Tosca en San Diego

Escena de Tosca en San Diego © Karli Cadel

Marzo 28, 2023. La última producción a la que asistí en este teatro fue Madama Butterfly en abril del 2016, y aunque han pasado varios años, he podido apreciar de nueva cuenta otra elegante, detallada y cuidada producción, que se apega puntualmente a lo descrito en la trama. Escénicamente, la Ópera de San Diego se ha conducido dentro de un rango conservador y tradicional en sus montajes, con pocos experimentos modernos, innovadores o polémicos. 

Los decorados y espaciosas escenografías de este montaje de Tosca fueron ideadas por Andrew Horn, con refinados y distinguidos vestuarios de Andrew Marley y Heide Zamora. Agradó especialmente el segundo acto, por los enormes frescos situados en la parte superior de lo que representaría el interior del Palazzo Farnese, y el lucido e inquietante juego de luces en el que en el cielo al fondo del escenario pasaba de la lúgubre oscuridad de la noche a la brillantez del alba, un efecto muy bien logrado por el iluminador Chris Rynne. 

La dirección escénica corrió a cargo de Alan E. Hicks, quien incurrió en los habituales clichés y la innecesaria sobreactuación y cierta violencia, sobre todo en el segundo acto, que se suelen ver en la mayoría de las puestas en escena de esta ópera, donde más allá de la ambientación y el tiempo en el que se situé la acción, las ideas en cuanto al desempeño actoral suele ser limitada. Sin embargo, destacaría el hecho de que a pesar de que Tosca se puede considerar como un título muy visto o repetido, continúa siendo un imán de taquilla, y como se ha podido constatar, resulta ser la primera experiencia o introducción de muchos asistentes del público a la ópera, quienes se sorprenden, se conmueven y se inquietan con la historia, lo que le revaloriza y continúa dándole vigencia al espectáculo. La colaboración entre el teatro y la San Diego Symphony funcionó, ya que del foso surgió una instrumentación muy matizada, colorida, y vibrante cuando fue necesario, bajo la conducción del maestro italiano Valerio Galli, quien aprovechó la conjunción y el oficio de los músicos de esta orquesta, dirigiendo con atención al detalle y sutileza en sus movimientos. 

Como Tosca, la soprano Michelle Bradley, mostró una voz potente, balanceada entre el nervio y la delicadeza, que se requieren en los diferentes pasajes y estados de ánimo por los que atraviesa el personaje. En su debut local, el tenor argentino Marcelo Puente mostró calidez y un robusto y enérgico timbre, adecuado para el papel de Mario Cavaradossi, aunque en escena lució algo rígido y por momentos poco verosímil. 

El bajo-barítono estadounidense Greer Grimsley, dio vida a un agresivo y violento Scarpia, innecesario a mi parecer, y sacó adelante el papel más por experiencia que por cualidades vocales, que parecen no ser las mismas de antaño. Correctos en sus intervenciones estuvieron: el tenor Joel Sorensen como Spoletta, artista con una estrecha relación desde hace muchos años con la compañía; el barítono Michael Sokol como el Sacristán, el bajo-barítono Deandre Simmons como Sciarrone; el bajo-barítono Andrew Craig Brown en su doble aparición como Angelotti y el Carcelero, y la soprano Abigail Allwein por su resplandor en la voz del pastor. 

No se puede olvidar la presencia y la contribución del Coro de la Ópera de San Diego, bajo la conducción del maestro Bruce Stasyna, poseedor de una notable trayectoria al frente de los coros de importantes teatros estadounidenses; como tampoco el aporte del San Diego Children’s Choir.

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