La voz humana de Irasema Terrazas

Irasema Terrazas en La voz humana de Jean Cocteau

Abril 11, 2022. Una de las artistas vocales más completas en los escenarios de nuestro país es la soprano Irasema Terrazas. Aunque referir su tesitura quizá no sea la mejor forma de apuntar la versatilidad de sus labores profesionales, ya que si bien gravitan alrededor de su trayectoria de treinta y tres años como cantante clásica (ópera, musical, zarzuela, lied, sinfónico, entre otros géneros abordados), el uso multidisciplinario de su voz la han llevado también a los terrenos de la docencia, el doblaje cinematográfico y la actuación teatral.

En esa última vertiente, a partir del 4 de abril —y durante los siete lunes siguientes—, Irasema Terrazas protagoniza el monólogo La voz humana (1930) del polifacético artista francés Jean Cocteau, en una temporada que se presenta en el Foro Lucerna del Teatro Milán de la Ciudad de México, bajo la dirección escénica de Miguel Septién.

Además de poder apreciar la obra dramatúrgica en la que se basara el propio Cocteau para elaborar el libreto de la ópera homónima La voix humaine (1959) del compositor Francis Poulenc, el público asistente se sumerge en un monólogo poderoso, tóxico e intemporal sobre el amor y el abandono, que exige de su intérprete un rango emocional amplísimo. Irasema Terrazas cumple con el colorido registro de ese quiebre pasional con la pareja, pero también con ella misma.

Y es que la actriz transita con desespero, por la angustia de la desconexión. La telefónica, claro, porque la interferencia de la línea es tan clásica como esta historia. Y en una última llamada, con quien se ha tenido un amor intenso en el lustro precedente, la obstrucción comunicativa es casi una puñalada tecnológica. 

Aunque más importante aún es la indeseada desvinculación con ese otro ser con el que se excita el ánimo, con el que los silencios pueden cobrar peso y crueldad: el único con el que los recuerdos tienen sentido más allá de los añicos. 

La aproximación de Irasema Terrazas a su personaje es integral. Con los matices y ritmos múltiples de su voz, un movimiento corporal a cada instante más desencantado y gestos que se descomponen ante el embate del rompimiento y de la súplica despreciada. Ese mirar compungido que se cristaliza, pero alejado de las edulcoraciones de lo cursi. Todo ello dibuja la negación, el bloqueo y el doloroso desenganche, cuando no una tortura psicológica y del ánimo.

La obra y la actriz son valientes al adentrarse en la radiactividad profunda de los afectos. Lo parece aún más en la perspectiva contemporánea, de los encuentros someros de Tinder, de la discursiva higiene amorosa, de las relaciones sanitizadas o de la corrección y autoayuda anímica, como si eso fuera del todo posible.

La experiencia escénica de Terrazas se despliega, además, en un escenario íntimo, casi claustrofóbico, tipo arena, que le demanda concentración y dinamismo, ya que es observada todo el tiempo. Por los cuatro flancos. Con una puerta, una cama, un buró, un sofá, una lámpara de pie y un aparente balcón como única escenografía. La iluminación languidece, como los hilillos de música extradiegética. 

La producción de esta propuesta de La voz humana es de David Cuevas, Julio Trujillo y Eduardo Villarreal y es presentada por Vatru Entertainment. La traducción del texto corresponde a Antonio Castro y la adaptación al director Miguel Septién. Aunque la acción se traslada al siglo XXI y se utilizan recursos tecnológicos propios de nuestros años —celular, earphones—, se respeta en todo sentido la esencia del original de Cocteau.

Ello permite a Irasema Terrazas lograr una creación personal, tamizada por su propia sensibilidad y potenciada con su talento para configurar ante el espectador un diálogo que no es sino un monodrama en espiral descendente. 

Y eso es fundamental para despertar el interés en el público, pues La voz humana, desde que fuera estrenada con la actriz belga Berthe Bovy como protagonista el 15 de febrero de 1930, ha sido adaptada en numerosas versiones y formatos, lo que prueba su universalidad y permanencia en el tiempo. 

La voz humana de Irasema Terrazas luce al colocarla al servicio de las palabras que son —como enseña la banda chilena de los años 80 Los Prisioneros en su himno ‘Estrechez de corazón’— “cuchillas cuando las manejan orgullos y pasiones”.

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