Orpheus de Telemann en Barcelona

René Jacobs cumplió 75 años en el estreno de Orpheus de Telemann en Barcelona © David Ruano

Octubre 30, 2021. En el Teatro Liceu se ha oído por primera vez el Orpheus, considerado la culminación de la producción lírica de Georg Philipp Telemann y de la ópera barroca alemana, que hace sólo veinticinco años reapareció. Se trata del primero de tres conciertos ( ‘semiescenificados’ porque hay vestuario y movimientos) —uno por temporada— dedicados al mítico cantor de la antigüedad clásica dirigidos por el famosísimo maestro René Jacobs con su orquesta B’ROCK. La única función contó con un público numeroso e interesado (sólo un móvil para casi tres horas de música es un récord de prepandemia).

En un conjunto fue una velada muy buena, en especial desde el punto de vista de la interpretación, ya que en el aspecto teatral los futuros títulos (Gluck y Monteverdi) son de lejos superiores.

No hay nada que observar (o sea, todo fantástico) sobre la dirección de Jacobs y la ejecución del grupo barroco: música de alto nivel interpretada de modo admirable. Y los textos en italiano (por lo general de arias de furor de Händel) y en francés (de Lully, para el coro más importante de toda la partitura) pero compuestos por Telemann no son óbice a la unidad de la partitura.

Si hay alguna reserva es en lo que se refiere a los intérpretes, en particular algunos de los personajes femeninos. Hace tiempo que Jacobs (como otros directores contemporáneos o anteriores) parece preferir voces pequeñas o muy fijas y no siempre de timbre bello para sus versiones “de referencia” (yo creo que hubo un gran cambio luego de sus monumentales interpretaciones de Agrippina de Händel en La Monnaie de Bruselas).

Así pues, si ninguno de los cantantes es menos que correcto, ninguno posee una personalidad vocal o escénica particular. Esto sucede con la única cantante que me era conocida (todos debutaban en el Liceu), Salomé Haller, mejor como sacerdotisa tracia que como la confidente Ismene, aunque siempre algo descontrolada en el agudo, pero sobre todo con la verdadera protagonista de la ópera, la reina Orasia de Tracia (en esta versión es ella quien provoca por celos la muerte de Eurídice y posteriormente la de Orfeo), la soprano Kateryna Kasper, voz muy metálica y graves tan artificiales que producían efectos contradictorios al menos en mi caso.

El protagonista “formal” fue el barítono Kresymir Strazanac, correcto intérprete de la parte (sobre todo en los recitativos) y también correcta su Eurídice, Mirella Hagen (que como otros colegas se integró también al pequeño coro). Muy interesante el contratenor Benno Schachtner (un mensajero infernal) y, los mejores en cuanto al canto en sí, el tenor David Fischer (el confidente de Orfeo, Eurímedea)y el bajo-barítono Christian Immler como el rey de los infiernos, Plutón. 

En una breve parte que, sin embargo, le permitió hacerse notar de modo positivo (la ninfa Cefisa), estuvo la soprano Gunta Smirnova (no hubo ninguna voz grave femenina).

Aplausos tras casi todas las arias y ovaciones al final, en particular para Jacobs, que fue obsequiado (era su cumpleaños) por el director musical del Teatro con dos globos plateados de esos que se suelen usar ahora para los aniversarios con los números 7 y 5.

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