Nabucco en Verona

Escena de Nabucco en la Arena de Verona © Ennevi

Julio 23, 2022. Después del debut en el 95 Festival 2017, el montaje Nabucco creado por Arnaud Bernard regresó a la Arena de Verona. La obra, entre las de los «años de galera», se presta más que otras a una lectura política vinculada a los acontecimientos contemporáneos en Italia durante el Risorgimento. Bernard también se apropia de este lenguaje al situar los hechos durante las “Cinco jornadas de Milán” (la sublevación del pueblo de la capital lombarda contra la ocupación austriaca entre el 18 y 22 de marzo de 1848).

Aquí, la dimensión religiosa da paso al elemento civil que asoma en escena con las evidentes características del Risorgimento: lo domina todo una fiel reproducción del Teatro alla Scala, templo profano de las glorias de la patria. Para hacer creíble el libreto, fueron necesarios algunos cambios que potenciaron la contextualización decimonónica: entraron en juego elementos de invención y detalles cinematográficos capaces de ofrecer un aliento grandioso y típicamente areniano al espectáculo, consistente en un impresionante uso de los medios y extras.

La colaboración de Alessandro Camera en la escenografía hizo que toda la producción fuera aún más fascinante y ofreció al hábil director las herramientas para reinventar escenarios curiosos y efectos metateatrales. 

Debutó en la Arena la soprano polaca Ewa Płonka que, aunque dotada de un medio de volumen no muy considerable, en particular para el dispersivo espacio areniano, exhibió un fraseo válido y una atrevida presencia escénica. Emergió una Abigaille humana y femenina, pero aún se está definiendo en cuanto a interpretación y madurez. 

Riccardo Rados (Ismaele) en Nabucco © Foto Ennevi

A su lado, en cambio, estuvo el bien establecido Amartuvshin Enkhbat en el papel de Nabucco. El joven cantante de origen mongol exhibió de inmediato un instrumento amplio con un timbre persuasivo, emisión suave, dicción impecable y nobleza de fraseo, todo encaminado a dar credibilidad al personaje. Incluso en el aspecto interpretativo, el barítono demostró que ha entendido y madurado las principales características del rey de Babilonia. 

Michele Pertusi interpretó el papel de Zaccaria: su extraordinaria formación técnica, aumentada por la frecuentación constante del difícil repertorio belcantista, favoreció un acercamiento maduro a la escritura de Verdi. Se benefició de la interpretación que el cantante siempre cincela con excelente gusto mientras disimula hábilmente alguna flacidez vocal. 

Las Intervenciones de Riccardo Rados (Ismaele), y Francesca Di Sauro, (Fenena) fueron oportunas y convincentes. La compañía vocal la completan Adolfo Corrado (el Sumo Sacerdote de Baal), Carlo Bosi (Abdallo) y Elena Borin (Anna). 

La presencia de Daniel Oren en el podio de la Arena fue una garantía. El director israelí conoce a la perfección los espacios y las necesidades de espectacularidad del anfiteatro en el que actúa desde tiempos inmemoriales. Esto, unido a su larga asistencia a la ópera de Verdi, fue una certeza para el excelente desenlace de la velada. Su lectura enérgica, pero siempre atenta al realce del fraseo, no dejó de prestar atención a los detalles y sobre todo a guiar con profunda conciencia a los solistas. 

La Orquesta de la Fundación Arena di Verona ofreció una interpretación válida, así como el Coro, adecuadamente preparado por Ulisse Trabacchin. 

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