Nabucco en Buenos Aires

La producción de Nabucco en el Colón fue firmada por Stefano Poda © Máximo Parpagnoli

Junio 2, 2022. Ausente de la cartelera del Teatro Colón desde 1991 y planeada originalmente para iniciar la temporada 2020 (que se canceló por la pandemia), retornó Nabucco de Giuseppe Verdi con una visión escénica renovada y en algunos aspectos deslumbrante, un coro en excelente forma, una versión orquestal sólida y solistas vocales de adecuado nivel.

Stefano Poda, a cargo de todos los aspectos visuales (dirección escénica, escenografía, vestuario, coreografía e iluminación), ofreció un concepto integral en el cual en lugar de buscar aspectos histórico-referenciales en apoyo del libreto, decidió ofrecer un planteamiento abstracto, moderno y de imágenes de poderoso impacto.

La ambientación escénica usó en todo momento el color blanco con enormes cubos con texturas semitransparentes a los costados y en el fondo del escenario una pared con caños que sobresalen. A esto se le adicionaron muy pocos elementos que bajaban de las alturas o ingresaban desde los costados: la estructura de un átomo, un cuerpo humano deconstruido que en el final aparece completo, un friso levemente babilonio, fragmentos de una pared, una cinta de Moebius enorme, tules enmarcados en cubos, y un ala gigantesca que puede ser la de un ángel, o quizás el de la Victoria de Samotracia.

Escena de Nabucco en Buenos Aires © Teatro Colón

También en el vestuario predomina el blanco, salvo en Abigaille que siempre está de negro, en Fenena, que está de negro hasta que se convierte al judaísmo y en Nabucco, de negro salvo en la escena final. Los movimientos actorales, en una obra de por sí estática, no estuvieron en los solistas sino en la masa coral y en los 40 figurantes-bailarines que con movimientos tributarios de la danza contemporánea, con figuraciones cambiantes y con un ir y venir casi constante, dieron a la escena permanente movilidad, con la ayuda del disco giratorio del escenario.

La luz —siempre blanca— a cargo también de Poda fue simplemente magnífica. Fueron de resaltar los climas que se crearon en la pared del fondo solo con la luz que cambiaba reflejándose en los caños que integran esa escenografía. En una obra de gran demanda pero a la vez de gran lucimiento para el coro, este colectivo de artistas tuvo una noche de triunfo. Fue el Coro Estable del teatro que dirige Miguel Martínez en todo momento puntal de la noche. No solo por los movimientos coreografiados que demandaron una entrega notable en cada uno de los miembros, sino por la cohesión musical y el excelente resultado final. 

Párrafo aparte para el esperado ‘Va pensiero’, cantado con todos los coreutas acostados y que luego de la entrada de Zaccaria, al concluir se van levantando uno a uno.

Decir en la Argentina Carlos Vieu es saber de antemano que el repertorio verdiano está en buenas manos. Nuevamente, el maestro logró insuflar a cada momento de la partitura el matiz exacto y lograr un rendimiento de primer orden por parte de la Orquesta Estable. El planteamiento escénico, con una puesta totalmente abierta que no contuvo las voces de los cantantes, jugó naturalmente en contra de un elenco que en principio resultó homogéneo, solvente y de adecuado nivel.

Como Nabucco, el rumano Sebastian Catana mostró muy buenas condiciones vocales, adecuada proyección y estilo verdiano. Rebeka Lokar fue Abigaille, sin duda uno de los roles más difíciles del repertorio lírico, la soprano eslovena logró superar los escollos de la partitura por su alta profesionalidad y gran volumen. Alguna zona de su registro mostró un persistente vibrato, pero lo compensó con su entrega y algunas sutilezas interpretativas.

Grandes figuras de la noche fueron el bajo polaco Rafał Siwek como Zaccaria a la par de la mezzosoprano argentina Guadalupe Barrientos cono Fenena. Cumplieron adecuadamente con su cometido tanto el tenor Darío Schmunck (Ismaele) como el bajo Mario de Salvo (Sumo Sacerdote). Completaron con eficacia el elenco el tenor Gabriel Renaud (Abdallo) y la soprano Mariana Carnovali (Anna).

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