War Requiem en Boston

Ian Bostridge y Matthias Goerne, bajo la dirección de Antonio Pappano © Hilary Scott

Abril 2, 2022. La Orquesta Sinfónica de Boston interpretó el Réquiem de Guerra, op 66 del compositor inglés Benjamin Britten (1913-1926), como parte de su temporada. La célebre agrupación musical, que cuenta con una larga historia de representaciones de la obra, incluido su estreno estadounidense en julio de 1963, la programó en esta ocasión con motivo del sexagésimo aniversario de su primera ejecución, que tuvo lugar en mayo de 1962 en la catedral de Saint Michael en Coventry, Inglaterra. 

Tal y como sucediera en su estreno, las partes para solistas fueron asignadas originalmente a cantantes de tres nacionalidades: un tenor inglés, un barítono alemán y una soprano rusa. Sin embargo, Albina Shagimuratova canceló de manera inesperada su participación y fue reemplazada de último momento por una soprano estadounidense. Cabe señalar la difícil situación que esto causa a las orquestas estadounidenses, las cuales, además de atravesar por dificultades financieras por la cancelación de sus temporadas anteriores a causa de la pandemia, deben ahora aclarar y justificar reiteradamente en los programas de mano y de viva voz, antes del inicio de cada concierto (como sucedió en esta ocasión) que sus programaciones se elaboran con meses, incluso años de antelación, y que la interpretación en estos momentos de obras como el War Requiem de Britten, que narra atrocidades bélicas, o el alejamiento del elenco de una artista rusa, son coincidencias que ocurren, y aunque, conscientes de la actual situación política que se vive, no representan una posición de las orquestas, como tampoco se busca vetar obras o artistas de acuerdo a su nacionalidad.

Enfocándose, estrictamente en lo musical, la Orquesta Sinfónica de Boston mostró un alto nivel y no escatimó recursos para ofrecer una destacada e inquietante ejecución de la obra del compositor inglés. La dirección musical le fue encomendada a Antonio Pappano, ausente de este podio desde 2004, quien mostró seguridad y compresión de la obra, de la que extrajo matices, colores, así como la tensión y el dramatismo que se desprende de los nueve poemas en lengua inglesa del poeta Wildred Owen, acompañados de un compacto y homogéneo grupo de cámara, que supo contrastar hábilmente con la solemnidad y la suntuosidad de la Messa pro difunctis, en latín, cantados por el amplio coro y orquesta completa, con sus profusas percusiones y metales, y una consistente sección de cuerdas.

La parte del tenor fue muy bien interpretada por el inglés Ian Bostridge, quien mostró apego a cada texto que cantó, fraseando y enunciando con elegancia y claridad. A su lado estuvo el barítono alemán Matthias Goerne, quien mostró una voz profunda y potente, algo áspera y con ciertas dificultades en la dicción, detalles que al final no menguaron su cometido y buen desempeño. Debo mencionar, por ejemplo, el intenso pero muy melodioso dueto ‘Out there, we’ve walked quite friendly up to Death’. 

Por su parte, la soprano Amanda Majeski cantó de manera conmovedora y con sentimiento sus partes, con una voz dúctil de grato y penetrante timbre, y adecuada proyección, alternando con el coro, como en el ‘Liber Sricptus’ del Dies Irae. El extenso coro Tanglewood Festival Chorus ocupó el lugar dominante que le corresponde en esta pieza, mostrando uniformidad y equilibrio, y el Britten Children’s Chorus aportó su toque de pureza e inocencia, cantando desde la distancia en el segundo piso de la sala de conciertos.

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