Madama Butterfly en Montreal

Joyce El-Khouri (Cio-Cio San) y Matthew White (B.F. Pinkerton) en la producción de Madama Butterfly en Montreal © Vivien Gaumand

Mayo 16, 2023. Con un gran éxito —que obligó a representaciones suplementarias— dio por terminada su temporada 2022-23 la Ópera de Montreal con una reposición de alto vuelo de la taquillera Madama Butterfly de Giacomo Puccini. 

Al frente del elenco vocal, la soprano canadiense Joyce El-Khoury concibió una inspiradísima protagonista que le dio grandes momentos vocales a la representación gracias a un canto siempre dado a las delicadezas, a las medias voces y a etéreos pianissimi que hicieron las delicias del público. Poseedora de un magnifica voz lirico-spinto, extensa, robusta y sonora, la soprano canadiense adaptó con gran maestría e inteligencia su voz tanto a las exigencias más liricas del primer acto como a las más dramáticas a medida que avanzó ópera, al mismo tiempo que se reveló como una interprete ideal siempre comprometida en la composición de su personaje. Conmovedora, su aria final ‘Tu? tu? piccolo Iddio!’ obligó a ir en busca de pañuelos y le dio a la intérprete un muy merecido éxito personal en un personaje que seguramente le deparara grandes éxitos en su carrera. 

A cargo de la parte del pretencioso, engreído y odioso teniente B. F. Pinkerton, el tenor americano Matthew White no poseerá una voz demasiado agraciada, ni un fraseo cuidadoso, ni un canto de intencionalidad desbordante, pero su descomunal presencia escénica y su seguridad para alcanzar los agudos hicieron que se metiese al público en el bolsillo. Con una voz pequeña, pero cuidada y de rico lirismo, el barítono canadiense Hugo Laporte hizo un notable trabajo como el cónsul americano Sharpless, personaje al que delineó con gran autoridad, humanidad e incluso hasta con algo de paternalismo. 

Con voz rica y generosa y una composición escénica devota y entregada, la mezzosoprano canadiense Laureen Segal fue una carismática ama de llaves Suzuki muy cercana a la perfección. No se quedó atrás el tenor local Éric Thériault, quien trazó un casamentero y mercantil Goro de exultante voz y algo excesivo en lo escénico. En general, todos los personajes secundarios fueron cubiertos de modo impecable por elementos locales de entre los que merecen destacarse: el autoritario tío monje Bonzo de Matthew Trevino, el imperial príncipe Yamadori de Geoffrey Schellenberg y la sensible Kate Pinkerton de la prometedora Martina Myskohlid. 

Al coro de la casa de le oyó en buena forma en cada una de sus intervenciones. Del éxito general de la representación mucho le cupo a la dirección musical del director español Pedro Halffter, quien nunca descuidó a los intérpretes vocales e hizo maravillas al frente de la orquesta metropolitana, ofreciendo una lectura detallista plena de energía, emoción y colores orquestales.

Escena de la producción de Stephanie Havey de Madama Butterfly © Vivien Gaumand

La ultra conservadora producción escénica de la casa, cuya dirección fue encomendada en esta ocasión a la norteamericana Stephanie Havey, se movió sobre líneas clásicas y no deparó grandes sorpresas, salvo por el hecho que la directora de escena planteó que Kate Pinkerton y su hijo adoptivo —el mismo que fuera arrebatado a Cio-Cio-San—repasasen la historia de la protagonista diez años más tarde, buscando echar luz sobre las circunstancias en torno al nacimiento del niño y a sus orígenes japoneses, y de paso, intentar la reconciliación de este con su pasado. 

El problema de esta creativa revisión fue que no siempre resultó teatralmente efectiva, como cuando madre adoptiva y niño pasearon por la escena junto a los otros personajes, cuando hubo duplicidad de personajes en el escenario o bien, cuando se evitó que el niño viese a su padre en el único momento de arrepentimiento que le ofrece la ópera al aprovechado teniente norteamericano. Salvo esta situación, la dirección de actores, sobre todo en las escenas de conjunto, tuvieron gran solidez. 

Asimismo, aportaron belleza visual al espectáculo, tanto la escenografía de líneas simples, tradicionales y de toques exóticos justos, como el magnífico vestuario de cuidadosa y multicolor hechura que fue todo un deleite para la vista. En ambos casos no hubo referencia alguna a su autoría ni en el programa de mano, ni en el sitio web de la compañía. No se deben pasar por alto en el logrado resultado final los imprescindibles aportes estéticos al clímax general de la iluminación y de las proyecciones video, ambos de tratamiento muy estudiado y efectivo. 

 

Compartir: