna Lucey, con decorados y escenografías de Robert Innes Hopkins, iluminación de Michael Clark: el mismo equipo creador de la actual Tosca, que forma parte de los activos de la compañía. La dirección escénica fue correcta y fluida, y solo las coreografías de John Heiginbotham, exageradas en su concepción e idea en el tercer acto, se salieron un poco del script, y si en una futura reposición se eliminaran, dudo que alguien se inconformaría. 

Esta Traviata tuvo un condimento adicional, que fue el debut local de la soprano Pretty Yende, una carismática artista que no defraudó a nadie, por su radiante presencia escénica y garbo, atractivos dotes vocal e histriónico, con los que fue construyendo su Violetta en el transcurso de cada acto. Como Alfredo, el tenor Jonathan Tetelman mostró que posee un instrumento vocal de buen cuerpo y extensión, que agradó especialmente cuando desplegó intensos y penetrantes agudos.  Actoralmente fue un personaje al nivel de su contraparte femenina. El tercer cantante debutante aquí fue el barítono Simone Piazzola, que personificó un Germont de canto robusto, vigoroso, pero bien matizado y claro en su emisión, que dominó el escenario con certeza y persuasión. 

Un poco cargado en sus movimientos y gestos, pero siempre seguro, el Barón Douphol del bajo-barítono Philip Skinner, con una larga y envidiable carrera en este teatro, y bien estuvo la mezzosoprano Taylor Raven como Flora. El elenco lo completaron el tenor Edward Graves (Gastone), Timothy Murray (Marchese d’Obigny, Adam Lau (Dr. Grenvil) y Elisa Sunshine (Annina). El coro se mostró participativo en todo momento con buenas intervenciones, bajo la dirección y preparación de su titular John Keene. 

La fortaleza del teatro, su orquesta, se lució nuevamente con un sonido claro, homogéneo, rutilante, en cada una sus secciones bajo la inequívoca conducción de su titular Eun Sun Kim. Se extrañan los ciclos de música sinfónica que de manera paralela a la temporada realizaba esta orquesta, así como la producción que solía hacerse en los meses de enero y febrero de cada año. La actividad volverá a mediados del 2023 con el esperado regreso de la ya mencionada Die Frau ohne Schatten, con puesta en escena de David Hockney. 

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