Rigoletto en Milán

Nadine Sierra (Gilda) y Amartuvshin Enkhbat (Duca) en Rigoletto en la Scala de Milán © Brescia e Amisano

Julio 8, 2022. Para concluir la primera parte de la temporada, antes de la pausa estival, el Teatro alla Scala retiró finalmente la producción de Rigoletto de Gilbert Deflo, espectáculo visto y revisto en Milán de 1994 al 2019, frecuentemente con Leo Nucci como protagonista.

El director de escena Mario Martone pensó en cómo renovar el enfoque general de la obra maestra verdiana, sacándola del cliché y estereotipo que, sobre todo aquí en Italia, es un hueso duro de roer. Por lo tanto, fueron bastante previsibles los reclamos al director napolitano de parte de un pequeño sector del loggione al final de la première. Pero el camino elegido por parte de la dirección artística fue seguramente el adecuado, ya que estamos fastidiados de ver Rigolettos cojeando y tambaleándose por el escenario, con enormes jorobas y caras con expresiones torcidas. De hecho, Martone retrató un Rigoletto monstruoso, no tanto en su aspecto, sino en su naturaleza más profunda, como un déspota de los barrios bajos, un pérfido secuaz del duque de Mantua, un Rigoletto que vive en la inmundicia con prostitutas y drogadictos, pero que, gracias al excelente sistema escénico en dos pisos y giratorio, diseñado por Margherita Palli, se encontraba en un abrir y cerrar de ojos en las habitaciones doradas del palacio, haciendo favores y recibiéndolos de un duque que tiene los rasgos de un joven y brillante boss que todo quiere y todo puede. 

En ese sentido, fueron apropiados los hermosos vestuarios confeccionados por Ursula Patzak que retratan de la mejor manera tanto la corte de los libertinos como la multitud de los desposeídos. Un notable elenco fue conformado por el teatro. Amartuvshin Enkhbat impresionó en el papel titular. El barítono mongol mostró un instrumento vocal muy sólido, amplio, y de extraordinaria proyección vocal, aunque también refinado y de timbre seductor; un caudal de voz que Enkhbat supo modular hacia fines expresivos con gran maestría. Nunca como ahora Rigoletto pareció ser el verdadero alter ego del duque. 

También Gilda fue depurada por Martone de ciertos estereotipos de muñeca, convirtiéndola, a su vez, en una mujer hecha y derecha, una mujer que vive segregada de su padre en un ambiente ruinoso y que anhela realizarse plenamente fuera de ese odioso y manchado lugar. Nadine Sierra fue mucho mejor de lo que se hubiera podido esperar, y su Gilda convenció por musicalidad, por la emoción en la manera de llevar la línea musical, y por su timbre luminoso. Con frecuencia el papel de Gilda se le confía a sopranos ligeras con poca sustancia emotiva.  Aquí, Sierra logró resolver bien los pasajes de coloratura, además de que ¡logró emocionar! Nunca como esta vez ‘Caro nome’ pareció ser tan necesario y auténtico.  

El Duque de Piero Pretti mostró audacia y facilidad de emisión unidos a una refinada dicción y un brillante color.  Su Duque fue trazado de la mejor manera como un viveur de nuestros tiempos. También hay que señalar a Gianluca Buratto, un Sparafucile de voz oscura, profundidad y de esculpida dicción; a la seductora Maddalena de Marina Viotti con su timbre bruñido; y al desesperado Monterone de Fabrizio Beggi.

Por su parte, Michele Gamba dirigió con gran atención al escenario, pero sobre todo con un claro sentido del respeto hacia la partitura verdiana, evitando así efectos llamados de «tradición» que hoy son absolutamente censurables. El director milanés condujo con mano segura y paso teatral, incrustando de la mejor manera el tejido musical de la idea artística a la base de esta nueva producción. ¡El Coro naturalmente estuvo en la cima! Con éxito creciente de función en función.

Compartir: