Viva la mamma en Madrid

Escena de Viva la mamma en el Teatro Real de Madrid © Javier del Real

Junio 12, 2021. La ópera se ríe de sí misma en esta farsa donizettiana de dos actos. La puesta en escena de Laurent Pelly, una coproducción del Teatro Real con la Opéra Nationale de Lyon (allí se estrenó en 2017) y el Grand Théâtre de Ginebra (2018), es un espectáculo divertido pero que también mira el lado oscuro de nuestra realidad actual. Pelly sacó mucho jugo teatral a la pequeña troupe operística, en la que conviven como pueden el compositor, el libretista, el empresario, la prima donna y una serie de personajes adjuntos con la intención de poner en marcha un nuevo espectáculo en una pequeña ciudad de Lombardía. 

Uno de estos personajes es Agata, la impertinente mamma de la seconda donna y que con el paso de los años ha renombrado a la ópera, que originalmente tuvo el nombre Le convenienze ed inconvenienze teatrali en su estreno en el Teatro Nuovo de Nápoles (1727) y en la versión revisada por el compositor para el Teatro alla Cannobiana de Milán (1731).

Como ya he mencionado, Pelly mantiene y potencia todas las situaciones divertidas, pero busca y rebusca hacer reflexionar al espectador para que se lleve un poco más que solo unas carcajadas. Sitúa la acción en un estacionamiento que antiguamente fue un teatro (escenografía de Chantal Thomas). El estacionamiento es un lugar oscuro, digamos que casi hostil. La alarma de un coche se dispara, el vigilante se acerca a detenerla e investigar someramente qué pudo haberla disparado. Nada. Ese lugar fue un teatro en décadas pasadas. Y como en un flashback arranca la ópera con personajes vestidos como en los años 50. En la escena final, tras el fracasado intento de estrenar una ópera, vemos cómo entran los operarios con taladradoras para echar abajo el viejo teatro. Nos hemos reído pero nos vamos a casa con esa potente imagen. La sociedad evoluciona, los intereses cambian, y lo que se impone es el dinero. 

El Teatro Real ofreció once funciones con un doble elenco. Yo asistí a la penúltima representación, dirigida musicalmente por José Miguel Pérez Sierra, con ese brío y matices que dejan clara su predisposición al bel canto, y su atención a los solistas y coro. Esa noche el barítono Luis Cansino fue, como Agata, motor y comandante de un grupo de cantantes estupendamente imbricados entre todos y modélicos en sus cometidos, sirviendo de puntales unos de los otros. Cansino demostró su gran valía como intérprete de personajes bufos y no estuvieron a la saga la soprano Sabina Puértolas (Daria, la prima donna), Alejandro del Cerro (Guglielmo, il primo tenore) y Gabriel Bermúdez (Procolo), sin desmerecer en ningún momento las prestaciones de la soprano Francesca Sassu (Luigia, la seconda donna), el bajo-barítono Pietro di Bianco (Briscoma, el director de orquesta), el barítono Enric Martínez-Castignani (Cesare, el poeta), la mezzosoprano Carol García (Pippetto) y los bajos Pitr Micinski (el Empresario) y Luis López Navarro (el Director de escena). 

El público se lo pasó, a juzgar por las risas, estupendamente, y al final ovacionó a todos los artistas con entusiasmo, especialmente a Luis Cansino.

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