Rigoletto en Miami

Escena de Rigoletto en Miami © Daniel Azoulay

Marzo 12, 2022. La 80ª temporada de la Gran Ópera de Florida continuó con una producción de Rigoletto procedente de la Ópera de Nueva Orleans, con dirección escénica de Kathleen Belcher. Antes del inicio de la función, Susan T. Danis, directora de la institución, dedicó unas palabras de rechazo a la guerra en Europa y, con el público puesto en pie, se escuchó el himno de Ucrania.

La escenografía de Lawrence Shafer se mantiene fiel a las indicaciones del libretto de Francesco Maria Piave y las dos escenas del primer acto muestran con detalle un salón del palacio ducal, la primera, y una calle y el patio de la casa de Rigoletto, la segunda. Aprovechando los mismos decorados, se recrea otra estancia del palacio para el segundo acto y, para el tercero, una calle con muro abierto que deja a la vista el interior de la casa de Sparafucile. Con todos estos elementos no hubiera sido difícil integrar mejor en la escena la pared del fondo, que quedó oscura y sin ningún uso. La iluminación de Ron Vodicka resaltó con brillantez las escenas de conjunto en el palacio ducal, contrastantes con los ambientes nocturnos, donde se usaron luces individuales para seguir a los cantantes en sus movimientos en escena. La tormenta del tercer acto se recreó con realismo gracias a luces estroboscópicas. En el rico vestuario diseñado por Howard Tsvi Kaplan predominaron los tonos oscuros y negros en soldados y cortesanos, combinados con el rojo en el caso del duque, a juego con los cortinajes de las estancias del palacio. Rigoletto portó un colorido traje de arlequín. Espadas, capas y diversos elementos de atrezo enriquecieron la escena. 

El veterano barítono norteamericano Todd Thomas encarnó el papel protagónico con resolución y entrega. Magnífico actoralmente, se desenvolvió sobre el escenario con total naturalidad. Aunque no tiene la riqueza tímbrica del pasado, su voz es potente y la maneja con inteligencia, logrando un excelente resultado. Usó la dicción al servicio de la expresividad en su excelente aria ‘Cortigiani, vil razza dannata’, que concluyó con un sobrecogedor ‘Pietà, pietà, Signori, pietà’. Todo ello le valió una calurosa y merecida ovación en los aplausos finales.

El rol de Gilda fue interpretado por la soprano Sharleen Joynt. Su voz brilló en los agudos, mientras que en el registro medio su timbre empastó muy bien con la madera de la orquesta, como quedó patente en su aria del primer acto ‘Caro nome’, donde desplegó su poderosa técnica que le permitió ejecutar sin problemas la complicada coloratura. Lástima que una parte del público, llevado por el entusiasmo, comenzara a aplaudir antes de la finalización, ignorando las indicaciones del director y privando así, al resto, de ese silencio mágico al final de un aria tan espectacular como esta. No fue un hecho aislado, sino que se repitió al final de cada acto, con una parte del público aplaudiendo antes de la conclusión de la música y arrastrando con sus aplausos al resto.

El tenor José Simerilla Romero marcó una progresión de menos a más en su interpretación del duque de Mantua, si bien tuvo dificultad para hacerse oír con nitidez desde la parte posterior del escenario. Firmó una notable ‘La donna è mobile’, aunque con excesiva emisión de aire en su conclusión, momento en el que un entusiasmado espectador, que no supo esperar al final del aria, lanzó un rotundo ¡bravo!. El famoso cuarteto vocal ‘Bella figlia dell’amore’, con los tres personajes citados más Maddalena, resultó excelente. Este papel fue interpretado con solvencia por la mezzo franco-norteamericana Stephanie Doche, quien hizo doblete, interpretando también a Giovanna, el aya de Gilda.

Entre el resto del reparto destacaron el bajo norteamericano Matt Boehler, que fue un Sparafucile vocal y actoralmente magnífico, y el bajo-barítono Neil Nelson que interpretó el rol de Monterone con voz potente y de bello timbre. 

El coro de la casa, preparado por Matthew Cooperman, firmó una excelente actuación. En el foso el maestro Pacien Mazzagatti, debutante en la temporada de la Gran Ópera de Florida, dirigió con resolución la orquesta, también de la casa, imponiéndose a veces, con su férreo pulso, a la cadencia y articulación natural de la línea de canto.

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