L’elisir d’amore en Buenos Aires 

Nadine Sierra (Adina) y Javier Camarena (Nemorino) en L’elisir d’amore en el Teatro Colón de Buenos Aires © Máximo Parpagnoli

Agosto 2, 2022. Un verdadero placer fue asistir en el Teatro Colón de Buenos Aires a una puesta de L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti con un elenco excepcional de cantantes, una batuta de primer orden y una puesta en escena renovada, fresca y colorida.

Javier Camarena fue un Nemorino de perfección belcantista, agudos de acero, ductilidad actoral y refinamiento expresivo. A su lado deslumbró Nadine Sierra como una Adina ideal: su belleza natural resalta sus brillantes condiciones actorales, y su excelencia como intérprete brinda una verdadera lección de canto donde luce su extraordinario registro con bello centro y agudos perfectamente timbrados.

Ambrogio Maestri exhibió rara elegancia como Dulcamara. A su carisma escénico sumó su voz poderosa y bien timbrada en toda la extensión del registro; cada frase fue interpretada con la intencionalidad precisa y perfecta. Alfredo Daza fue un Belcore de buena factura mientras que Florencia Machado completó el elenco con eficacia como Giannetta.

El coro, dirigido como es habitual por Miguel Martínez, tuvo una gran noche tanto en su desempeño musical como en sus movimientos en escena. El maestro Evelino Pidò realizó un formidable trabajo de concertación. Siempre cuidando el balance entre el foso y la escena, logró una versión de excelencia por parte de la Orquesta Estable. 

Párrafo aparte merece la acertadísima decisión de ofrecer una versión completa de la obra, abriendo varios cortes que hasta hace algunos años eran tradicionales; entre ellos el cuarteto con coro que predece al dúo entre Adina y Dulcamara en el segundo acto, que ayuda a comprender más acabadamente la trama y da sentido a la gran aria del tenor que sigue luego.

La realización visual, a cargo de un equipo comandado por Emilio Sagi en la dirección escénica, ubicó la acción en la década de 1950 en el patio de un colegio, donde se aprecian unas gradas y una cancha de básquetbol. La propuesta resultó atractiva, colorida y renovada, sin grandes debilidades entre el texto y la dramaturgia. Se notó un cuidado trabajo de marcación actoral tanto para los solistas como para los miembros del coro. 

La propuesta escenográfica de Enrique Bordolini fue de precisión fotográfica, muy adecuada la iluminación a cargo de José Luis Fiorrruccio y de excelencia el vestuario de Renata Schussheim, tanto por la perfección de los estilos y la moda del momento en el cual se ubica la acción, como por la gama de colores y la perfecta factura.

La presentación de Dulcamara (Ambrogio Maestri), con el Coro del Teatro Colón © Máximo Parpagnoli

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