Manon en Barcelona

Nadine Sierra (Manon) y Michael Fabiano (Des Grieux) en el Liceu de Barcelona © David Ruano

Mayo 3, 2023. El cambio en esta función alcanzó también al director de orquesta. Marc Minkowski, muy dolorido por un accidente, tuvo que ceder su lugar a su asistente, el joven Romain Dumas, que de todos modos no ofreció novedades (era lógico) sobre el enfoque de la obra e incluso exasperó el problema del volumen en el acto de Transilvania (cuarto) y en el quinteto del segundo acto, y en algunos momentos ocasionales. Eso no fue obstáculo para que recibiera unos aplausos tal vez mayores que los destinados en su momento al titular.

El sentido de volver a ver el montaje de Olivier Py, que a la tercera vez se revela aún más carente de sentido, fue la intervención de la aclamada soprano Nadine Sierra en el papel titular. Y ciertamente, dentro de los límites de esta puesta en escena, que pareció abrazar con entusiasmo, se movió muy bien, insistiendo en la nota maliciosa más o menos con mohines de muchacha moderna norteamericana que hemos visto en muchos filmes. Algo de eso se contagió a su fraseo en especial en las frases recitadas (por ejemplo, al final de la escena de la seducción en la iglesia de Saint-Sulpice), pero indudablemente cantó muy bien. Como lírico ligera, tiene una extensión impresionante en el agudo, una técnica férrea, buen francés (aunque el estilo de una muchacha francesa de hoy no sea, o no sólo, ese) y logró superar los problemas de centro y grave, algo opacos, con gran facilidad para el nivel de la orquesta de Massenet. 

Tal vez lo que falte es un timbre más bello y personal (un problema que también tuvo que afrontar en su momento Natalie Dessay, aunque su actuación fuera, claro está, superior o al menos más matizada, pero también dependía de una puesta en escena menos insensata). Obviamente, el momento de mayor aplauso fue la interpretación de la famosa gavota del tercer acto, pero hay que destacar también su excelente versión de la conmovedora ‘Adieu, notre petite table’ en el segundo, incluido un recitativo de gran calidad, como toda la escena final, que fue la mejor como interpretación, puesto que nos dejamos de pucheritos y otros artificios de niña malcriada. 

Las ovaciones, ya importantes durante el espectáculo, fueron atronadoras al final, y alcanzaron un poco a sus compañeros de reparto, entre quienes el que más se destacó fue un Laurent Naouri de una voz más firme que en la ocasión anterior, mientras que los secundarios repetían sin variación sus resultados; en cambio Alexandre Duhamel optó por cantar a pleno pulmón, exagerando la veta cómica de su personaje Lescaut, y Michael Fabiano como Des Grieux (aunque consiguió más aplauso que en la función anterior) exhibió aún más problemas en las medias voces y en su peculiar forma de hacer frente al registro agudo.

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