Les pêcheurs de perles en Austin

Madison Leonard (Leïla) y David Portillo (Nadir) en Les pêcheurs de perles en Austin © Erich Schlegel

Abril 29, 2023. La amplia lista de composiciones, especialmente las operísticas, de Georges Bizet (1838-1875) parece estar limitada únicamente a Carmen, que es una de las obras más conocidos y representadas actualmente. Fuera de Francia, se puede afirmar que Les pêcheurs de perles es el segundo título más conocido del compositor, y esto dicho con ciertas reservas, ya que al menos en el circuito operístico estadounidense son pocas las oportunidades que se tienen de escucharla, como en los recientes montajes de Los Ángeles y Chicago (en 2017) y Dallas (en 2022). 

Para concluir su temporada 2023, la Ópera de Austin eligió para su público esta obra en tres actos con libreto en francés de Eugène Cormon y Michel Carré, estrenada el 30 de septiembre de 1863 en el Théâtre-Lyrique du Châtelet de París, en lo que debe considerarse como una meritoria labor de rescate de títulos frecuentemente olvidados por un teatro que a lo largo de su historia ha asumido riesgos presentando óperas poco conocidas y algunos estrenos. 

Debido al interés por ofrecer temas diferentes, exóticos, y para alejarse también de la censura en Europa, algunos compositores del pasado se fijaron en las culturas de oriente para situar la trama y acción de sus óperas (se señala que en sus primeros borradores Bizet habría considerado como opción ubicar la historia en México). El libreto se lleva a cabo en Ceilán, hoy Sri Lanka, y frente a ese ambiente colorido, luminoso, solar y mágico se encontró el público que asistió a esta primera función. 

Se trata de la idea que la diseñadora de moda inglesa Zandra Rhodes (atraída por la influencia del punk, el pop, y el glam) ideó y estrenó en 2004 por encargo del teatro de San Diego. Es evidente que las escenografías (en realidad las escenas están representadas por pinturas al fondo del escenario, con pocos elementos sobre la escena, palmeras y brillantes vestuarios) denotan ya el paso del tiempo. Su funcionalidad —como el amplio espacio que permite el libre y fluido movimiento de los artistas, y la iluminación de Anshuman Bhatiaque que la complementa, creando gratas y estéticas estampas al espectador— es lo que la mantiene activa y como una producción de referencia. 

Sobre el escenario se apreciaron también las pausadas, expresivas y elegantes coreografías de estilo hindú de Anuradha Naimpally de la compañía de baile Austin Dance India. De la dirección escénica se encargó Alison Moritz, quien realizó un detallado trabajo actoral, expresionista y en línea con la sensación de fantasía y fábula proveniente del escenario. Buen desempeño tuvo el coro, cuando fue requerido, mostrando enjundia y pasión; y la orquesta fue dirigida con imaginación y emoción por Timothy Myers, titular musical de este teatro. 

Musicalidad, gracia y color es lo que me hace describir la voz de la joven soprano Madison Leonard, que cantó y actuó bien el papel de Leïla, en sintonía con el Nadir de David Portillo, tenor de una voz lirica de buenas condiciones y uniforme en cada registro. El elenco contó con la presencia del barítono Will Liverman como Zurga, quien cantó con claridad y expresividad, y del bajo-barítono japonés Hidenori Inoue, que aquí personificó a un arrogante y autoritario Nourabad de fornida y corpulenta voz.

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