Lohengrin en Nueva York

Escena de la nueva producción de Lohengrin de Francois Girard en el Met © Marty Sohl

Abril 1, 2023. Entre las nuevas producciones de su temporada 2022-2023, el Metropolitan Opera House de Nueva York ofreció hoy la última función de la ópera Lohengrin de Richard Wagner, con dirección escénica de François Girard que no fue recibida con entusiasmo por la crítica ni por el público neoyorquino. La propuesta de Girard es difícil situarla temporalmente, pues si bien el diseño de vestuario de Tim Yip es vistoso y resulta lo más dinámico de la producción, se concentra en tonos blancos, rojos, verdes y grises, generalmente en bloques de texturas que el coro va cambiando conforme se hace referencia a los personajes o las acciones de los mismos. 

Esto, después de cuatro horas de música, puede resultar monótono y cansado a la vista. Aunado a ello, la propuesta estética es igualmente estática, con un foco especial al cosmos que está presente durante casi toda la función al fondo del escenario con una serie de proyecciones filmográficas de gran calidad sobre las estrellas, la luna y varios astros, algunos de ellos incluso incendiándose y estallando, lo que podría suponerse como una referencia al origen o fin de los tiempos. La idea visual es muy plástica, pero lamentablemente el trabajo realizado sobre la acción teatral o dramática no fue suficiente para sostenerla.

El reparto contó con homogeneidad y calidad. Como el protagonista Lohengrin, el tenor Piotr Beczała lució la belleza de su redondo y brillante timbre, dentro de los límites de lo lírico —cosa que a algún wagneriano seguramente no le gustará por no tratarse de un Heldentenor—, que matizó con elegancia y buen gusto. La Elsa de la soprano Elena Stikhina fue, igualmente, correcta y elegante dentro del lirismo de su voz, aún joven y que carece de tintes dramáticos, pero que le permite ser flexible con los fraseos, refinada con la construcción sonora y que ayuda a mantener la candidez e inocencia del personaje. 

La soprano Christine Goerke como Ortrud fue un gran acierto, con pleno dominio actoral y fuerza dramática: una voz claramente más madura y dramática que la de los dos protagonistas, pero que pierde calidad en el registro agudo, que se percibe más bien justo y abierto. Como el Rey Heinrich, al bajo Günther Groissböck se le notó cómodo y pleno en sonoridad y estilo, a pesar de que la noche anterior había interpretado al Barón Ochs en Der Rosenkavalier: nada sencillo cantar dos noches consecutivas sendos roles demandantes de bajo). 

Igualmente acertado fue el barítono Thomas Hall como Friedrich von Telramund en una interpretación redonda y poderosa. Cumplió correctamente como el Heraldo el barítono Brian Mulligan (que, al igual que Groissböck, cantó por segunda noche consecutiva: el día anterior le dio voz al personaje de Faninal).

Uno de los principales atractivos de esta producción era ver en el foso al director musical del Metropolitan Opera House, Yannick Nézét-Séguin. Sin embargo, su intensa y ocupada agenda le impidió dirigir todas las funciones de este espectáculo. Así pues, el Met acudió a Patrick Furrer, uno de los asistentes musicales fijos en este teatro, para dirigir algunas de las noches contempladas para esta serie de representaciones, y lamentablemente su desempeño no fue para nada el deseado. El tercer acto estuvo repleto de desajustes entre coro, orquesta y bandas internas, en ocasiones imposible de escuchar. Su lectura superficial y rutinaria que fue salvada por un desempeño brillante por parte del Coro del Met, preparado por Donald Palumbo, y que una vez más hizo notar el mal momento por el que está pasando la sección de metales de la Orquesta del Met, con constantes inestabilidades de afinación, dudas de entradas y discrepancias en la emisión sonora. Uno esperaría un nivel muy superior al presenciar una función en este recinto, sobre todo al tratarse de uno de los teatros de referencia, con uno de los títulos más emblemáticos del repertorio alemán.

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