Pagliacci y Al mulino en Trieste

Pagliacci en Trieste © Fabio Parenzan

Junio 10, 2022. El Teatro Verdi de Trieste propuso un díptico interesante como última produccion de la temporada: Pagliacci de Ruggiero Leoncavallo y Al mulino de Ottorino Respighi, esta última ópera inacabada por el maestro que, una vez completada, se presenta en estreno mundial. 

Pagliacci había estado ausente de la Ópera de Trieste durante casi 20 años. Históricamente la obra nunca fue muy popular entre el público local, frecuentemente crítico con el verismo. No fue así en este caso. La brillante dirección escénica de Víctor García Sierra llenó el escenario de gente que vitoreaba la llegada de la compañía de actores, un teatro dentro del teatro; vestidos de blanco en un escenario de mil colores y luces creado por Paolo Vitale, que lo ambientó en un contexto festivo del pueblo, con carretas y pequeños globos falsos, con mujeres barbudas y tacones altos, con carteles esparcidos por muchas quintas, al fondo una gran rueda de Lunapark, y en el centro una elevacion que se convertiría en el escenario de la actuación. 

Los adultos del Coro del Teatro Verdi fueron dirigidos por Paolo Longo e “I Piccoli cantori della città di Trieste” fueron preparados por Cristina Semeraro. Todo esto fue parte del ‘Prólogo’ que anunciaba lo que sucedería: el personaje que lo interpreta será entonces Tonio/Taddeo, el excelente barítono Devid Cecconi. El tenor Amadi Lagha, que interpretó a Canio/Pagliaccio, también hizo malabares con su parte. Interpretó la famosa aria ‘Vesti la giubba’ con gran realismo, llenando las notas de una profunda humanidad, como en las intenciones del compositor, que muestra el sufrimiento del hombre que en el escenario tendrá que representar el drama que está viviendo en la vida real. 

La soprano Valeria Sepe, en el papel de Nedda/Colombina, estuvo extraordinaria en la gestualidad del personaje, con una voz potente y ágil, un poco carente en el fraseo. Balgoj Nacoski (Peppe/Arlecchino) y Min Kim (Silvio) completaron el cuadro de los principales protagonistas. 

La orquesta fue dirigida por Valerio Galli, un apasionado amante de la música de Leoncavallo. Es una obra difícil, contrariamente a la creencia popular, con variaciones y cambios repentinos. 

Escena del estreno Al Mulino de Ottorino Respighi © FabioParenzan

Después del feminicidio de Nedda y el asesinato de Silvio, casi como si Leoncavallo viviera hoy, un largo intervalo permitió un cambio drástico de escenarios para la representación de Al mulino de Respighi, con la que se descendió a una profunda y pesada realidad rusa, que nos trastorna aún hoy más por la guerra que estamos viviendo. Esta fue la segunda ópera del compositor boloñés, que vivió un corto tiempo en Rusia, entrando en contacto con el alma de ese pueblo, demasiado a menudo inclinado al poder, ya sea del zar o de cualquier otro dictador que llegó después. 

Paolo Rosato intervino en la orquestación que el compositor dejó incompleta, una cuarta parte de la ópera. Otra de las responsabilidades en el estreno de una obra es la del director de escena, Daniele Piscopo, quien escogió el camino del impresionismo, donde el estado de ánimo de los diferentes personajes se representa a través de los contrastes de luces y sombras de tener que contar una historia donde la guerra y sus horrores están en el horizonte. 

El libreto de la ópera lo hace con fuerza: en ese molino, la mujer Aniuska llegará a un epílogo conmovedor. Matará, abriendo a la fuerza el agua del arroyo que va al molino, a los perseguidores y al amado Sergio, para no permitir que lo persiguieran. El agua, símbolo de purificación, se convierte en símbolo de muerte. Su amante se ha rebelado contra los abusos de los hombres del zar, la niña es maltratada por su padre Anatolio y por Nicola, por lo que entregará a Sergio a sus verdugos. 

La orquesta, dirigida por Fabrizio Da Ros, lució tonos potentes y amenazantes. La música es lúgubre, y transporta al espectador a un mundo de angustia y terror. Pasa un largo tiempo en el que poco sucede salvo el desenmarañamiento del horror al que es sometida la mujer. El final es perturbador y un tanto apasionante. Los protagonistas Afag Abbasova-Budagova (Aniuska) y Zi Zhao Guo (Sergio) convencieron en sus papeles dramáticos, a los que se sumó el rasgo tortuoso de Domenico Balzani (Nicola). 

De igual manera, fueron efectivos los coprotagonistas en el escenario: Cristian Saitta (Papa), Min Kim (Anatolio), Anna Evtekhova (Maria), Blagoj Nacoski (oficial), Francesco Cortese (Solo) y Giuliano Pelizon (soldado). Un Respighi inédito, sobre el que merece la pena detenerse.

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