?? Tosca en León y Guanajuato

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La muerte de Scarpia, con Eugenia Garza (Tosca) y Genaro Sulvarán

Los días viernes 1, domingo 3 y miércoles 5 de noviembre, en el Teatro del Bicentenario Roberto Plasencia Saldaña, en León, Guanajuato y el domingo 10, en el Teatro Juárez, en Guanajuato, se presentó la ópera Tosca, de Giacomo Puccini, reposición de la producción del propio recinto leonés estrenada en 2014, que en esta ocasión resultó apasionada, sensual y renovada, gracias al nuevo elenco, a los cambios de escena y a la participación de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG).

Con un diseño de escenografía de Philippe Amand y vestuario de Carlo Demichelis, la propuesta de Enrique Singer, director de la Compañía Nacional de Teatro, fue la misma que la de hace cinco años: una adaptación de la original ubicada en la Italia de 1800 a la época del régimen fascista de Benito Mussolini. Por ello, el montaje fue casi idéntico. Con pocos elementos escénicos y la proyección de imágenes sobre unos cuadros de distintos tamaños, se recrearon los tres lugares en donde transcurre la acción: la iglesia Sant’Andrea della Valle, con unas grandes columnas, un conjunto de bancas, una capilla, un andamio y pinturas renacentistas de María Magdalena, la Virgen María y Jesucristo; la oficina de Policía, para cuya representación se incorporaron unos sillones, una mesa de piedra con una cruz plateada encima, unos emblemas fascistas y un retrato de Mussolini; y la terraza superior del Castillo Sant’Angelo, que se diseñó de dos niveles, con un patio, una celda, una muralla y una pintura de San Miguel Arcángel.

En esta revisión, el atuendo elegante de Tosca, la célebre cantante y protagonista de la historia, presentó dos variantes: se cambió el vestido plateado original por otro rojo —color más acorde con su carácter pasional— y se confeccionó menos entallado, lo que ayudó a la soprano a moverse con mayor naturalidad, un ajuste aparentemente irrelevante, pero crucial para lograr una actuación convincente. El resto de los personajes conservó casi el mismo vestuario: Mario Cavaradossi, el enamorado de Tosca, lució un abrigo, un suéter y unos pantalones grises, así como una camisa blanca; en contraste con la ropa militar de tonos oscuros de los camisas negras, el Sacristán y Scarpia, el jefe de Policía y villano.

Igual que en la producción de 2014, se contó con el diseño de iluminación de Víctor Zapatero, quien enfatizó los distintos matices dramáticos de la ópera, recreando un ambiente frío y lúgubre en el cuartel de Scarpia, y otro más cálido y luminoso en la iglesia. Además del vestuario, Singer y su asistente de dirección, Daniela Parra, hicieron otros cambios que dieron mayor realismo a la producción. Uno de ellos fue que se presentó a Cavaradossi con más manchas de sangre en su ropa y su frente. El otro fue que se abordó el lado erótico de la obra en el segundo acto, en donde Scarpia no sólo tira a Tosca al suelo e intenta besarla, sino que acaricia su pecho y le descubre uno de sus hombros bajándole el vestido.

En general, la acción dramática fue dinámica. El ‘Te Deum’ transcurrió con solemnidad, mientras que el asesinato de Scarpia y el fusilamiento de Cavaradossi se realizaron con eficacia. Sólo el movimiento de las columnas y el cambio de imágenes parecieron excesivos. En tanto, en las famosas arias de la ópera se volvió a colocar a los cantantes solos en escena para enfatizar sus sentimientos y crear cuadros de enorme belleza, como en ‘Vissi d’arte’, en donde un telón baja y oculta el cuartel de Scarpia, quedando Tosca en el suelo mientras a lo alto se proyecta una pintura del rostro de Cristo. El único detalle cuestionable en esta actualización se presenta en el segundo acto, cuando el carcelero Sciarrone informa sobre el triunfo de Napoleón en la batalla de Marengo, momento histórico que ocurre en 1800 y no en el siglo XX.

En esta reposición, el papel protagónico fue encomendado a la regiomontana Eugenia Garza, quien ofreció un desempeño vocal decoroso, a pesar de algunas imperfecciones técnicas, como un incesante vibrato y un registro alto incisivo. No obstante, su voz de soprano lírico y de timbre atractivo tuvo la proyección y volumen deseados para escucharse por encima de la orquesta. En ‘Vissi d’arte’, brindó lo mejor de su canto, concluyendo el aria con un agudo brillante, en pianissimo, por lo que la ovación no se hizo esperar. Las mayores fortalezas de la cantante estuvieron en sus dotes como actriz, gracias a los cuales logró una recreación creíble del personaje, exhibiendo toda su complejidad. Fue una celosa, ingenua y frágil Tosca, pero con el carácter necesario para poder gritar, defenderse y asesinar a Scarpia.

El tenor albanés Adrian Xhema encarnó a un maduro Cavaradossi y exhibió algunos problemas vocales: un persistente vibrato y un manejo limitado de los matices, cantando casi todo en forte. Ejemplo de ello fue su aria ‘E lucevan le stelle’, en la que fue incapaz de hacer uso de la mezza voce. Aun así, su voz de tenor lírico spinto y de timbre cálido tuvo potencia suficiente y alcanzó los agudos con seguridad. Dramáticamente, le faltó emoción y fuerza. Si bien fue tierno y cariñoso con Tosca, se mostró poco desafiante ante Scarpia, sobre todo al celebrar la victoria de Bonaparte sobre el ejército austriaco. A pesar de ello, interpretó al personaje con verosimilitud.

Como Scarpia, el barítono mexicano Genaro Sulvarán brindó la actuación más redonda de la ópera. Su voz, de timbre oscuro, destacó por su potencia y proyección, por lo que no tuvo ningún problema para sobresalir del coro y de la orquesta en el ‘Te Deum’. Asimismo ofreció una línea de canto consistente y un fraseo elegante en sus momentos líricos. Su presencia escénica resultó ideal para Scarpia y con sólo su mirada expresó la maldad del personaje, sin necesidad de grandes gestos y movimientos. Igualmente, fue un jefe de policía violento y lascivo en las confrontaciones con Tosca.

El resto del reparto cumplió las expectativas: el barítono Octavio Pérez Bustamante, de voz oscura y resonante, fue un notable revolucionario Cesare Angelotti; el bajo Charles Oppenheim interpretó al Sacristán con una mezcla de comicidad y seriedad; el tenor Ángel Macías, provisto de un timbre oscuro e imponente presencia, y el bajo Augusto García estuvieron a la altura como el policía Spoletta y el carcelero Sciarrone, respectivamente; y, finalmente, el joven Juan Miguel Muciño Lozano regaló una amable intervención como el pastorcillo.

En su primera colaboración con el Teatro del Bicentenario, los músicos de las distintas secciones de la OSUG no sólo tocaron con solvencia y precisión, sino que destacaron el carácter de cada uno de los Leitmotiven de la partitura. Bajo la dirección contundente de Roberto Beltrán-Zavala, la orquesta hizo una lectura enérgica, intensa y apasionada, llena de emocionantes clímax, algunos quizás demasiado fuertes, pues llegaban casi a ocultar a los cantantes. Entre sus momentos más memorables estuvieron el ‘Te Deum’, la escena de la tortura y el preludio del tercer acto.

Finalmente, el Coro del Teatro del Bicentenario y el Coro de Niños del Valle de Señora, dirigidos por Jaime Castro Pineda, actuaron y cantaron con desbordante entrega y energía, logrando recrear el júbilo, la algarabía y la devoción del pueblo en la iglesia. Gracias también a ellos, el ‘Te Deum’ se escuchó espectacular y se llevó los aplausos del público. En las primeras tres funciones, el Teatro del Bicentenario estuvo a tres cuartos de su capacidad; en cambio, el Teatro Juárez registró cupo lleno.

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