Tosca en Mazatlán

La escena de la muerte de Scarpia en Tosca, en Mazatlán

Octubre 4, 2022. Nada es tan grato como ver anunciada en el Teatro Ángela Peralta de Mazatlán, Sinaloa, una ópera que considero de las mejores obras compuestas por Giacomo Puccini y sus libretistas Giuseppe Giacosa y Luigi Illica. Si bien estos escritores contribuyeron asimismo a la grandeza de La bohème y Madama Butterfly, en Tosca la historia implica un drama sumamente poderoso, trágico, en la que todos los eventos se suceden en aproximadamente veinticuatro horas, y que mantiene al espectador al borde de su butaca en espera del desenlace fatal. 

La historia de esta fascinante ópera puede consultarse en mi ensayo “El beso de Tosca” publicado en esta revista el 25 de junio de 2020 (https://proopera.org.mx/ensayo/opera-y-justicia-el-beso-de-tosca/) y que incluye un análisis jurídico de uno de los aspectos más impactantes de la obra de mérito, la tortura al personaje Mario Cavaradossi, amante de la diva Floria Tosca.

Así que tuvimos la gran fortuna de ver y escuchar esta ópera que podríamos denominar noir porque contiene todos los actos más cruentos que el ser humano llega a cometer, como el homicidio, la tortura —física y psicólogica— y el suicidio, combinándose con el romance, el amor, el odio, los celos, la lealtad y hasta sucesos históricos relevantes del inicio del siglo XIX en Roma. Fue escenificada los días 4 y 5 de este mes de octubre en el histórico y bello Teatro Ángela Peralta en la Perla del Pacífico. 

Inaugurado oficialmente el 6 de febrero de 1881, primero como Teatro Rubio (por el nombre de su dueño original, el empresario Manuel Rubio), el edificio está ubicado en el corazón del centro histórico de Mazatlán, al lado de la bella plazuela Machado, donde tuvo presentaciones de ópera, zarzuela y operetas.

Óscar Velázquez (Scarpia), el maestro Enrique Patrón de Rueda, María Katzarava (Tosca) y Eduardo Niave (Cavaradossi)

Pero lo más notable de la historia de este teatro fue la visita de la soprano Ángela Peralta al puerto el 22 de agosto de 1883, al que llegó el “Ruiseñor Mexicano” con su compañía italiana, donde fue recibida en la aduana marítima con el himno nacional y trasladada al Hotel Iturbide, el edificio anexo al teatro. Al día siguiente presentaron Il trovatore, en la que debutó el tenor Fausto Belloti, con poco público, pues la fiebre amarilla que se había declarado epidemia comenzó a cobrar varias víctimas, y al cabo del tiempo se llevó a la tumba a varios artistas de su compañía italiana, incluyendo al tenor Belloti. 

La causa de esta epidemia fue que se permitió entrar al puerto dos vapores procedentes de Panamá que traían consigo la peste amarilla (o vómito negro, como también se le conocía). Mi colega de Pro Ópera, Enid Negrete, en su magnífico ensayo del 4 de septiembre de 2020 en este mismo espacio (https://proopera.org.mx/ensayo/muerte-opera-mexicana/), dio cuenta amplia de los estragos que tal epidemia causó en la compañía operística y los miles de fallecimientos que cobró la misma.

Únicamente queda destacar que en este escenario mazatleco, que durante varios años estuvo abandonado entre los años 60 y 80 del siglo pasado, agravado por un tristemente recordado huracán llamado “Olivia” de 1975, que dejó muchos daños a su paso, incluido el teatro, resurgió de sus escombros con la ayuda y mucho trabajo del grupo Amigos del Teatro Ángela Peralta AC y el Ayuntamiento de Mazatlán, para convertirse en un recinto que da lugar a conciertos, óperas, galas y eventos culturales como el Festival Cultural Sinaloa, que es ya muestra del espacio cultural más notable del sur de Sinaloa y catalogado como Patrimonio Histórico de la Nación. 

Cantó en estas dos funciones la soprano María Katzarava en el rol de Tosca, con una madurez vocal y gran presencia en el escenario, el cual, por cierto, solo estuvo integrado en el primer acto con un crucifijo suspendido bien iluminado, y en los otros dos actos una mesa con dos sillas, en una puesta en escena totalmente minimalista, para concentrar la atención en el drama, en el que destacaron los tenores Eduardo Niave y Eduardo Tapia con timbres claros y brillantes, los barítonos Oscar Velázquez (magnífico en su papel del sátiro barón Scarpia) y Leoncio Luna, y los bajos Miguel Valenzuela y José Miguel Lora, todos ellos con un estupendo desempeño vocal. La dirección estuvo a cargo del maestro mazatleco Enrique Patrón de Rueda, siempre con su gran precisión y calidad de conducción, y las bellas voces de los Coros Guillermo Sarabia y el Infantil del CMA.

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