Tosca en el Met

Escena del segundo acto de Tosca en el Met

Marzo 30, 2023. Para el olvido quedará la última serie de Toscas previstas por el Met neoyorquino en la recta final de su temporada 2022-23. Principal responsable de esta decepcionante propuesta fue el elenco, que no supo estar a la altura de las circunstancias y ofreció un espectáculo que hizo agua por los cuatro costados. 

Como Floria Tosca, Liudmyla Monastyrska, quien sustituyó a la rusa Hibla Gerzmava originalmente prevista, apenas si convenció. Sin escatimar en gritos, la soprano ucraniana se lanzó a interpretar su parte con el mismo ímpetu como si se tratase de la aguerrida Abigail. Los decibeles abundaron, y los matices fueron casi inexistentes. Todo fue cantado en el forte, y sin ninguna implicación emocional. Su aria ‘Vissi d’arte’, donde se le escuchó algo más contenida, fue fría como un témpano de hielo. 

Debe reconocérse que Matthew Polenzani tampoco fue un Cavaradossi que pudiese inspirarla. Hubo que ponerle mucha, pero mucha buena voluntad para imaginar al tenor americano revolucionario, heroico y seductor. Reemplazando al despedido Yusif Eyvazov, seguramente Polenzani no ha querido perder la oportunidad de incluir en su repertorio una de los personajes más atractivos del repertorio italiano para su cuerda. 

Pero, ¿es este un papel para su vocalidad? Habida cuenta de lo escuchado, no. Mas allá de su valentía y sus buenas intenciones, su pintor supo a muy poco. Con una voz extremadamente lírica, dúctil y lozana, a la que controló a la perfección sin nunca forzar, Polenzani solo pareció interesado en sonar bonito, restando naturalidad y fuerza a su interpretación. Así fue como su canto solo resultó en una exhibición desmedida de refinados y sutiles adornos que aburrieron más que otra cosa. Llegó con lo justo al final de la ópera, y debió agradecer que el fusilamiento lo “salvase” de seguir cantando. 

En medio de todo esto, el barón Scarpia de Željko Lučić emergió como la gran figura de la noche. Si bien el paso del tiempo ha comenzado a pasarle factura en su voz, el barítono serbio pudo, por su gran oficio, y consciente de sus limitaciones, ofrecer una composición muy convincente del jefe de la policía romana a cuyo canto que impregnó con toneladas de repulsión, crueldad y sadismo. 

El bajo-barítono americano Patrick Carfizzi divirtió a más no poder con su caricatural composición, plena de tics y payasadas, del Sacristán de la iglesia Sant’Andrea della Valle. Con una voz robusta y bien timbrada, el barítono americano Kevin Short presentó un Cesare Angelotti digno de elogios. La dupla de esbirros Spoletta y Sciarrone a cargo de Brenton Ryan y Christopher Job, respectivamente, se desempeñaron con gran solvencia. 

Al coro de la casa se le oyó bien preparado y fue muy celebrado al final del ‘Te Deum’. Al frente de la orquesta, el director venezolano Domingo Hindoyan hizo lo que pudo por coordinar del mejor modo el trabajo de la orquesta y la escena, resignando tiempos a las necesidades de los cantantes para no empeorar las cosas. No obstante, su batuta mostró mucho vuelo lírico y las riquezas de colores de la partitura de Puccini en el preludio al acto tercero. Algunos ensayos adicionales no hubiesen venido nada mal. La clásica producción del escoces David McVicar —uno de sus mejores trabajos y una de las más bonitas en activo de la casa—, con sus suntuosos decorados, su elegante vestuario y sus cuidadísima dirección teatral, dio un marco excepcional para el desarrollo de la acción. 

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