Li zite ngalera en Milán

Escena de Li zite ngalera en la Scala de Milán © Brescia e Amisano

Abril 21, 2022. En los últimos años, la Scala ha mostrado interés por la ópera barroca, interpretada de forma históricamente informada, y ha incorporado anualmente nuevas producciones (de Handel, Cavalli…) que se han acercado al público con un repertorio poco frecuentado en este teatro. La orquesta de la Scala apenas se está habituando a tocar repertorio de música antigua. Ahora ha decidido explorar el siglo XVIII napolitano, en particular la comedia para música, un género popular, bromista, cuyo libreto está escrito en dialecto napolitano. 

La elección para esta ocasión ha sido Li zite ngalera (Los novios en el barco) de Leonardo Vinci (1690?-1730). Se trata de una obra efervescente, irónica, ingeniosa, que se estrenó en el Teatro de los Florentinos de Nápoles en 1722, lugar que se convirtió de referencia para este tipo de obras, y que abrió el camino a este estilo operístico cómico-farsesco en las siguientes décadas. 

¡Li zite ngalera es un baúl de maravillas! Pero en general, la ópera napolitana de ese período fue la fuente de inspiración de todo el siglo XVIII musical desde Händel hasta Mozart. Las melodías de las arias da capo —que constituían el esqueleto de la partitura de Vinci— fluyen con sencillez, naturalidad, extroversión, más que de manera melancólica, y cuando termina un número, comienza el siguiente, que parece ser más bonito que el anterior. Todo intercalado con crujientes e imaginativos recitativos en dialecto, a menudo intraducibles al italiano. 

La trama, repleta de clichés que remiten a la commedia dell’arte del libretista veneciano Carlo Goldoni (1707-1793), se basa en el amor no correspondido y en el escenario hay personajes masculinos cantados por mujeres y papeles femeninos cantados por hombres, al igual que la costumbre de la época, en un divertido torbellino hecho de sorpresas, intercambio de personajes, engaños y golpes de escena. 

«Un obra efervescente, irónica, ingeniosa» © Brescia e Amisano

Para montar una ópera como esta los cantantes deben ser buenos actores, y la actuación vocal debe ser apoyada y amplificada por el actor; así, el palmarés de esta producción de Scala fue de alto nivel en todos los sentidos. Francesca Aspromonte (Carlo), Chiara Amarù (Belluccia), Francesca Pia Vitale (Ciomma), Alberto Allegrezza (Meneca), Filippo Mineccia (Titta), Antonino Siragusa (Col’Agnolo), Raffaele Pe (Ciccariello), Marco Filippo Romano (Rapisto ), Filippo Morace (Federico), Matias Moncada (Assan) y Fan Zhou (Schiavottella) formaron un equipo de extraordinaria energía teatral, siempre muy dinámico, brillante, expansivo, además de que resultaron ser vocalmente eficaces. 

Para ellos, el director de escena Leo Muscato confeccionó una muestra respetuosa del libreto con escenarios y vestuarios de la época y, en particular, la historia se desarrolló en una poseda con ambientes que se formaban y deformaban en la escena creando cuadros vívidos, mientras los personajes entraban y salían de la escena continuamente dando la impresión de encontrarse literalmente frente a un día loco. 

La dirección de la orquesta fue confiada a Andrea Marcon al frente de la Orquesta del Teatro alla Scala con instrumentos históricos y la Cetra Barockorchester de Basilea, que fue la cereza del pastel de esta producción, chispeante, dinámica, ágil, y siempre con tímbrica clara y seca, y muy teatral. 

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